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Cuando cantar en valenciano comienza a ser lo normal

Pep Gimeno 'Botifarra', uno de los referentes de la música en valenciano

Josep Vicent Frechina

Valencia —

La triste realidad política valenciana de los últimos años se ha instalado en las páginas de los periódicos como paradigma de despilfarro de bienes públicos y de corrupción. Prácticamente no pasa una semana sin que los titulares den cuenta de algún nuevo episodio de malversación, apropiación indebida o financiación irregular relacionado con alguna de las innumerables redes clientelares que han expoliado el territorio valenciano en todo este tiempo.

Sin embargo, hay en ese mismo territorio otra red más tupida que no goza del mismo protagonismo mediático: la urdida por los centenares de colectivos, asociaciones, entidades y ateneos populares que han conseguido mantener el pulso cultural a pesar del hostigamiento institucional.

Es desde esta red conformada por los sectores más dinámicos y lingüísticamente concienciados de la sociedad civil valenciana, de donde ha surgido un fenómeno cultural de dimensiones nada despreciables y una notable capacidad de reproducción: la llamada “Música en Valenciano”, una escena musical alternativa cuyo apelativo pone el acento en el hecho diferencial idiomático y delata su carácter intrínsecamente reivindicativo.

Con el valenciano reconocido como lengua cooficial en el estatuto de autonomía, impartido en las escuelas y ganando lentamente prestigio social, podría resultar insólito el hecho de utilizar esta extraña taxonomía musical como forma de reivindicación. Pero lo cierto es que el valenciano no ha conseguido todavía alcanzar, ni de lejos, la normalidad de uso que su estatus oficial parecería garantizar: expresarse en valenciano continua siendo problemático en según qué contextos e incluso sigue cuestionándose, por puro cinismo político, su incontestable filiación catalana.

En esta coyuntura política y social, la “Música en Valenciano” ha supuesto todo un revulsivo porque ha visibilizado el uso del idioma en espacios donde tenía muy poca penetración —los espectáculos urbanos de masas, por ejemplo—, ha canalizado buena parte del descontento social que se ha visto fielmente reflejado en las letras de algunas canciones, ha dado una buena inyección de autoestima a los usuarios de la lengua gracias, sobretodo, al gran calado artístico de algunas producciones, y ha dotado a las generaciones más jóvenes de un vehículo expresivo verdaderamente impagable.

Con la administración abiertamente hostil y, salvo muy contadas excepciones, el nulo apoyo de los medios de comunicación audiovisuales, las claves de su éxito hay que buscarlas en la confluencia de esa red ciudadana a la que antes aludíamos con la feliz estrategia de autogestión llevada a término por los músicos y cantantes.

El quilómetro cero del fenómeno puede situarse en marzo del 2005 cuando, hartos del humillante trato institucional, varios músicos se encerraron en el Palau de la Música de Valencia para denunciar la imposibilidad de acceder a las infraestructuras culturales oficiales. Pocos meses después nacía el Col·lectiu de Músics i Cantants en Valencià Ovidi Montllor (COM) que tomaba su nombre del conocido cantautor alcoyano, siempre incómodo con el poder.

La acción inicial más relevante del COM fue la convocatoria el año siguiente de los Premis Ovidi Montllor a la música en valenciano, galardones que siguen otorgando anualmente y que cada otoño consiguen dirigir el foco mediático a hacia la producción musical en el idioma autóctono. Ese mismo año, Escola Valenciana, la entidad que más se ha significado por el apoyo a esta escena alternativa, ponía en marcha La Gira, festival itinerante que recorre el territorio valenciano vinculado a les Trobades de l’Escola en Valencià. A esta iniciativa se sumaron muchas otras, promovidas también desde el asociacionismo, que llenaron el calendario de ciclos, festivales, encuentros y ferias de la música. Los propios músicos, o su entorno más próximo, empezaron a crear sellos discográficos o empresas de management (Mésdemil, Comboi Records, La Casa Calba, Música de Telers, Suport Produccions, Cercavila…). Y el fenómeno se fue expandiendo como una gota de aceite mediante el uso inteligente de las redes sociales y el entusiasmo proselitista de personas y entidades.

Todo ello se ha traducido en un boom creativo sin precedentes. En plena crisis de la industria discográfica, Valencia bate records de producción en la lengua propia que multiplica por diez las publicaciones de la década anterior. El abanico estilístico se abre completamente para abrazar todos los géneros y desmentir algunos tópicos recurrentes —parecía que el valenciano sólo servía para la canción de autor, la música de raiz y el ska combativo acompañado de dulzaina—. Ciertas formaciones e intérpretes empiezan a adquirir una cierta proyección internacional (Obrint Pas, Mara Aranda). Algunas canciones de los grupos más populares (Obrint Pas, La Gossa Sorda, Aspencat, Zoo) se acercan en los canales de streaming a los dos millones de reproducciones. Y los periódicos y revistas empiezan a hacerse eco de un fenómeno que les pilla a contrapié.

Evidentemente, no todo el monte es orégano. Se trata de una escena precariamente profesionalizada con una industria sin consolidar que practica una economía de supervivencia.Una escena ubicada en la periferia del sistema, que no ha conseguido integrarse plenamente en el mercado cultural catalanófono y que, salvo algunas notables excepciones, es minuciosamente ignorada por crítica y público del resto del estado. Un ejemplo: las bandas Gener i Arthur Caravan han publicado el pasado 2016 dos trabajos discográficos excepcionales —Oh Germanes, (Mésdemil) i Major Propòsit (Música de telers), respectivamente— entre lo mejor, sin duda alguna, de la cosecha estatal. Sin embargo, difícilmente los encontraremos en ninguna lista de lo mejor del año en ningún medio de comunicación fuera del ámbito lingüístico catalán.

Sin embargo, y a pesar de ello,el futuro, no deja de adivinarse bastante halagüeño: la producción no baja el pistón de la calidad, sino más bien al contrario; la renovación de propuestas no se detiene; se dispone ahora de unas instituciones más cercanas y en franca sintonía con la escena; y la radio y televisión autonómica están a punto de retomar su actividad. Todos estos ingredientes deberían servir para consolidar lo conseguido y aumentar notablemente su presencia social.

Ese es también el propósito de una iniciativa surgida desde este mismo diario: Cançons de prop,Cançons de prop la primera serie documental que se ocupa del fenómeno y da voz a doce de los nombres más significativos de la escena: cantautores como Òscar Briz, Pau Alabajos o Eva Dénia; cantantes folk del nivel de Mara Aranda, Carles Dénia, Pep Gimeno Botifarra o Miquel Gil; o formaciones de pop y rock, entendidos éstos en un sentido amplio, como Senior i el Cor Brutal, Arthur Caravan, Mox, Tardor i Aspencat. Una magnífica forma de acercarnos a la riqueza y la diversidad de la música expresada en valenciano.  Un valioso paso más en el largo y tortuoso camino hacia el anhelado horizonte de la normalidad cultural.

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