'Castelló Vida Independiente', un grito contra las 'trampas' de la sociedad a las personas con diversidad funcional
“Cuando caí en la discapacidad, a mí nadie me explicó que la vida sigue. El Estado te dice: 'Bienvenido al mundo de los averiados y jubilados'. Pero más allá hay una vida activa y autónoma, deportes adaptados, gente estupenda. Lo que queremos es que se sepa. Esto no sale en ningún sitio”.
Son palabras de José Morralla, miembro de la plataforma Castelló Vida Independiente. Con esta descripción, se refiere a uno de los objetivos del colectivo: la visibilización. Acabar con el desamparo que experimentan las personas que por enfermedad, condición genética o accidente se encuentran con una diversidad funcional “y no saben que existe todo un movimiento”.
La Plataforma Castelló Vida Independiente nació en 2017. La forman doce personas con movilidad reducida. La mayoría usa muletas o silla de ruedas para desplazarse. Pero sus reivindicaciones también se amplían a las necesidades que generan otras discapacidades, tanto físicas como intelectuales y mentales, y tienen contacto habitual con personas ciegas y sordas.
No son ayudas, son derechos
Sienten frustración porque hay muchas leyes que garantizan la accesibilidad universal, pero no se cumplen. Ahora quieren convertir el enfado en reivindicaciones. Que la sociedad sepa que ellos existen y tienen el mismo derecho a ser educados, ir al médico, desplazarse y disfrutar del ocio que el resto de ciudadanos.“Nosotros no necesitamos ayuda. No somos discapacitados, la sociedad nos discapacita cuando no se cumple la ley”, explica otro de los miembros, Benito Pérez.
Difunden sus reivindicaciones a través de Facebook, notas de prensa y charlas en institutos. Recientemente ocuparon titulares en varios medios por la denuncia del caso de Lidón López, miembro de la plataforma que no pudo viajar a Vinaròs porque no funcionaba la rampa de un autobús de la compañía concesionaria, Autos Mediterráneo.
La repercusión de la denuncia consiguió que la empresa pagara los gastos que ocasionó a la afectada -más de 80 euros en un taxi- y que la Generalitat se haya comprometido, explican desde la Plataforma, a revisar el cumplimiento de las condiciones de accesibilidad en el transporte público.
Las “trampas” de la calle
Ese, el de las dificultades de movilidad, es uno de los temas estrella. Para denunciarlas, han acuñado el término de “trampas”. Si la calle fuera como la ley indica y el resto de la gente cumpliera las normas, ellos podrían avanzar por las aceras. Pero la realidad es bien diferente.
Las “trampas” más obvias son las que generan los conductores cuando aparcan en las plazas para discapacitados o utilizan los rebajes para carga y descarga. “Te dicen: 'Es un minuto'. Y no piensan que en mi día a día me pasa 25 veces, y eso quiere decir que yo pierdo muchos minutos de mi vida en esperar a que ellos quiten el coche”, explica Benito. Denuncian que la falta de civismo de muchos ciudadanos se une con la falta de presencia de agentes de movilidad en las calles.
Esos obstáculos temporales se unen a los permanentes, que se producen por falta de cumplimiento de la ley en la construcción del espacio público, o por falta de diligencia en la reparación de los desperfectos. La conversación con eldiario.es se produce en la terraza de una cafetería. En un radio de diez metros, hay oportunidad de ver varias de estas trampas.
Rebajes mal construidos en Castelló
Una de ellas es una acera, en la calle Cerdán de Tallada, tan estrecha e invadida por los coches que no puede ser recorrida por una silla de ruedas. Hay también un rebaje que acaba en un bache en el que pueden tropezar las ruedas de la silla, puede atascarse una muleta o puede tropezar una persona ciega.
Esta rampa tiene, además, demasiada inclinación. Por ello, mientras dura la entrevista, una anciana con andador está a punto de caer. La persona que la acompaña tiene que correr para conseguir equilibrarla.
La escena causa una cascada de comentarios en los miembros de la Plataforma: “Este es solo un ejemplo. El 80 % de los rebajes de Castelló no cumplen las exigencias legales”, explica Marysa Gómez. A veces tienen un pequeño escalón, o carecen de la inclinación adecuada, o no están bien señalizados para personas ciegas, entre otras carencias.
Las consecuencias son el riesgo de caídas, la imposibilidad de usarlos o la incomodidad de que se llenen de agua cuando llueve. “Hacer las cosas bien nos beneficiaría a quienes vamos en sillas de ruedas, pero también prevendría accidentes. Al final, la sociedad ahorraría dinero”, explica José.
“Para nosotros, ir del punto A al punto B en la ciudad se convierte en un zig zag”, se lamenta. “En una yincana”, añade Benito. Y el caso es que “yo también soy un peatón con los mismos derechos que el resto”, zanja José.
De Vietnam a Castelló
La actitud de la Plataforma se aleja de la petición de ayuda o de la consideración de la discapacidad como enfermedad. Al contrario, busca la máxima autonomía para las personas con diversidad “y que ellas sean las dueñas de su vida”, afirman. Es la filosofía de “Vida Independiente”, extendida por todo el mundo.
Surgió, explica Benito, gracias a los veteranos de la Guerra de Vietnam, que de vuelta a EEUU se encontraron recluidos en residencias. Su lucha fue la de conseguir que los recursos económicos que el Estado destinaba a su cuidado pasaran del sistema asistencial a sus manos para conseguir una vida autónoma y compartida con el resto de la sociedad.
El reto es conseguir que las personas con diversidad funcional (“que somos el 8%”, recuerdan) formen parte de la normalidad de la sociedad. Esto “sería más fácil si la escuela fuera inclusiva, si los niños con diversidad estuvieran en las mismas clases que el resto. Pero desde el principio se les aparta. Por ejemplo, a los niños con autismo se les deriva a otros centros. Esto ayuda a que se les vea como los 'raros'”, explica José.
À Punt, recién estrenada pero no accesible
La lista de reivindicaciones es larga. En el campo del ocio, la plataforma denuncia que apenas hay cines adaptados, ni películas subtituladas. Que À Punt “no cumple la ley en vigor que la obliga a la accesibilidad universal”. Que estamos fuera del plazo legal para que todos los bares tengan una entrada y baño accesibles “pero nadie les obliga a hacer las obras”.
Que la Administración no atiende a las normas que pueden marcar la diferencia entre disfrutar de la cultura o no. Por ejemplo, aceptan que el recién inaugurado refugio antifranquista en Castelló no puede tener un ascensor para personas en sillas de ruedas, pero señalan que tampoco se han cumplido otras reglas por las que podría ser disfrutado por personas sordas o ciegas.
El mensaje en los institutos
Más allá de la indignación, en el estado de ánimo de la Plataforma también abunda el optimismo. A ello contribuye la experiencia de las charlas en institutos. José cuenta que, en contra de lo que esperan los profesores, los adolescentes de 13 a 15 años le escuchan con atención.
También hacen muchas preguntas, de forma que los encuentros han llegado a durar una hora y media. “Tienen interés por las cosas más cotidianas. Y por el mensaje último de que la vida es corta y que hay que aprovecharla porque nunca sabes si podrás hacer todo lo que planeas”.
Además de optimismo, los miembros de la Plataforma transmiten orgullo por “nuestra independencia”. No son una asociación porque “no queremos subvenciones”. El objetivo es poder denunciar cualquier cosa en cualquier momento, sin “complicidades ni cortapisas”, afirman.
Durante la conversación, se repiten palabras como “visibilización” y “empoderamiento”. Y, sobre todo, pretenden conseguir “apoyo mutuo”. Cada semana se reúnen en la Morada, la sede de Podemos en Castelló, “porque nos la prestan y es accesible, no porque seamos de ese partido”, aclaran. En esas reuniones comparten experiencias. Y si hay que denunciar algo, “el protagonismo es para el afectado y todos estamos detrás”.
El mensaje final es que si la sociedad deja de boicotearles, las personas con diversidad funcional tienen una vida plena. “A mi familia y a mí nos gustaba el turismo rural, y seguimos haciéndolo. Me gustaba la montaña, y sigo yendo. Practicaba espeleología, y una vez al año voy con mi grupo a una cueva, aunque no pueda entrar. Tu vida no es igual, pero tu vida se parece”, concluye José.