Ver visiones. Reinterpretando el presente
Centro del Carmen
C/ Museo, 2. Valencia
Hasta el 13 de julio de 2014
Unos años iniciado el siglo XXI, el llamado de la era de la información, en el que las redes sociales transmiten a cada segundo el devenir de lo que está sucediendo en cualquier lugar del planeta, a una velocidad de vértigo, nos encontramos con unos datos que nos acercan a la realidad y nos revelan las verdaderas preocupaciones de la sociedad contemporánea. A través de los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas -CIS- descubrimos que la principal dificultad actual es el desempleo. Una sociedad que no genera trabajo, no crece, se estanca... Los problemas económicos, los grandes casos de corrupción y fraude y el desencanto con nuestros políticos, nos llevan a desconfiar de los valores existentes en la sociedad actual. La sucesión de escándalos políticos, económicos y financieros con cifras escalofriantes hace que vayamos cayendo en el desánimo y la apatía. ¿Es este el mejor ambiente para cultivar los valores humanos? Se está perdiendo el respeto -tanto de los mayores a los jóvenes como de los jóvenes hacia los mayores- y los códigos de convivencia hacen aguas y en cambio, crece el odio, el egoísmo, la violencia, la indiferencia, el individualismo, en definitiva, conductas antisociales y deshumanizadas. ¿Contribuye a esta crisis de valores la televisión o las redes sociales? En el siglo XXI y valiéndonos precisamente de los mass media deberíamos fomentar la pluralidad -formada por un conjunto de singularidades, con unas características e identidades propias-, la tolerancia y el respeto hacia las ideas que no son las nuestras y desde las expresiones artísticas se puede contribuir a impulsar valores como la sensibilidad, la creatividad o las emociones.
Y llegados a este punto, ¿cómo puede colaborar la administración de Justicia en la recuperación de los valores? Precisamente, jueces y fiscales pueden y deben marcar límites a determinadas políticas antisociales y luchar con la ley en la mano contra la corrupción, la violencia de género, el racismo… acercándose a los problemas de la sociedad.
En este momento de crisis, de valores y económica, y que tan profundamente afecta a la sociedad, que existan galerías de arte independientes, no sujetas al poder político y sus imposiciones, que apuesten por el arte contemporáneo y que, al mismo tiempo, se conviertan en puntos de encuentro culturales en sus ciudades, dando oportunidades a los artistas y contando con la colaboración de los críticos de arte, merecen, sin duda, el reconocimiento social.
Dentro del arte valenciano de la segunda mitad del siglo XX surge, en 1966, el Equipo Realidad formado por Jorge Ballester, recientemente fallecido, y Juan Cardells, dos artistas, hijos de artistas que, casualmente, se encuentran en clase en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y descubren todas las afinidades que les unen y que nacen de la conciencia cívica de cambio social, cultural y laboral que se fomenta desde los sectores intelectuales, universitarios y obreros en los últimos años del franquismo. El compromiso político y la crítica social junto con un rechazo del informalismo y su sustitución por un realismo trabajado desde la modernidad europea y americana pronto situarán al Equipo Realidad en la vanguardia creativa. De hecho, en su declaración de principios afirman: nosotros pensamos que la obra de arte debe estar comprometida con el sentido del progreso moral del hombre y ayudar al desarrollo del grupo social al cual ese hombre pertenece. Este grupo seguirá activo hasta 1976, ya iniciada la transición democrática.
Las obras que hoy se muestran, forman parte de la serie Hazañas bélicas o Cuadros de Historia, trabajada entre 1973 y 1975 y en la que reflexionan sobre la Guerra Civil. Está realizada a partir de unas pésimas fotografías en blanco y negro, -una fantasmagoría, decía Cardells- que publicaba una enciclopedia popular editada en fascículos y que, reproducidas en tonos grises, actúan sobre los rasgos identificadores tratando la imagen, alterándola, hasta conseguir desenfocarla contribuyendo así a realzar la lectura irónica de las obras: Lo que nos interesa no es la realidad, sino su imagen.
El escultor suizo afincado en Valencia Lukas Ulmi contribuye a esta exposición con la instalación Desafío al espacio, realizada para este espacio en el que la contemplamos ahora. A través de la ligereza de los más de ocho metros de sus enormes construcciones geométricas que realiza con finas varillas de hierro, crea unos juegos espaciales minimalistas. Los volúmenes se mueven, se encuentran, tropiezan entre sí, traspasan los muros en un equilibrio inestable que contribuye a dar sensación de movimiento y nos llevan más allá de la creatividad artística, a traspasar fronteras, a plantearnos cuál es el límite.
Frente a los trabajos consolidados y reivindicativos de un momento político determinado, pero ya pasado, de Equipo Realidad, se encuentran los contenedores vacíos, silenciosos, fruto de esta sociedad en crisis de Lukas Ulmi pero que al mismo tiempo, esperan el camino hacia valores como solidaridad, confianza, colaboración, profesionalidad, compromiso, credibilidad o respeto. En definitiva, a la espera de un mundo más justo.