Con dos simples cucharas, que fue golpeando contra suelos y paredes al ritmo de su libre albedrío, Lucía Peiró abrió la exposición ‘Juntos en la diversidad’ de la Galería del Palau, que permanecerá hasta el 14 de mayo. Su performance giraba en torno al concepto de gastronomía. Por eso iba probando con esas cucharas lo que daban de sí las duras superficies del hall de entrada al recinto expositivo. Buscaba sensaciones, como se buscan al frente de un buen plato. Y, para ello, Peiró no dudó en poner todo el alma, incluido el cuerpo, entregado todo a él a tan exquisita como provocadora experiencia.
El público allí congregado fue dejando paso a la artista, a medida que ésta progresaba en su avance rítmico. Poseída por un apetito ajeno a la evocada gastronomía, Peiró fue dejando muestras de lo alejado que estaba su performance del carácter instrumental asociado a las cucharas. No buscaba alimento alguno; no, al menos, alimento orgánico. Más bien se trataba de poner en escena ese otro alimento espiritual encarnado en el movimiento del cuerpo a la búsqueda de inquietantes sensaciones.
Ayudándose de las cucharas fue finalmente amontonando sobre un plato de madera una especie de harina, sacada con cuidado de una bolsa de papel marrón. Luego se paseó entre el público agitando el plato al tiempo que la harina iba cayendo sin control, provocando una suerte de estampida. Finalmente, depositó el plato ya vacío rebañándolo enérgicamente con una de las cucharas. La deconstrucción gastronómica había tocado a su fin. Y, con ella, la interrogación acerca del acto alimenticio, ése que va de Ferran Adrià a la más ancestral depredación.
Lucía Peiró abría así la exposición ‘Juntos en la diversidad’, que reúne obra de 35 artistas en una especie de comunión mística. Leído a prisa, el título bien pudiera transformarse en este otro: juntos en la adversidad. Porque la Galería del Palau, siempre en la cuerda floja por culpa de la pegajosa crisis, parece haberse querido animar juntando a los artistas; haciendo piña con ellos. Como si apretando filas, el azote del IVA y otras inclemencias culturales pudieran llevarse mejor.
Y ahí están las pinturas y esculturas de artistas sin duda diversos, pero hermanados por su creatividad. En tiempos de trincheras y compartimentos estancos, valga esta exposición ampliamente colectiva como prueba de cohesión en medio de la agrietada cultura. En el redoble de tambores de la Galería del Palau participan: Amparo Almela, Api, Fernando Barrué, Silvina Berenguer, Pilar Blat, Mariona Brines, Dilena Díaz, Marcelo Díaz, Bartolomé Ferrando, Fuencisla Francés, Lupe Godoy, Pasqual Gomes, J. Guimaraes, Rafael Hernández, Teresa Herrera, Lucía Hervás, Supi Hsu, Eduard Ibáñez, Néstor López, Pierre Louis, Martí Quinto, Lola Mas, José Megías, Juan Diego Miguel, Antonia Mir, Eva Mus, Joan Patón, Lucía Peiró, Paqui Revert, Susana Roig, Martí Rom, Carmen Sánchez Oroquieta, Sendra Lull, Miquel Simó y Hans Dieter Zingraff.
Con dos simples cucharas, que fue golpeando contra suelos y paredes al ritmo de su libre albedrío, Lucía Peiró abrió la exposición ‘Juntos en la diversidad’ de la Galería del Palau, que permanecerá hasta el 14 de mayo. Su performance giraba en torno al concepto de gastronomía. Por eso iba probando con esas cucharas lo que daban de sí las duras superficies del hall de entrada al recinto expositivo. Buscaba sensaciones, como se buscan al frente de un buen plato. Y, para ello, Peiró no dudó en poner todo el alma, incluido el cuerpo, entregado todo a él a tan exquisita como provocadora experiencia.
El público allí congregado fue dejando paso a la artista, a medida que ésta progresaba en su avance rítmico. Poseída por un apetito ajeno a la evocada gastronomía, Peiró fue dejando muestras de lo alejado que estaba su performance del carácter instrumental asociado a las cucharas. No buscaba alimento alguno; no, al menos, alimento orgánico. Más bien se trataba de poner en escena ese otro alimento espiritual encarnado en el movimiento del cuerpo a la búsqueda de inquietantes sensaciones.