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No nos gusta la guerra, pero la hacemos

Edgard Vega

Banca Armada —

Esta semana las ONG Novessendes y Setem han lanzado en Valencia una nueva edición de la campaña Banca Armada, con la difusión de una cámara oculta callejera, publicidad urbana y la próxima presentación del libro “10 claves para pasarse de la Banca armada a la Banca ética” que será el 13 de noviembre en Ca Revolta. ¿Por qué es importante seguir esta campaña, informarse de su cometido, leer el libro…? Eduardo Galeano en su día anotó muy bien que las armas exigen guerras, y las guerras exigen armas. Pero las armas también exigen ser financiadas. Y sin el financiamiento de las entidades bancarias, más del 70% del armamento que hoy existe en el mundo no se podría fabricar. Es decir, que muy probablemente tres de cada cuatro armas no existieran. Por tanto, los bancos con nuestro dinero y la ciudadanía como usuaria, tenemos una enorme responsabilidad sobre el armamentismo mundial y la perpetuación de los conflictos actuales.

Precisamente es eso lo que las organizaciones que conformamos la Campaña Banca Armada venimos denunciando desde hace más de diez años en las Juntas de Accionistas de las entidades financieras que negocian con las guerras; y de manera particular, a la banca armada española. Lo hacemos por una razón de vulneración flagrante de los criterios que prohíben las exportaciones de armas según la Posición Común de la UE y de la Legislación Española. Criterios relacionados al mantenimiento de la paz, al no comercio con países en situación de conflicto armado y tensión social, de respeto de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Aun así, España se sigue colocando como el séptimo exportador de armas a nivel mundial, y segundo a nivel europeo. Y un hecho es obvio, necesita de los servicios bancarios para poder mantenerse dentro de ese nefasto ranking.

Definimos como Banca Armada a todas las entidades financieras que colaboran con el Complejo Militar-Industrial, un poderoso lobby conformado por un conjunto de personas y organizaciones empresariales y políticas con el deseo de influir en las decisiones sobre política militar, incluyendo las adquisiciones de armamentos. Nos referimos a ejecutivos y grandes accionistas (shareholders), proveedores de servicios financieros a la industria militar (stakeholders), políticos y departamentos gubernamentales, altos mandos de las fuerzas armadas y organismos multilaterales militares como la OTAN. Todos ellos responsables de la expansión y de la supervivencia de la industria militar, de los altos niveles de armamentismo en el mundo, y de la perpetuación e intensidad de los conflictos armados.

En cuanto al modus operandi de estos bancos, en la campaña Banca Armada denunciamos cinco vías de financiación a la industria de las armas. La primera es la participación accionarial, porque las entidades financieras adquieren acciones emitidas por las empresas de la industria armamentística. Y la posesión de acciones supone tener parte de la propiedad, y, por tanto, capacidad de decisión. Una segunda vía es la financiación y aseguramiento de las exportaciones de armas que sirve para que los gobiernos muchas veces puedan efectuar los pagos a las empresas armamentística en cómodos plazos. Y le siguen otras vías como la emisión de bonos, pagarés y acciones para realizar ampliaciones de capital; los fondos de inversión que incluyen acciones de empresas de armas; y finalmente, la concesión de créditos, y préstamos a estas empresas.

¿Pero de qué bancos concretamente hablamos? Según el último informe del Centre Delàs d’Estudis per la Pau Banca Armada en España 2019 han sido identificadas 39 entidades financieras que conforman la banca armada española 2019. Entre ellas aparecen el BBVA y Santander. Estos dos gigantes ya copan el 60% del total de la financiación de la banca española en el sector armamentístico. Pero a estos dos los acompañan otras entidades como Bankia (que incluye el Banco Marenostrum, BMN), Caixabank y Banco Sabadell. Todos estos bancos, podemos decir que han colaborado en la muerte de miles de personas en zonas de guerras y en la huida de millones de sus hogares. Es hora, entonces, que como consumidores y como instituciones públicas nos acerquemos a bancos éticos que hacen compatible la rentabilidad económica con el respeto de los derechos humanos y el medio ambiente. La Banca Ética garantiza eso, y además el que sus clientes puedan saber dónde se invierten sus ahorros.

El informe también deja constancia que el 92% de la financiación de la banca española va dirigida a doce grandes industrias militares financiando, por ejemplo, los controvertidos explosivos, municiones y armas pequeñas y ligeras de empresas como Maxam, submarinos militares de Aecom, misiles de Safran y Honeywell, sistemas de tiro y guerra electrónica de Indra o Thales, tanques y blindados de General Dynamics, aviones y helicópteros y drones de guerra de Leonardo, y buques de guerra de Navantia. Armamento de guerra que se puede perder en las zonas de conflicto armado acabando en manos de grupos terroristas.

La ecuación, por tanto, es muy sencilla: menos armas, menor posibilidad de recurrir a la violencia armada, menos víctimas y, muy probablemente, menos conflictos armados. Quizá compartamos esa misma idea quienes condenamos las guerras. Aunque, cuidado, porque bien podemos odiarlas, pero hacerlas sin saberlo cuando permitimos que con nuestro dinero, las instituciones políticas y los bancos, inviertan y se lucren con el negocio de la guerra.

Cabe, por tanto, mirar si somos corresponsables de la violencia que las armas generan en decenas de países donde su sinrazón no deja espacio a la razón. Exijamos, pues, a los bancos que con nuestro dinero no se financien armas. No podemos llamarnos pacifistas si tenemos nuestro dinero en esos bancos. Ellos son capaces de producir violencias. Pero nosotras, las personas informadas y conscientes, somos capaces de revertirlas.

*Edgard Vega Vargas - Activista de la campaña Banca Armada y miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau