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Solares son amores, y también buenas razones

Según un estudio presentado por la arquitecta Inés G.Clariana en el reciente festival Intramurs, bajo el título Cajas Blancas, un 5.46% del espacio del barrio del Carmen corresponde a solares vacíos. El resto, un 20,87% es infraestructura y un 73,67% es edificación. Las distintas unidades de ejecución no realizadas por los planes de reforma han configurado a lo largo de estos 25 años de Plan General, un paisaje salpicado de huecos urbanos en barbecho donde la naturaleza ha reconquistado el espacio perdido mediante árboles de hoja caduca denominados ailanthus altissima (árbol del cielo). Paradojas de las conquistas, se trata de una especie alóctona de origen chino, o invasora según el Catálogo Español de Especies Invasoras aprobado por RD 1628/2011. Estos árboles tienen un crecimiento muy rápido, apenas necesitan manto vegetal y aguantan perfectamente la contaminación. Así que ideales para los solares (más de 400) del centro histórico de Valencia. Pero casi no los conocemos porque aguardan detrás de tapias de más de dos metros. Si no los cuidamos, tampoco los apreciamos, pero ellos siguen creciendo.

De un tiempo a esta parte, algunos de estos solares históricos, sobre todo los localizados en el Carmen y Velluters, se están reivindicando como verdaderos espacios habitados impulsados por colectivos vecinales o clases creativas mediante convenios de cesión con sus propietarios, privados o municipales. Muestras vivas de ello son el solar Corona, el Bosque Urbano o el solar de les Botges, que están activándose desde Comboi a la Fresca (Arquitecturas Colectivas, julio 2011), Amics del Carme y Ciutat Vella Batega, respectivamente. Sin embargo, otros tanto con nombre propio aguardan su momento. Por ejemplo, el solar del incendiado Teatro Princesa (3.600 m2), el solar de la trasera del IVAM (2.800 m2) o los solares de la Muralla Árabe (1.900 m2).

Frente a los muchos solares abandonados, contenedores de aparcamiento, apeo de materiales de obra y almacenaje, los cuales a veces incumplen la ordenanza municipal de limpieza urbana (BOP 14.05.2009) respecto a su aseo, cuidado y vallado (Título II, Capítulo V); otras actitudes han tratado de buscar otra utilidad. Con ese objetivo se convocó en 2009 el aplaudido concurso Imagina Velluters, promovido desde la agrupación de arquitectos SOSTRE y Arquitectes pel Paisatge en coordinación con la plataforma ‘Recuperem el Princesa, reviscolem el barri’. Y, desde el ámbito artístico, al margen de lo que podrían ser en el futuro; en presente, una cultura underground saca provecho de la sensación de desregulación de sus límites. Me refiero a las intervenciones en medianeras o muros de cerramiento. Gracias a esto, podemos disfrutar en Ciutat Vella de un gran museo al aire libre donde obras de Carmen Calvo (Inter-valo), Luis Montolio (fotografías gigantes con personajes autóctonos) o La Colorada (Alétheia), por ejemplo, conviven con los murales de Blu, Julieta, Escif, XLF, etc, para mayor placer de los turistas que retratan esta singularidad extendida por contra de lo previsto: lo que iba a ser un centro completamente rehabilitado y dotado.

Esta actividad creciente entre las grietas de lo construido y el fracaso parcial de lo planeado, nos hace pensar el valor de estos espacios desvelados como lugares de libertad. Porque es precisamente la libertad en su uso compartido la que se está reivindicando implícitamente y no tanto el convertirlos en espacios públicos normativizados o equipamientos enclaustrados. Lo que está aconteciendo constantemente en los solares son hechos y no palabras.

Con todo, estas son buenas razones para plantearse cómo conservar y potenciar este patrimonio libre, declarando los solares del centro histórico como Bienes de Interés Cultural (BIC) de Valencia como un recurso (no un monumento) a disposición de la ciudadanía. Con ello podemos hacer de nuestro paisaje heredado una virtud excepcional: el solar es un elemento que nos diferencia de otros centros acabados, perfectos, museízados, en definitiva, intocables. Si hubo una época en la que los odiábamos (Beirut), ahora los amamos, nos apropiamos de ellos, los compartimos y los entendemos como estados de ánimo (Solaris) y signos de nuestra época de transición hacia una Valencia mejor habitada.

Según un estudio presentado por la arquitecta Inés G.Clariana en el reciente festival Intramurs, bajo el título Cajas Blancas, un 5.46% del espacio del barrio del Carmen corresponde a solares vacíos. El resto, un 20,87% es infraestructura y un 73,67% es edificación. Las distintas unidades de ejecución no realizadas por los planes de reforma han configurado a lo largo de estos 25 años de Plan General, un paisaje salpicado de huecos urbanos en barbecho donde la naturaleza ha reconquistado el espacio perdido mediante árboles de hoja caduca denominados ailanthus altissima (árbol del cielo). Paradojas de las conquistas, se trata de una especie alóctona de origen chino, o invasora según el Catálogo Español de Especies Invasoras aprobado por RD 1628/2011. Estos árboles tienen un crecimiento muy rápido, apenas necesitan manto vegetal y aguantan perfectamente la contaminación. Así que ideales para los solares (más de 400) del centro histórico de Valencia. Pero casi no los conocemos porque aguardan detrás de tapias de más de dos metros. Si no los cuidamos, tampoco los apreciamos, pero ellos siguen creciendo.

De un tiempo a esta parte, algunos de estos solares históricos, sobre todo los localizados en el Carmen y Velluters, se están reivindicando como verdaderos espacios habitados impulsados por colectivos vecinales o clases creativas mediante convenios de cesión con sus propietarios, privados o municipales. Muestras vivas de ello son el solar Corona, el Bosque Urbano o el solar de les Botges, que están activándose desde Comboi a la Fresca (Arquitecturas Colectivas, julio 2011), Amics del Carme y Ciutat Vella Batega, respectivamente. Sin embargo, otros tanto con nombre propio aguardan su momento. Por ejemplo, el solar del incendiado Teatro Princesa (3.600 m2), el solar de la trasera del IVAM (2.800 m2) o los solares de la Muralla Árabe (1.900 m2).