Cuando el mundo enfrenta un apocalipsis en materia de protección a los derechos fundamentales y se convierte en un lugar en donde la Declaración Universal de los Derechos Humanos parece ser letra muerta y en donde su terreno se transforma en un lugar de cosecha de discursos como los de Donald Trump, en los que se equipara la definición de inmigrantes a la de “amenaza”, y surgen otras acciones más desesperanzadoras como las denominadas órdenes ejecutivas de veto migratorio - que sin duda son un discurso de odio basado en la discriminación y alejado de los derechos y libertades humanas- , surge la esperanza.
La sociedad civil se une para lograr la reivindicación de sus derechos y activa todas las vías que tiene a su alcance para generar conciencia en la ciudadanía y sus gobernantes. En todos los lugares del planeta, miles de personas se unieron en una sola voz para apoyar a los centenares de refugiados que huían y siguen huyendo de una cruenta guerra de la que son víctimas, una guerra que los está sacando de sus tierras y los lanza al mar como la única opción para sobrevivir.
Es así como la asociación de juristas Unión por las Libertades Civiles de Massachusetts y el estado de Massachusetts -a la que se sumó Oxfam- demandan la directiva del presidente republicano de los Estados Unidos Donald Trump, alegando que esas restricciones migratorias tienen como objetivo discriminar a la población musulmana. Aferrándose a este mecanismo, y cuando se pensaba que todo estaba perdido, la misma justicia estadounidense frenó lo que todos pensamos que nadie podía detener, dos jueces en Hawái y luego en Maryland, suspendieron el veto migratorio que ordenaba la prohibición de la entrada a Estados Unidos de refugiados y de nacionales de seis países de mayoría musulmana, parece entonces que la Estatua de la Libertad convertida por un momento en un muro, se levantó a favor de la protección de los derechos humanos.
Más allá de la incoherencia en las políticas de Trump y de muchos otros gobernantes, la transformación positiva ante el caos la trae la unión de la sociedad civil, la libertad de expresión, y la existencia de jueces que protegen fehacientemente los principios constitucionales. Estas acciones se convierten en la base para que se derriben los argumentos oficialistas basados en la denominada “seguridad nacional”, se logre la liberación del miedo, de leyes mordaza y se retome la fuerza de la razón y de la solidaridad.
En efecto, la ciudadanía con capacidad para hacer incidencia política alrededor de los derechos humanos genera un buen gobierno y a su vez instituciones respetuosas de los derechos y las libertades humanas. Igualmente, consolida un estado sin vetos migratorios generador de políticas con soluciones eficientes a los más de 5 millones de refugiados por la guerra en Medio Oriente, o los miles de desplazados internos y el inicio de investigaciones y sanciones ante la muerte de líderes sociales en Latinoamérica.
Han pasado semanas, y además del activismo de la ciudadanía en las redes sociales, es imprescindible continuar fortaleciendo el tejido social que une, no sólo a los defensores y defensoras de derechos humanos, sino a todos los seres humanos entorno al respeto y cuidado de la vida digna, pues tal y lo como manifestó Mariana Alonso, esposa de un refugiado en una marcha en Manhattan, en apoyo a refugiados para el diario NY1 Noticias “No todos son iguales. Ni los refugiados, ni los hispanos, ni las personas de color. Todos somos diferentes, hay cosas buenas, hay cosas malas, pero todos somos personas de bien”.