Achantados
Mónica López, una comunicadora que despertó las bajas pasiones de la derecha retrógrada, fue fulminada sin reparo alguno como presentadora del matinal de La 1. TVE aceptó los remilgos de Vox porque le hizo una entrevista crítica sin pizca de adulación a Rocío Monasterio. ¡Imperdonable, intolerable! ¿Qué se ha creído la tal Mónica “Isobaras”, bautizada así despectivamente por Jiménez Losantos? La mayoría parlamentaria española retrocede con miramientos ante cualquier nuevo escrúpulo exhibido por la derecha rancia. El monopolio informativo seguirá perteneciendo de Ana Rosa Quintana (quién puede mentir impunemente sobre las competencias del hasta hace poco vicepresidente primero del Gobierno), de Florentino Pérez, de Matías Prats y Pedro Piqueras (unos engolados y anacrónicos profesionales) y de cuatro grupos inversores extranjeros, entre ellos el capitaneado por Berlusconi.
Ahora toca el turno de cortarle la cabeza a Jesús Cintora. Meterse con el rey emérito y hurgar en la corrupción del PP es de muy mal gusto. Y aunque suba la audiencia respecto a los programas precedentes de cocina de la hija de la Preysler o supere a veces “Al rojo vivo” de la Sexta hay que cepillárselo a las bravas. Les dan igual los daños colaterales como que de rebote pueden bajar los televidentes del Telediario de las tres. Luego en el Parlamento la oposición les echarán los perros por la baja audiencia de RTVE y les tacharán de malos gestores (se lo tendrán merecido por melindrosos). Algunos sindicatos de la Corporación RTVE (otros estaban a favor) se rasgan las vestiduras porque era un programa externalizado, ¿no había otra opción intermedia que no fuera la de suprimirlo intempestivamente de la parrilla? Yo, sin embargo, sí veía entrar en conexión a los corresponsales de TVE en el programa; el resto eran contertulios más o menos afortunados en sus argumentos. Vox y la valenciana Macarena Montesinos (PP) estarán felices de propiciar cambios en la tele pública y de que le hayan cortado las cabezas a los que hacían preguntas incómodas a los dirigentes de sus formaciones.
La izquierda pusilánime española se achanta ante cualquier comentario feroz del tóxico Eduardo Inda, ante cualquier amenaza velada de Ferreras (quien ha pasado al ataque sobando mediáticamente a la señora Ayuso) o ante cualquier reclamación del PP por mínima que sea. La mayoría parlamentaria de este país está condenada hasta que finalice el actual mandato, ¿2023?, a digerir medios que les ningunean, que les critican hasta la saciedad y que, por tanto, manipulan ferozmente al electorado. En poco tiempo, los jueces y los periodistas del régimen de Casado, respirarán tranquilos: habrá finalizado el asedio: reventarán las encuestas de aquí a nada. Hacen lo que quieren con el CGPJ, con RTVE y con otras instituciones, y eso que todavía no mandan. A los votantes de la mayoría actual les toca rendirse por anticipado, por una actitud estrecha y temerosa de los directivos de la Corporación.
Mientras tanto, la presidenta madrileña asalta Telemadrid a lo bestia, sin prejuicios y con saña, cesa a todos sus directivos, coloca a sus obedientes peones y aniquila la pluralidad informativa. La izquierda, resignada, acata la escabechina sin rechistar (bueno, excepto un poco Más Madrid) no sea cosa que se enfaden y les generen nuevos frentes informativos. Hay que plegarse a ellos.
Los votantes de los partidos que aprobaron los presupuestos y que designaron a Pedro Sánchez presidente se quedan huérfanos en la programación de TVE. Les quedan, qué remedio, los documentales, los conciertazos, la santa misa y los costosos Juegos Olímpicos. Algunos representantes de la izquierda en la televisión pública son timoratos, acomplejados y cobardes. No se puede jugar con las cosas de comer, con la industria de la conciencia que forma a los futuros votantes de extrema derecha o derecha extrema. ¿Los próximos en subir al cadalso serán, quizá, Carlos Franganillo –el del TD2- o Xabi Fortes, el de 24 horas?
Aquel día tuve suerte, lo reconozco. Cuando Mónica López entrevistó a Rocío Monasterio me pilló casualmente frente a la tele con un café en la mano. Como periodista de profesión sentí un orgullo muy grande, ¡gracias, Mónica! Ahora, los actuales gestores, han arramblado con esos pequeños héroes de la “Pública”. Señor Pérez Tornero (nuevo capitoste de RTVE), por su culpa nos tocará reengancharnos a alguna serie de ocasión, frívola y trivial.
¡Vaya golpe de mano al mando a distancia!
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