Impedir la catástrofe no significa que algo haya ido bien
Impedir la catástrofe no significa que algo haya ido bien. Hubiera sido una catástrofe política que la cumbre europea para acordar el fondo de reconstrucción terminara sin acuerdo abocando a la Unión Europea a convertirse, ya sin disimulo alguno, en un tratado de libre comercio inspirado en el neoliberalismo más insolidario. Porque lo que hemos visto en estas negociaciones es una perversión en el uso del lenguaje: se llaman frugales a estados, como los Países Bajos, cuyos gobiernos actúan como portavoces de los lobbies que defienden políticas neoliberales de privatizaciones de servicios públicos esenciales, desregularización del empleo y que impiden el efecto redistribuidor que tienen los impuestos.
No son países frugales, son países, algunos, neoliberales en extremo, otros, directamente, insolidarios (seguramente por la presión de sus respectivas ultraderechas). Y no, permítanme que lo recuerde, bajar impuestos no es de izquierdas. Los impuestos son la herramienta que permite a una sociedad reparar injusticias e intentar paliar las desigualdades por nacer en un barrio u otro, en una familia u otra. Y son la herramienta que, en este caso, a escala europea, debe ayudar a que los países más afectados por la COVID19 y sus consecuencias socioeconómicas en la UE no suframos un destino como el de Grecia entre 2010-15.
Los 390 mil millones de euros en subvenciones es menos del uno por ciento del PIB de la UE. No serán suficientes, e impiden un plan de reconstrucción a la altura de lo que necesita Europa en este momento. La UE se encuentra en el momento decisivo de su historia. Era el momento de convertirse en el líder mundial en la transición ecológica justa, única forma de evitar nuevas pandemias, de garantizar la equidad en la vida de todas las personas, de apostar por un modelo sostenible que garantice servicios públicos de calidad y empleo digno.
Sin embargo, las partidas concretas que se han recortado más en la negociación ponen de manifiesto que algunos gobiernos no han entendido nada. De esta forma, algunas de las partidas que han sufrido más recortes para alcanzar el acuerdo han sido sanidad, (EU4Healt con 5.000 millones menos), investigación y desarrollo (Horizonte 2020 al que se restan 8.500 millones) y medio ambiente (20.000 millones de euros menos para el fondo de transición justa). Es evidente que los mismos lobbies que presionan a través de los estados para reducir los servicios públicos e impulsar su privatización, ahora quieren que los fondos se destinen a más infraestructuras inútiles y fuera de escala o mantener sectores que ni permiten afrontar crisis sistémicas ni antes habían generado empleo de calidad.
Aun así, es cierto que es una buena noticia que se haya alcanzado un acuerdo en unas condiciones políticas y legales que se consideraron imposibles en la crisis de 2008. Que la UE haya asumido algo parecido a la mejor opción, que eran los eurobonos, y contemple el endeudamiento común, es un avance importante. Parece que, a golpe de realidad, los líderes europeos han entendido que la respuesta neoliberal que dieron a la crisis anterior solo trajo más injusticia y desigualdad y que, aunque habrá condicionalidad, no tendrá nada que ver con la de hace una década. Pero no es una buena noticia observar que una buena iniciativa puede perder mucha de su eficacia por la insuficiente dotación presupuestaria. Tampoco lo es que no se haya entendido que destinar los fondos a la transformación ecológica justa es la última oportunidad de llegar a tiempo a cumplir los Acuerdos de París y la última oportunidad de transformar a tiempo la economía europea para que sea resiliente, justa socialmente y contribuya a no repetir emergencias sanitarias o no hacer más probable la emergencia climática.
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