Escándalo en la catedral
Hasta hace unos días pasear por los aledaños de la catedral y el Arzobispado era poco más que una ruta en la que te cruzabas con grupos de turistas ávidos de cultura arquitectónica o con el personal funcionario de las instituciones que comparten ubicación cercana.
El defensor del Pueblo presentó hace casi un año el informe sobre los abusos sexuales a menores en instituciones religiosas, en particular en el entorno de la Iglesia católica. Ya en ese momento hasta las más altas instancias eclesiásticas (el Papa Francisco incluido) reconocían la veracidad de multitud de casos y aún con la boca pequeña pedían perdón por sus pecados.
La sociedad nunca se ha enfrentado a los problemas con demasiado transparencia, sobre todo a aquellos con los que se ponen en entredicho a los que se consideran pilares del poder – ya sea divino o terrenal-. Demasiados años oculto a los ojos de quien no quiere ver, demasiados años escondiendo bajo las alfombras la basura sin ni siquiera lavar los trapos sucios en casa. Hoy la situación es por fin otra, el yugo del silencio desaparece poco a poco y las víctimas reciben, aunque escaso, cierto apoyo social. Pero esto solo puede ser el principio, y más ahora sabiendo que más allá de los abusos a menores, hemos tenido paseando por las rutas turísticas de Valencia a cierto alto cargo de la institución que en vez de divulgar la doctrina de la Iglesia se dedicaba a aprovecharse de muchachos vulnerables para saciar sus apetitos sexuales.
Comparto plenamente las palabras del Papa Francisco cuando en su visita el pasado verano a Portugal aseguró que una de las causas del alejamiento de la sociedad venia dada por “los escándalos” protagonizados por la Iglesia. Otra postura sería incluso insultante.
La España de hoy no responde en absoluto a los usos y costumbres de épocas pasadas, pero leyendo los periódicos estos días el viaje al pasado parecía irremediable: asesores con la comanda de búsqueda de víctimas, vecinos sabedores de correrías, arzobispos avisados de los desmanes que ahora niegan la mayor y víctimas convertidos en presuntos asesinos vaya usted a saber en qué circunstancias.
Todo muy presunto. Todo muy secreto, pero a la vista de muchos que prefirieron callar antes que alzar la voz no fuera a ser que el pilar del poder divino se revolviera contra ellos.
¿Qué nos encontraremos en los pen drives encontrados en casa del finado? Lo dejo a su imaginación, pero creo que sus pensamientos coincidirán con los míos.
Desde el PSPV no estamos dispuestos a que se vuelva a dictar la ley del silencio, tenemos una propuesta para que el Consell de la Generalitat tome cartas en el asunto: apoye a las víctimas y sobre todo desarrolle políticas de educación y prevención. Expectantes estamos por la respuesta de Mazón.
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