Mosaltres, els valencians
Los [ponga aquí el nombre de su pueblo] son gente noble, amiga de sus amigos y blá, blá, blá. Lo bueno del nacionalismo es que no exige mucho. Literariamente sí, como todos los cuentos, pero intelectualmente tiene mucho de paseo en barca. Práctico también es, no lo niego: la gente pica el anzuelo (con sedal y caña) a la primera. En eso no hay derechas ni izquierdas. Los primeros son más de ofrenar noves glòries a Espanya. Los segundos, pecan de haberse tomado en serio a Joan Fuster, inventor del mito local del “somos”, un concepto que reciclaba las ideas carlistas de su padre hasta hacerlas aptas para consumo de una izquierda huérfana de señas de identidad. El “somos” de todos los nacionalismos es el terruño, pero el verdadero “somos” es la clase social. Solo hay que ver dónde viven o veranean los ricos y los pobres para darse cuenta de que los valencianos —como los de cualquier lugar— “somos”, pero sin exagerar. A veces hay más distancia entre dos calles que entre dos continentes.
Tan profunda como prestada reflexión me vino a la cabeza el otro día, al ver las fotos del president Mazón en la Central de Cofrentes, donde hay poco riesgo de que le abucheen. De accidente nuclear tampoco, por mucho que a los ecolojetas les encantaría, pero eso es otro tema. A Mazón, hay que acostumbrarse, cada vez le abuchean menos. El otro día los suyos, al salir de misa, incluso le aplaudieron. No por dejar morir a 220 personas —espero—, sino por no dejar que esas muertes afecten al proyecto popular. A la derecha le sobra la conciencia de clase y lo perdona todo. A la izquierda le sobra ego y le molesta hasta que el día salga nublado.
Lo de que a Mazón cada vez le abuchean menos es para tomar nota, sobre todo los que aún dudan de que el PP lo tiene todo para revalidar en la Generalitat. Aunque presente una escoba. Aunque presente a González Pons. Aunque González Pons escriba otro libro. De momento, van por delante. Van ganando el relato de la reconstrucción, que es mucho menos visceral que el que siguió a la catástrofe. No es lo mismo ver pueblos arrasados por el fango que valorar el ritmo al que van las labores, si llegan a tiempo las ayudas o qué supone para una persona mayor llevar desde octubre viviendo en un sexto sin ascensor. Las víctimas, cuando no somos nosotros, se olvidan y cada manifestación con menos seguimiento (veremos qué pasa con la huelga del 29 de mayo) es otra muesca en la culatada del Consell que les recuerda que lo peor ya ha pasado.
Hace unos meses, el ABC pidió la dimisión de Mazón. Para muchos, que el Zutabe del PP hiciera este pronunciamiento equivalía a una sentencia de muerte. Poco después, la Generalitat anunció que aumentaría un 33 % la caja del presidente para repartir ayudas a dedo entre organizaciones afines y 7,7 millones a promoción institucional (comprar medios a través de publicidad, vamos). Ahora, puede que a Mazón le queden meses, pero seguramente al PP en la Generalitat le quedan más de dos años.
A Cofrentes el presidente fue a muchas cosas, y alguna la hizo bien. Por ejemplo, tirar de demagogia al aprovechar el apagón para vender energía nuclear. Personalmente, soy de los que piensan que, igual, prescindir de ella no es la mejor de las ideas. Desde luego, si es una decisión ideológica y no técnica, será otra metedura de pata a la altura de la de los transgénicos. No les gusta que se lo recuerden, pero su nostalgia de la Edad Media les meritó una carta firmada por un centenar de premios Nobel acusándoles literalmente de crímenes contra la humanidad.
Pero que nadie piense que la decisión de Mazón de apoyar la nuclear se basa en sus conocimientos sobre la materia. Tiene pinta de ir justito para cambiar una bombilla. Su postura es, en realidad, una suma de factores: recordar a las eléctricas que quien paga (ellas), manda, y dar coba a Vox, de los que depende su cargo, que odian las reciclables porque son muy machos. El problema de renovar las actuales centrales —creo que él lo sabe— es sobre todo económico. Si se prolonga la vida de las centrales, las eléctricas se van a ahorrar muchos millones.
Y como de eso va el juego, de que las eléctricas siempre ganen, Mazón anunció que eliminaba la ecotasa autonómica ya que, según él, “limita la competitividad empresarial y pone en riesgo la independencia energética”. Miente y lo sabe. Iberdrola, dueña de Cofrentes, ganó el año pasado 5.612 millones de euros, un 17 % más que en 2023. Se puede permitir pagar la ecotasa cien veces —son 14 millones al año— y seguir ganando dinero, pero como hay conciencia de clase, como hay “somos”, el presidente les echa una mano a los suyos hoy, para que ellos, mañana, le abran la puerta giratoria que, probablemente, buena falta le hará.
En las fotos del Cofrentes Tour no faltaron los teloneros. Estaban el presidente del Consejo de Cámaras de la Comunitat Valenciana, José Vicente Morata; el vicepresidente de CEV, Vicente Lafuente; y el secretario general de AVE, Diego Lorente. Teniendo en cuenta el panorama de la DANA, igual respaldar públicamente a Mazón no es la mejor de las ideas. No digo que tengan que enfrentarse a él, no es su trabajo ni tiene por qué serlo, pero lo de ir en su apoyo también forma parte del “somos”.
Los empresarios estuvieron con el presidente que defiende a su clase social, a la que ha vuelto a bajar los impuestos para garantizarse que la cultura del esfuerzo se resuma en ser el espermatozoide más rápido. Luego ir a colegio privado que te suba las notas, universidad privada donde te bajan el nivel, y a heredar. Sobre todo, a heredar. Por eso PP y Vox —tanto vota, vota tanto— quieren volver a incrementar las bonificaciones en los impuestos de Sucesiones y Donaciones. Ahora mojarán del churro también los que reciban herencias de hermanos, tíos y sobrinos.
Hay un dato innegable, y es que la economía va como un tiro. No lo que llamamos la economía real, sino la macro. En la primera vivimos nosotros; en la otra, los empresarios. La BBC, The Economist, Le Monde, Financial Times, la OCDE, el Fondo Monetario Internacional… todos coinciden. Con esas credenciales, se supone que los empresarios patrios deberían estar a partir un piñón con el PSOE de Sánchez, pero no. Quizás no estén con “el que pueda hacer que haga”, pero lo normal sería rezar (eso lo hacen muy bien) para que este gobierno no se acabara nunca. Pero aquí vuelve el debate del “somos”. Entre ser españoles y mantener privilegios de clase, la elección la tienen clara.
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