Ofensiva ultraconservadora

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El acceso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica en enero de 2017 hizo visible y trasladó al ámbito de la política institucional y la opinión pública una ofensiva ultraconservadora que, desde entonces, no ha cesado de extenderse y organizarse en ámbitos muy diversos y bajo formas variadas. El 45º presidente de los USA inició de inmediato una insólita campaña contra la libertad de prensa, puso en marcha mecanismos explícitos y larvados de censura, denigró y persiguió a sus adversarios, denostó a los intelectuales y artistas, y puso en jaque los ámbitos institucionales de la democracia parlamentaria, que perdieron su lugar en beneficio de burdos mensajes de registro coloquial chabacano en redes sociales. Con todo ello se intentaba desplazar y suplantar los escenarios de debate político a escenarios manipulables que escapan al control institucional, manipulaciones mediáticas, siempre rozando los límites de la legalidad, cuando no sobrepasándolos. Y todo ello con un discurso xenófobo, haciendo un uso torticero del patriotismo (America first), los valores clave del conservadurismo tradicional y la religión. Detrás de esa deriva antidemocrática es evidente un proyecto político impulsado por poderes ultraconservadores. Aquella aventura acabó con una fractura social, la pérdida de las elecciones legislativas de diciembre de 2020 y el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, en un acto vandálico contra las instituciones que acaba de tener una réplica hace apenas unos días en Brasil, tras la pérdida de las elecciones por parte del ultraconservador Jair Bolsonaro frente al progresista Lula da Silva.

La similitud que muestran ambos episodios enmarca una etapa de cuatro años en los que la ofensiva ultraconservadora no ha cesado de organizarse y manifestarse en diversos ámbitos. En la política europea con su expansión por los parlamentos de Francia, España, Suecia, incluso su acceso al gobierno en Hungría, Polonia, Austria o Italia. ¿Cómo no ver esos mismos actores tras la reacción ultracatólica que, desde su acceso al Papado, ha estado hostigando al Papa Bergoglio, siempre en la diana del tradicionalismo católico?

La deriva autoritaria y antidemocrática, respaldada por el poder económico, religioso y social, es también palpable en la ideología política y el modelo de poder que representan Vladimir Putin o Xi Jinping, por no mencionar las situaciones extremas de autoritarismo antidemocrático en Irán, Catar, Arabia Saudí… todos ellos lugares donde el concepto de “derechos humanos” suena a subversión instigada por los valores abominables de la perversa cultura occidental. El colonialismo se ha convertido en un argumento muy socorrido y en arma arrojadiza, y, en algunos contextos, en argumento antidemocrático también. Las protestas en Irán acaban en ejecuciones y los derechos laborales en Catar en sepultura para los obreros. Los legítimos derechos de libertad nacional en Ucrania se definen desde el otro lado como nacionalismo fascista. Los derechos de las poblaciones indígenas, las mujeres o los emigrantes, en muchos de estos países y en tantos otros, son una burla, ya que esos colectivos solo cuentan en la medida en que desempeñan algún papel subalterno (cuando no esclavo) al servicio del beneficio del capital y de la perpetuación del orden social donde las desigualdades sociales manifiestan profundas injusticias.

El rasgo común de esta ofensiva ultraconservadora es el odio y la estrategia contra la igualdad, los derechos humanos, la democracia y los valores e instituciones que los sustentan. Tiene un sólido fundamento religioso y el apoyo de las élites económicas y comerciales cuyo éxito esencial consiste en la transformación del ciudadano en mero consumidor al servicio de un sistema cuyos principales beneficiarios son las élites. Cuando los gobiernos intervienen para redistribuir la riqueza o atenuar la desigualdad, entonces se convierten también en blanco de la estrategia de acoso y derribo. Es lo que sucede con el actual gobierno progresista en España. Por eso la ofensiva ultra se articula contra los valores de igualdad y democracia, se arraiga en argumentos ideológicos que generan adhesión (aborto, eutanasia, patria, religión), exhibe una estética ostentosa y tiene como principal objetivo resistir y derrotar a los movimientos de emancipación que tratan de defender el planeta, el medio ambiente, la ecología, o a las minorías victimizadas por el sistema: los excluidos, los indígenas, los emigrantes desarraigados, las mujeres, los refugiados. Detrás de esta amplia estrategia de sumisión y dominio está una concepción dual de la condición humana (los que mandan y los que obedecen, las élites y las masas), la destrucción del ideal de democracia que reconoce la misma dignidad a todos los humanos, cualquier estrategia para paliar las desigualdades o llevar los derechos civiles al dominio político y social. Nada más efectivo para conseguirlo que el espejismo que identifica bienestar con consumo -la cosificación destructiva del ser humano mediante su reducción a homo consumptor-, es decir, el individualismo egoísta como ética social.

El enemigo que siempre está en el punto de mira de esta ofensiva ultraconservadora son los movimientos de emancipación que pretenden cambiar el statu quo, especialmente en aquellas sociedades donde la libertad de acción y de expresión no están reprimidas. En su diana, los movimientos de liberación de las mujeres (lo que denominan “ideología de género”) y la defensa  de la naturaleza, el medio ambiente y, en definitiva, la salud del planeta. La ofensiva ultra muestra el odio más profundo hacia el feminismo, el ecologismo, el socialismo o cualquier ideología igualitaria. Según su ideología pre-ilustrada, los humanos no somos iguales ni hemos de serlo.

El poder económico, político y social de todas las redes y ramificaciones del ultraconservadurismo es inmenso. En España, la alianza entre una derecha conservadora como la que representa el Partido Popular con la ultraderecha manifiestamente antidemocrática de Vox, representa una amenaza para el sistema, alentada por poderes económicos y mediáticos. Las armas para combatir esta ofensiva no pueden ser sus mismas armas. Nos encontramos ante la dualidad entre la lógica del poder económico y la lógica de la ciudadanía. Sus objetivos principales son antagónicos: el beneficio por encima de todo, o la libertad de los ciudadanos y la salud del planeta. La educación, el respeto, la democracia tienen que sustentarse y defenderse desde los hogares, las aulas, los medios de comunicación (magnífico el ejemplo, una vez más, el de la revista satírica francesa Charlie Ebdo y su concurso de caricaturas sobre Jamenei, mostrando su inquebrantable adhesión republicana), la vida social, los movimientos ciudadanos. Pero además, Europa debería articular una poderosa diplomacia internacional para preservar los valores que tienen sus raíces en la cultura clásica, que florecieron con el humanismo y adquirieron dimensiones políticas y de cambio social desde la Ilustración. Si esa herencia está en peligro, el devenir de la humanidad se orienta hacia el oscurantismo.