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Las posibles consecuencias psicológicas de la Dana: un duro reto por delante

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Hoy se cumplen 7 días de la tragedia de la DANA en Valencia.

Toda la provincia estamos viviendo uno de nuestros peores momentos.

La DANA que nos ha golpeado no solo ha dejado secuelas materiales, sino que también está teniendo un fuerte impacto en la salud mental de la población que, seguramente, necesite ayuda psicológica en los siguientes meses y años. Las intensas lluvias, inundaciones y el caos que han generado han añadido una capa de incertidumbre y vulnerabilidad que afecta tanto a las personas que han sufrido daños directos como a quienes, simplemente, experimentamos la tristeza y la impotencia desde la distancia.

Cuando ocurre un desastre natural, una de las consecuencias psicológicas más importantes suele ser el sentimiento de incertidumbre que las personas experimentan. La gente que ha visto cómo sus hogares, pertenencias o negocios se destruían en cuestión de horas se enfrentan ahora al reto de reconstruir no solo sus propiedades, sino también su estabilidad emocional. La pérdida de un espacio seguro genera un impacto profundo en el bienestar emocional, dado que el hogar representa un refugio, un lugar de pertenencia. Cuando esta base desaparece, se despierta una sensación de fragilidad y desamparo difícil de gestionar. 

Para quienes están sufriendo la DANA de manera directa, el estrés postraumático y la ansiedad son respuestas psicológicas comunes. Ver el agua invadiendo calles y casas, sentir que la naturaleza se vuelve una amenaza, genera un cambio de perspectiva que puede desencadenar reacciones psicológicas intensas. Estos episodios de ansiedad pueden aparecer ante cualquier señal de lluvia o en situaciones que evoquen aquella sensación de peligro inminente. Además, los recuerdos de la catástrofe tienden a revivir en la mente de las personas, impidiéndoles recuperar su tranquilidad habitual. La dificultad para dormir, los cambios de humor y el nerviosismo ante cualquier pronóstico meteorológico son solo algunos de los efectos del trauma.

A todo esto, se le suma la sensación de abandono que todos los pueblos están sintiendo por parte de las Instituciones y la pésima gestión política que se está realizando en todo este drama.

Los vecinos denuncian todos los días que a su pueblo no ha llegado nadie de las Instituciones a ayudarles, o que empezaron a llegar cuando ya habían transcurrido 4 o 5 días.

Por otro lado, es importante señalar que, uno de los factores más cruciales que puede marcar una diferencia en la recuperación emocional de quienes están sufriendo las consecuencias de la DANA en Valencia es el apoyo y acompañamiento de la comunidad. Las redes de apoyo y la colaboración entre vecinos, familiares y amigos son fundamentales para rehacer el tejido emocional de la comunidad. Cuando las personas nos sentimos acompañadas y apoyadas, el proceso de recuperación resulta menos complicado, pues se reconoce la resiliencia colectiva y se consigue paliar en cierta medida el sentimiento de soledad ante la adversidad.

Del mismo modo, es esencial que se ofrezcan recursos para la atención psicológica. En situaciones como las que la Comunidad Valenciana está atravesando, el apoyo de profesionales de la salud mental es necesario y debería ser una de las prioridades. Tanto la administración como organizaciones comunitarias pueden colaborar para proporcionar a los afectados un espacio seguro en el que procesar sus emociones y aprender a gestionar las posibles las secuelas psicológicas de esta experiencia.

Los desastres naturales, como esta DANA en Valencia son una tragedia y suponen un auténtico drama para toda la población y no solo afectan a nivel físico y económico, sino también a nivel psicológico. Es urgente que tanto las autoridades como la sociedad civil reconozcan la necesidad de un apoyo integral que considere los impactos emocionales y mentales en las personas afectadas. El proceso de recuperación debe ser completo y abarcar tanto la reconstrucción de las infraestructuras como la restauración del bienestar emocional de la comunidad, con acompañamiento psicológico y ayudas económicas, para que ese acompañamiento se pueda llevar a cabo con la mayor cantidad de personas afectas posibles.

Estas personas que lo han perdido todo, probablemente, no puedan permitirse iniciar un proceso terapéutico con los precios de mercado y, sería necesario, ajustar ese precio en función de las necesidades personales.