Está claro que el giro reaccionario es un mal de nuestro tiempo. Una pandemia que era tan invisible como la Covid, pero que lleva más tiempo presente en nuestra sociedad del que nos pensamos. Ahora todo el mundo se sorprende por su virulencia, pero en realidad ha ido desplegándose, sigilosa, sin que los demócratas le prestaran la atención que merecía hasta que se viralizó el trumpismo.
No hay una clave concreta para atender este fenómeno porque es la suma de tantos factores como se puedan enumerar. La única certeza es que su amalgama es el miedo, como siempre. Como lo ha sido a lo largo de la historia. En sus ensayos advierte Eric Hobsbawn sobre un “aumento de la violencia en general” como “parte del proceso de reversión a la barbarie que ha venido fortaleciéndose en el mundo desde la Primera Guerra Mundial”.
Pero, sobre todo, llama la atención sobre cómo uno de los elementos más recurrentes durante la Guerra Fría fue “la intensificación de una retórica apocalíptica que consistía en infundir un sentimiento de inseguridad y vulnerabilidad a la población”.
Nos encontramos en una nueva era de “hielo negro y escarchaâ¨grande y redonda”, como la cebolla de Miguel Hernández. Un nuevo tiempo cavernario donde los grandes logros de la sociedad, los avances constituidos entre todas y todos sobre los valores de la tolerancia, la convivencia, la justicia y la paz social están quedando congelados en esa negrura abisal que se ha puesto como meta derogar un modelo que nos ha permitido vivir el mayor periodo de prosperidad y estabilidad de la historia de la humanidad.
Mientras el hielo negro avanza, de la más profunda oscuridad emergen los miedos atávicos en forma de odio a la igualdad, a la diversidad, a la pluralidad. Agonizan el respeto y la tolerancia. Emergen de nuevo de la caja de Pandora todos los males que asolaron este mundo en forma de guerras: el racismo, la xenofobia, la homofobia, la misoginia, el machismo, la desigualdad; el rencor o la desconfianza. El negacionismo como dogma.
Sobre la base de ese miedo al progreso, a los cambios y la diferencia, el PP pacta con Vox y borran la violencia de género de los pactos. En realidad pactan con ellos mismos porque es la misma derecha reaccionaria que saca pecho de eliminar la igualdad de las áreas de gobierno. La misma que arranca las banderas arcoíris y prohíbe las concentraciones contra la violencia machista. La derecha que siembra el desconcierto con crispación, bulos y noticias falsas sobre okupaciones, sobre inseguridad y suciedad. La que se sirve de las redes sociales, pero también de una amalgama de pseudo medios de comunicación amparados en el matrix digital que han contaminado a aquellos a los que se les suponía un plus de veracidad y rigor. Hasta la justicia padece la intoxicación de este devenir de los tiempos y toma decisiones que tienen más de partido que de imparcialidad, como ha podido verse con las resoluciones posteriores a las elecciones del 28 de mayo.
En esta era los trogloditas se enorgullecen de serlo mientras el miedo avanza como un vertido de fuel sobre el mar. Los cavernarios se han quitado la careta y van por ahí levantando el brazo si el preceptivo desodorante. Caminan por la vida apestando a involución y retroceso. Su proliferación deja en evidencia que el escudo de protección social desplegado por la socialdemocracia española y las ayudas europeas son insuficientes. La condiciones de vida reales han mejorado. Hemos prosperado. Hemos hecho frente a la pandemia y ahora a la invasión de Ucrania sin dejar a nadie atrás, frente a la crisis económica de los recortes que lideró el PP.
Pero ¡ay, el miedo! Ese alimento para la insoportable necedad humana. Siguiendo Las leyes fundamentales de la estupidez humana, de Cipolla, vivimos un tiempo de abundancia de la estulticia, donde las personas estúpidas se han distribuido de manera homogénea para contaminar al conjunto de su necedad, pasando desapercibidas hasta ahora que han conseguido salir a flote. Su emergencia se está convirtiendo en un suplicio con el que tenemos que acabar el 23J votando por la España que crea riqueza y oportunidades para todas y todos.
Frente a las mentiras, justicia social. Frente al negacionismo del cambio climático, de la igualdad, la diversidad y la violencia de género, defendamos un proyecto para la mayoría de hombres y mujeres honrados y honestos. Frente a la lona del odio icemos la bandera de la democracia, la convivencia y la tolerancia. ¡Frente a la estupidez, inteligencia! Ese será el inicio del fin de estos tiempos reaccionarios de de necedad insoportable, de hielo negro y escarcha.