Rita Barberá: El pensamiento vacío
El titular pertenece a un libro que el profesor Josep Sorribes publicó hace más de 7 años. En él destacaba que el éxito político de la alcaldesa de Valencia estaba basado en el populismo y no en la calidad de su gestión. Para el autor, Rita era un factor de atraso, entre otras muchas razones, por “su abuso de la realidad virtual, por haber embarcado a la opinión pública en una peligrosa aventura como es la de acomodar la retina a ver sólo aquella parte de la ciudad que se quiere mostrar y verla, además, con la lente que nos prestan”. “Con Rita”, señalaba Sorribes, “el nivel de pensamiento crítico del colectivo de ciudadanos ha caído a cotas inesperadas”.
Pero, tras 24 años con el bastón de mando, la eterna aspirante a dirigir la Generalitat Valenciana, ha pasado de la “retórica sin contenido” basada en los Juegos Florales, a ser una caricatura de sí misma.
La alcaldesa de los mercados, la Rita del cap i casal, la admiradora de Fraga, -tiene el carnet número 3 del PP- logró la alcaldía en 1991, tras el caso Naseiro, a pesar de que la lista más votada fue la socialista. Estaba a punto de cumplir 43 años. Hoy tiene 66 y el domingo, en plena Crida de las Fallas, mostró su ser a los valencianos y a medio mundo implorando Caloret.
Ni los Vuitton del Bigotes ni el desmadre de la Copa América. Ni Urdangarin ni Feria Valencia. Nada ha hecho tambalearse a Barberá, que se ha mantenido en el poder a pesar de los nefastos proyectos que ha ejecutado con mano de hierro durante estos años. Hasta que profanó la fiesta y la lengua valenciana. Así es como se sintieron sus propios votantes. Insultados. Por el contenido y por las formas. No hace falta decir cómo lo vivieron sus adversarios políticos y los ciudadanos que no la habían elegido. Niños, padres, abuelos, trabajadores, parados, empresarios. Falleros y no falleros. Casi todos han visto el vídeo que invita a vivir la fiesta de los valencianos. Las Fallas. Es la comidilla en Valencia y el hazmerreír en el resto de España.
La rápida reacción de Barberá, pidiendo disculpas, no ha calado con la intensidad que la alcaldesa y su equipo hubiera deseado, quizá porque no eran muy creíbles sus argumentos. Y, sus formas, las vieron todos.