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Mascarilla para nuestra economía

Salvador Navarro

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Nos llegan desde las distintas administraciones —nacional, autonómica y local— anuncios de medidas que, por supuesto, agradecemos pero que, lo siento, pueden no ser suficiente. Falta concreción, ambición y sobre todo agilidad.

El Ejecutivo ha aprobado una línea de avales pública para que las empresas no se queden sin liquidez. Bienvenida sea, pero esperamos más. El compromiso de la Administración debería ir más allá y avanzar en el aplazamiento de liquidaciones tributarias y el pago de las cuotas de la Seguridad Social para todas las empresas. Para hacer frente al coronavirus las empresas necesitan su “particular mascarilla”.

Además de fortalecer el sistema sanitario, nuestra protección frente al COVID-19, nuestra mascarilla, debe incluir un conjunto de medidas fiscales, laborales y económicas que ayuden a todas las empresas a superar esta situación. Medidas que para resultar eficaces además deben llegar de forma rápida y ágil, a la misma velocidad que se expande la pandemia, porque si no para muchas empresas, será tarde y porque si no la recuperación no podrá tener forma de U, mucho menos de V.

Apremia asegurar que las empresas dispongan de liquidez suficiente cuando más la necesitan; que es hoy, no mañana. Por eso insistimos en que se aplacen las liquidaciones y el pago de cuotas. Son este tipo de medidas las que inyectan de forma directa e indiscriminada tesorería en la economía y que son fundamentales para la mantener la cadena de liquidez entre las empresas.

En lugar de liquidez lo que nos llega —y esto sí de forma rápida, sin diálogo social —son medidas que esconden la desconfianza en el mundo empresarial. Señora Ministra, la intención de los empresarios es mantener el empleo y favorecer que la recuperación sea rápida. Las empresas están luchando para evitar el cierre, nada más. Las medidas aprobadas en el último Consejo de Ministros traerán más desempleo, esa es la realidad, y no otra.

Si a esto le añadimos el anuncio de parar toda la actividad no esencial la recuperación se augura más que complicada. Con un parón completo, el shock sobre la actividad la economía será total, y acarreará una notable destrucción de puestos de trabajo, justo lo que ahora pretendemos evitar con los ERTEs por fuerza mayor. Pero, es más, ¿cómo van a funcionar correctamente los sectores básicos para hacer frente a la crisis sanitaria si no pueden contar con la necesaria interrelación con el resto de sectores?

Obvia decir que, por supuesto, la salud pública es lo primero y que los mayores esfuerzos deben ir encaminados a limitar el alcance y la velocidad con la que se expande el COVID-19; que nuestra sanidad tiene que tener asegurada todos los recursos que necesite; que son los expertos en salud pública los que en cada momento nos van a decir lo que debemos y lo que no debemos hacer, pero también que nuestra economía no puede resentirse más de lo necesario — que será bastante—.

Como ha dicho el director general de la OMS: “No somos espectadores indefensos. Podemos cambiar la trayectoria de esta pandemia”. Ghebreyesus hablaba en términos de salud, pero la misma afirmación puede servir para la economía. No podemos asistir como meros espectadores, las empresas necesitan, de forma urgente, medidas ambiciosas.

Mientras las grandes potencias aseguran que harán todo lo necesario para vencer al virus cuando llegue el momento —falta saber cuándo— la Unión Europea, salvo en el ámbito de política monetaria, sigue sin dar una respuesta conjunta y contundente. Es una crisis que afecta al conjunto de la UE y que, por tanto, no puede encontrar solamente una respuesta nacional. La Unión debería jugar un papel más activo; beligerante. Estamos ante un suceso extraordinario y, como tal, Europa debería tomar medidas extraordinarias; flexibilizar el déficit debe ser una de ellas, impulsar un gran plan de apoyo y de inversiones públicas, otra.

Mientras tanto, las empresas seguiremos dando muestra de nuestra responsabilidad social y ayudando al sector público en aquello que necesite. En eso consiste la colaboración público privada, más importante si cabe en estos momentos. Todos los sectores han puesto su capacidad de crear, de innovar, de transformarse, de ayudar, al servicio de los ciudadanos. La sanidad, el transporte, la agricultura, la logística, el textil, el comercio, la hostelería, la automoción …. han dado estos días buen ejemplo de ello.

Salvador Navarro es presidente de la Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana

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