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Entrevista

Cristina Mayo, referente del balonmano femenino: “España es un país desagradecido. Cuando ya no estás en el foco, desapareces del mapa”

Cristina Mayo, entrenadora de balonmano y doctora en Psicología.

Miguel Giménez

València —

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Cristina Mayo (Alcalá de Henares, 1952) es una de las personas que más ha hecho por la profesionalización del deporte femenino en España. Creadora de un equipo de balonmano 'de autor' -todo comenzó con el Iber València en la década de los ochenta del pasado siglo, un proyecto que después se convertiría en el Osito L'Eliana y, finalmente, en el Astroc Sagunto y Mar Sagunto-, consiguió llevar al balonmano femenino de clubes español a lo más alto del panorama europeo. En su palmarés como entrenadora, 24 títulos de liga, 20 copas, una Recopa de Europa y una Copa de Europa, además de dos subcampeonatos en la máxima categoría del balonmano femenino europeo. Durante dos años, Mayo, que es doctora en Psicología y ha sido profesora en la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universitat de València, también fue seleccionadora española.

¿A qué se dedica ahora?

Me propuse no echar de menos nada de lo que había hecho en la vida, porque no soy de las personas que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. Me gusta mucho la jardinería y he dedicado mucho tiempo a la tierra, ahora a menor escala. También estoy estudiando medicina tradicional china, porque estoy muy motivada por la sanación y por ayudar a la gente de mi entorno.

¿Sigue ligada al balonmano?

No sólo no sigo ligada al balonmano, sino que que me cuesta mucho ver balonmano.

¿En qué se diferencian el balonmano masculino del femenino?

Si te digo la verdad, nunca me ha interesado el balonmano masculino. Es otro deporte, mucho más físico. Se juega de otra manera, no necesita tanta táctica, tanta estrategia, tanta construcción del gol, que es lo que a mí me apasiona.

Hace apenas unas semanas se disputaba el Campeonato de Europa femenino, en el que España ha tenido un papel discreto en comparación con los éxitos recientes ¿Cómo ha cambiado el balonmano femenino en España en los últimos años?

España ha vivido momentos de gloria, con medallas en Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos. Eso fue una renta de los años de gloria del balonmano de equipo español. Tal vez sea un poco presuntuoso por mi parte, ya que yo participé de esa etapa desde los clubes. Espero que se pueda volver a esos lugares, pero de momento se ha quedado en novena posición en el Europeo.

Cuesta años y años construir, y muy poco tiempo destruir

Sin embargo, no hace tanto que disfrutábamos de grandes éxitos en estas citas...

Cuesta años y años construir, a nosotras nos costó quince o veinte años llegar a finales europeas, y destruir cuesta muy poco. Se destruyó muchísimo cuando se perdió el altísimo nivel de los equipos valencianos, del Bera Bera y de algún otro equipo, y vamos a ver si lo que ha pasado es un lapsus -no estaba Carmen Martín, no tenemos a las Macarena Aguilar, Marta Mangué- y la generación que viene tiene la calidad necesaria. ¡Ojalá que volvamos a los éxitos!

Porque venimos de la mejor generación de jugadoras de la historia del balonmano español.

Y eso no fue casualidad, se trabajó.

Precisamente el éxito del balonmano femenino español se debió, en gran parte, a la profesionalización. Los equipos de la máxima categoría (ABF) eran muchos de ellos profesionales. Algunos, como el Astroc Sagunto, con presupuestos superiores a muchos equipos masculinos de Asobal.

Ha habido jugadoras que han ganado mucho dinero. Yo he tenido jugadoras que han ganado 80.000 euros netos al año. El éxito no se puede conseguir sin talento, pero el talento tiene que ir acompañado por horas de trabajo, y eso sólo te lo permite la dedicación exclusiva. Ten en cuenta que en el equipo que ganó la Copa de Europa en 1997, excepto Morskova como jugadora de campo y Bogdanova en portería, todas eran jugadoras españolas. Además había una rivalidad deportiva enorme pero sana con equipos como el Elda de Ángel Sandoval, que también trabajaba muy bien. Era una época de gran fidelidad en la que una jugadora de Elda era de Elda y no había ninguna posibilidad de que viniera con nosotros, igual que una jugadora nuestra, ya fuera en la etapa de L'Eliana o de Sagunto, era muy difícil que se marchara a un rival directo. Desde luego, aquella fue la edad dorada del balonmano femenino español.

¿En qué contribuyó Cristina Mayo a esa revolución en el balonmano femenino español?

Yo soy una persona dispersa, pero cuando me ha interesado algo sí que he tenido la capacidad de centrarme al cien por cien, y adoraba el balonmano, que era mi deporte, y tuve la capacidad de ver cómo se jugaba en el mundo y de comparar cómo se jugaba en España, y aquí no se estaba haciendo bien. En todo el mundo se jugaba con muchos cambios de posiciones, desdoblamientos en segunda línea, transformaciones, muchísima circulación, cruces, contra-cruces... En cuanto tuve la ocasión de dirigir, empecé a cambiar cosas, como la anticipación, o introduciendo un nuevo concepto del contraataque. He aprendido mucho de los grandes países y, sobre todo, de Escandinavia.

¿Con qué se queda usted en todos estos años?

Con las jugadoras, a las que quería y respetaba. Eran mi equipo, mi grupo, mi familia. Y más allá, con Ramón Cervera. Fue un visionario y hace más de cuatro décadas se atrevió a apostar por el balonmano femenino y por patrocinar un equipo, el Iber Valencia, durante doce años. En Sagunto me encontré con José Ramón Gascó, otra gran persona. Y todo ello sin olvidar que hemos luchado mucho, con épocas en las que estábamos compitiendo en Europa al mismo tiempo que luchamos por no desaparecer.

¿Usted fue una entrenadora de éxito, que consiguió numerosos títulos en España y en Europa, llegó a ser seleccionadora, pero no le hubiera gustado entrenar a un equipo masculino de Asobal?

No, en absoluto. Como ya te he dicho no me gusta el balonmano masculino, es otro deporte.

¿Le queda clavada alguna espinita en toda su trayectoria en el mundo del deporte?

Nunca pude hacer una gran escuela de balonmano, con mis ideas en lo técnico, en lo táctico, en los social, y poder entenderlo y transmitirlo. En Iber no interesó nunca ese tema; en L'Eliana había una escuela que ya funcionaba y fue imposible colaborar con ellos; y en Sagunto tampoco pudo ser. No me lo pusieron fácil, y yo tal vez estuve siempre demasiado centrada en el primer equipo.

¿Se siente suficientemente reconocida por el balonmano español?

¿Qué es sentirse reconocida? Yo creo que entre la gente que ha ido a ver los partidos y nos ha querido, y para la gente con la que he trabajado, me siento muy reconocida, todos los días y muchísimo. Ahora bien, pienso que este país, si no lo pides y no te arrastras un poquito, olvídate de que se acuerden de ti. En España, la gente que ha tenido algo que decir cuando estaba trabajando, cuando ya no está en el foco desaparece del mapa. Aunque quede el legado, y eso es incuestionable, éste es un país desagradecido. En el modelo anglosajón se admira al que triunfa, mientras que aquí no gusta la gente que lo ha hecho bien, porque a quienes están arriba no les gusta que les digan cómo se deben hacer las cosas, y eso me apena, porque se pierde la experiencia de muchas personas que podrían aportar especialidad y calidad.

Usted vivió la época dorada del balonmano femenino español, con pabellones polideportivos llenos. Ahora, esa 'revolución' parece que ha llegado al fútbol, con miles de personas que llenan grandes estadios, como el Camp Nou, Anoeta o el Metropolitano para ver un partido femenino. ¿Ha habido un cambio de percepción?

La liberación de la mujer está llegando a todos los ámbitos. Antes una niña tenía muy difícil jugar al fútbol, porque incluso estaba mal visto. De una chica que tocaba un balón se decía de todo. Sin embargo, se han eliminado tabús y ahora son los padres (los hombres) los que llevan a sus hijas, que quieren jugar, a los entrenamientos y a los partidos, y las animan a que lo hagan, y son muy buenas. Juegan muy bien, con una calidad tremenda, e incluso tácticamente son mejores que los hombres.

Sin ir más lejos, tuve la oportunidad de ver el pasado Mundial femenino, que se jugó en Inglaterra, en Londres, donde vivo parte del año, y en la televisión inglesa se daban, no sólo los partidos, sino también las previas, los pospartidos, abrían los informativos, aparecían en las portadas de periódicos como The Guardian, The Sun, The Times... Yo, que he luchado por la visibilidad de las mujeres, porque se nos respetara, he visto lo que he visto y se me caía la baba. He sentido envidia, pero es verdad que se nota que hay más respeto por la futbolista, y las mujeres también se están incorporando cada vez más como espectadoras, lo que es algo muy beneficioso para el deporte. Y por supuesto, ha habido inversión, lo que favorece la profesionalización.

Estamos ante una sociedad totalmente mercantilista en la que el dinero es lo único que vale

Aprovechando que ha sacado el tema del Mundial de Inglaterra. ¿Qué opina de que la FIFA concediera la organización del Mundial masculino, el mayor acontecimiento deportivo junto a las Olimpiadas, a un país como Qatar, que no se distingue precisamente por el respeto de los derechos humanos y, sobre todo, de colectivos como el LGTBI o las mujeres?

Estamos ante una sociedad totalmente mercantilista en la que el dinero es lo único que vale. No se puede permitir esa agresión constante a las mujeres, que incorporan a la sociedad valores como la comprensión, la paciencia, el perdón, la compasión, la confianza en los procesos y no en los resultados finales... Recuerdo una jugadora de ajedrez que renunció a jugar en Arabia Saudí por dignidad [la ucraniana Anna Muzychuk, campeona mundial de ajedrez rápido, rechazó jugar el Mundial en Riad en 2017 por principios]. Aquí ha podido el dinero y hay mucha hipocresía. Estos eventos son ejemplarizantes, y cuando tú le das un acontecimiento de esta envergadura a un país que no respeta a las mujeres, le haces un flaco favor a la sociedad. Qué miedo le tienen en esos regímenes a las mujeres, que han demostrado en lugares como Escocia, Finlandia o Noruega, con primeras ministras al frente de sus gobiernos, que pueden llevar a sus países a la vanguardia. Somos eficaces y tan capaces como cualquiera. No me gusta ni el presidente de la FIFA ni todos aquellos que han consentido dar un premio, como es la celebración de un Campeonato del Mundo de fútbol, a un país que es muy irregular. Al menos, nos quedan gestos como el de los jugadores iraníes apoyando a sus mujeres en un país que, no hace tanto, era socialmente muy europeo y que ha sufrido un importante retroceso en lo que a los derechos de las mujeres se refiere.

En estos últimos años se ha avanzado mucho en el papel de la mujer en la sociedad, pero todavía queda mucho por hacer...

Lo que voy a decir va a contracorriente y va a espantar a mucha gente, pero recuerdo que hace unos treinta años, cuando era profesora del INEF (Instituto Nacional de Educación Física), vino una noruega a dar una conferencia sobre educación, y fue la primera vez que oí decir que la coeducación de chicos y chicas había supuesto un atraso para las mujeres. Y hoy día sigo pensándolo. En los centros segregados, las niñas no tienen que luchar por su espacio. Es cierto que ambos sexos deben convivir, pero creo que el compartir centro perjudica a las chicas... y probablemente a los chicos también en algunos aspectos. Que se inventen otros espacios de convivencia que no sean las aulas hasta los 17 ó 18 años. Yo soy una persona feminista y progresista, he peleado mucho por la mujer y lo seguiré haciendo hasta que muera, pero en este aspecto lo tengo muy claro, la educación separada por sexos beneficia a las mujeres, sobre todo en la adolescencia.

Y socialmente se ha avanzado muchísimo. Te voy a contar algo que me pasó a mí. Yo estuve en una comisión de género en la universidad, fui a las reuniones, pero el que constó cuando se redactó la memoria fue un hombre, un compañero de la Facultad de Ciencias del Deporte. Me lo hicieron a mí, que he sido tremenda. En esa comisión se habló de que había más profesoras que que profesores, sin embargo, había más catedráticos que catedráticas, más jefes de departamento que jefas, más hombres que mujeres en los decanatos o rectorados... Estamos en lo de siempre, en cualquier sector en la base de la pirámide hay más mujeres, pero en la cúspide aparecen principalmente hombres. Y se siguen viendo por la calle jóvenes que les hablan mal a sus novias... Yo confío en que cuando se dan pasos hacia atrás, que se dan, éstos se contrarresten con importantes saltos hacia adelante.

Para finalizar, ¿Cristina Mayo se considera una activista?

No, ni mucho menos. Tengo las ideas muy claras, soy una luchadora. Colaboro con diversas causas, porque me gusta ayudar, pero donde no me quieran, que no me busquen.

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