Este llamativo titular trata de alertar sobre la tendencia a equiparar la innovación con los avances en una determinada área tecnológica, ciertamente transversal y avasalladora, la digital.
Nos encontramos ante una situación paradigmática. Por una parte, se extiende la visión de la innovación como un concepto amplio, transversal, que abarca cualquier actividad de la empresa y que trasciende al ámbito social. En consecuencia, el espectro de las innovaciones y su alcance se ha ampliado sustancialmente en las últimas dos décadas.
Sin embargo, por otra parte, un único tronco tecnológico concentra buena parte de lo que el mercado y la sociedad entiende por innovación. Se trata de la tecnología digital, abanderada de un cambio de paradigma tecnológico que se inició a finales de la década de los 90, capitaneado por la irrupción de internet y su reinvención tras el estallido de la burbuja .com, la imparable marea que ha supuesto la telefonía móvil y cómo no, el tsunami de las redes sociales con su tremendo poder transformador. Sus artífices son bien conocidos: Google, Apple y Facebook, las tres originarias de la Bay Area de San Francisco, más conocida como Silicon Valley.
La era digital pivota en torno a estos tres ejes, tan potentes y omnipresentes que eclipsan el resto de avances tecnológicos y absorben casi todo el interés de los emprendedores e inversores. Hagan una encuesta en cualquiera de los 50 primeros hubs emprendedores a nivel mundial y comprobarán que no menos del 80 % de sus proyectos empresariales pertenecen o están muy vinculados al macrosector digital.
Si en el ámbito emprendedor el dominio es atronador, el impacto a nivel de grandes corporaciones ha sido fulminante y en menos de 20 años, de haber apenas dos o tres en el top 20 de las primeras corporaciones a nivel mundial, ahora se contabilizan hasta 15 empresas tecnológicas, casi todas vinculadas al binomio internet-móvil.
La ramificación de la “innovación con raíz digital” está impulsando el surgimiento de nuevos modelos de negocio, la mayoría concebidos para que los tentáculos de la tecnología reina actual lleguen a todas partes y nada escape a su poder y control, desde las compras hasta el ocio o las relaciones sociales.
Ningún sector se libra de la carrera hacia la digitalización, pero lo preocupante es el poco espacio que queda para las innovaciones no alineadas con ella. Resulta paradójico comprobar que el rápido avance de las tecnologías de la era digital se contrapone con una ralentización en otras tecnologías como las vinculadas a las plantas manufactureras, cuyos procesos productivos han variado poco desde hace 20 o 30 años, y lo que ha cambiado son los países donde se ubican estas factorías, intensivas en mano de obra abundante, barata y precaria.
Los avances en el ámbito industrial llegan de la mano de la robotización y la inteligencia artificial, dos campos íntimamente ligados a las tecnologías digitales, como también lo están los sistemas de monitorización y control en las plantas, conocidos con el incipiente término de industria 4.0.
Por el contrario, sectores con gran peso en la economía y el empleo, como la construcción, la alimentación, la agricultura o los sectores manufactureros tradicionales, siguen abonados al lento avance que marca la “mejora continua” y se ven incapaces de sacar adelante innovaciones de mayor impacto y alcance.
¿Por qué determinados sectores o actividades crecen e innovan de forma continuada de la mano de las tecnologías digitales mientras que otras son casi abandonadas por la innovación? A continuación, expongo mi hipótesis, que amplío en mi novela empresarial de descarga gratuita, “Elegidos o atrapados”.
Hemos pasado de la ley del mercado a la dictadura de los inversores, conectados a un grupo de compañías dominantes, todos ellos ubicados en una zona muy concreta, el Silicon Valley (SV) o, mejor dicho, la Bahía y valle sur de San Francisco.
Pues bien, los inversores de SV, conocidos como los VC (de Venture Capital) invierten mayoritariamente en lo “big hot”: modas, tendencias que duran muy poco tiempo. Estos inversores, que a priori parecen tan profesionales, en realidad apenas conocen a las empresas en las que invierten. Ellos entienden de mercados, no de tecnología y en los mercados se guían por modas. Se fían de aquellos activos en los que invierten los demás, aunque no lo entiendan. Se dicen: si “tal y tal” invierten en ese tipo de negocio, nosotros también, por si acaso.
Tomando las palabras de un emprendedor español que conocí allí, los VC de SV son como un rebaño de ovejas que actúan con efecto dominó: Lo “trendy” sube, atrae interés rápidamente de muchos inversores, y pronto decae. Es el caso de Whatsapp, tras su multimillonaria venta esa actividad ha dejado de estar de moda. El ciclo acabó y los inversores se afanan por encontrar nuevos mercados, nuevos nichos emergentes. Eso sí, sin salirse del gran paraguas que representan las tecnologías digitales. En los negocios con base digital, ya sean plataformas online, APPS, wearables o big data, los inversores de SV en general desconocen qué hace el producto o la tecnología, ni les importa. Sólo se fijarán en si hay users y en que el mercado sea considerado “hot” porque significa que habrá nuevos inversores ávidos por entrar en ellos y poner dinero.
A los VC sólo les importa que la empresa consiga clientes con rapidez, infle su valoración y que sus acciones tengan una venta fácil y rápida.
Los emprendedores y especialmente los VC de SV son la referencia y, por supuesto, a ellos no les importa lo que funciona en el resto del mundo. Van por delante, marcan las tendencias y deciden qué tecnologías y áreas de negocio han acabado su ciclo y cuáles lo inician.
Así, desde su punto de vista, las aplicaciones para websites son el pasado, aunque a nivel internacional sea un mercado creciente con enorme potencial y con gran recorrido por delante. Sólo les atrae lo que tiene gran mercado allí, en SV, o a lo sumo en USA.
El emprendedor americano en SV se cree el rey, y precisamente ahí radica una debilidad sustancial y poco reconocida: su dificultad para descubrir más allá de lo que marca el sistema, una creatividad limitada y un desconocimiento de potenciales productos que podrían triunfar en USA inspirados en la experiencia de otros países.
Su prioridad hacia las modas que marcan los inversores deja mucho espacio libre para oportunidades que otros emprendedores y compañías sólo podrán vislumbrar, si miran más allá de lo que “funciona” y es tendencia en SV y USA en general. Al contrario, para detectar y posicionarse en estas oportunidades de mercado conviene abrirse a la innovación en áreas y formatos distintos a los que marcan las tecnologías digitales.
Hay infinidad de nichos e incluso sectores completos con amplio espacio de mejora y, por tanto, terreno abonado para la innovación. Son actividades que los americanos desdeñan porque no son relevantes, no les ven una rentabilidad suficiente o simplemente su cultura o hábitos les impide descubrirlos. Existe multitud de servicios y productos que se encuentran más avanzados en Europa que en USA, y que cuentan con la ventaja de la existencia de poca o nula competencia por parte de los emprendedores americanos que se sienten incompetentes para desarrollar soluciones para unas actividades que desdeñan o en las que no han reparado.
Mi listado de oportunidades de negocio claras en la Bay Area de San Francisco y en muchas otras zonas de USA es extenso. Dejo aquí unos pocos ejemplos ilustrativos que saltan a la vista de cualquiera tras apenas unos días por la Bahía:
Restauración: ¿Cómo se explica que los restaurantes ofrezcan una variedad tan limitada, sabores y formatos tan similares y a unos precios tan altos que ni los salarios ni la “rent” por si mismos justifican?
Supermercados: Enorme es el potencial de mejora en la gestión y conveniencia de los supermercados, que todavía no han descubierto las marcas blancas y aplican una logística muy mejorable, cuyo avance repercutiría en una significativa reducción de precios para el consumidor.
Fitness: Comparados con los standares de España, los gimnasios y espacios fitness en California son, en general, pequeños, descuidados y caros, con precios que en San Francisco fácilmente cuadriplican las cuotas en España.
Labrarse una identidad propia, salirse de los terrenos que marca el angosto circuito de la inversión capitaneada por SV y apertura de miras. Estos son ingredientes esenciales para activar de nuevo el potencial de la innovación en un buen número de sectores actualmente eclipsados por la marea digital. Si el dinero de los inversores fluyera hacia actividades como la agricultura, la alimentación, el bienestar social o el turismo, y estuvieran dispuestos a apoyar proyectos que impliquen avances en aspectos clave como la calidad, productividad, servicio, fiabilidad, la innovación se reactivaría y recuperaría su carácter transversal y transformador del conjunto de la actividad productiva, económica y social.
En definitiva, con estos ejemplos simplemente quiero poner de relieve que más allá de los ámbitos tecnológicos, que hipnotizan a la gran mayoría de nuestros jóvenes emprendedores, existen oportunidades de mercado y un amplio potencial para innovar en sectores y negocios tradicionales. Pero, ¿cómo conseguir reactivar la innovación en estos sectores más tradicionales de una forma efectiva, aprovechando el tirón del emprendedurismo y el boom de las start-ups?
En una siguiente entrega, la semana próxima, desarrollaré en esta columna el análisis de los beneficios que reportan los programas de emprendimiento que se articulan como dinamizadores de innovación hacia empresas y sectores existentes.
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