Lamentablemente sigue creciendo la brecha entre las necesidades sanitarias, socio-laborales y económicas y las respuestas acertadas que se están dando desde la política. Con ello, fruto de la improvisación reactiva, no dejamos de descender a lo largo de otro maldito círculo vicioso, que en el corto empeora la situación y en el largo agrava sus consecuencias.
En estos momentos de emergencia, con unos recursos y un instrumental como nunca antes los había dispuesto la humanidad, sorprende la lentitud y la falta de coordinación y cooperación de las políticas implementadas por las distintas administraciones.
En estos momentos de emergencia también emerge lo mejor y lo peor de la humanidad. Por fortuna, prevalecen los héroes sobre los villanos y lo meritoso sobre la mediocridad. Así lo reconocen y agradecen los aplausos de las ocho de la tarde en pueblos y ciudades. Son las mejores instantáneas del presente.
Sin embargo, dependiendo del acierto de la política, de sus medidas y de su nivel de apoyo, en estos momentos de emergencia también nos estamos jugando el rumbo de nuestro futuro.
La Unión Europea, si de verdad quiere dejar de ser un mero proyecto de ámbitos aislados y convertirse en la auténtica Europa de sus ciudadanos, debe demostrarlo ahora. La falta de unidad en cuanto a los eurobonos y el retraso en la implementación de un gran plan de choque a la altura del desastre es más que un síntoma de la latente desunión, y puede ser la causa del principio del fin. Otros enclaves económicos -al Este y al Oeste- se alegrarían de que la cuna de la civilización occidental, de la democracia y del Estado de Bienestar sucumbiera a este ataque y dejara, para siempre, el tablero geoestratégico en manos de otros intereses. Llegado a este momento de la historia económica, las alternativas al modelo europeo continental son tan conocidas como indeseables.
También España debe actuar con mayor agilidad, criterio y contundencia. También aquí debe prevalecer el interés general, no partidista, y la colaboración y la cooperación entre territorios y administraciones. La historia ha demostrado que la unión despliega en nuestro país un mundo de sinergias y éxitos encomiables. La desunión, sin embargo, nos debilita y nos encauza hacia niveles de insignificancia y pérdida de oportunidades.
En estos momentos de emergencia, los ciudadanos, en calidad de trabajadores, empresarios, pensionistas y estudiantes, no sólo vamos a ser sujetos pasivos de las decisiones de los políticos y las instituciones, sino que sabremos valorar sus aciertos y sus errores. Los ciudadanos hemos cedido soberanía, libertades y recursos (todo el sistema se sostiene con nuestros impuestos) para que los gestores públicos nos protejan, nos faciliten la vida y aseguren nuestro futuro y el de nuestros descendientes.
Cuando esto acabe -que acabará-, los ciudadanos seremos más consciente de las verdaderas prioridades personales y públicas. La autocrítica se extenderá a todos y cada uno de nosotros, y los grados de exigencias hacia la política y las instituciones serán más elevados.
Por todo ello, y porque la razón y el corazón se resisten a caer en el desafecto hacia la política y las instituciones, es imperativo que se reinstaure la POLITICA con mayúsculas.
Una política fiscal, temporalmente desencorsetada de objetivos de déficit y deuda, que haga frente al doble shock de oferta y demanda y prepare a los agentes económicos para su pronta recuperación.
Una política tributaria que rebaje temporalmente la presión fiscal y provea en el medio y largo plazo de los recursos necesarios para sostener el Estado de Bienestar. Ya no caben países fiscales en este pequeño planeta; y el recorrido de la progresividad no debe cebarse en las clases medias.
Una política monetaria amplia y profunda, que ofrezca de inmediato liquidez a empresas y autónomos, evite el colapso en la cadena de pagos y, con ello, la insolvencia y destrucción de parte del tejido productivo. La mayor parte de la financiación para dotar un gran Plan UE puede y debe cubrirse con la emisión de eurobonos, en los que el riesgo debe mutualizarse entre los países miembros.
Una política comercial que proteja y difunda los más altos estándares sanitarios, laborales, medioambientales y técnicos.
Y una política industrial que, a través de la innovación, la digitalización y la robotización, resitúe sus ramas productivas en los niveles de competitividad más altos del planeta y sea catalizador de un modelo económico más inteligente y sostenible.
Estas son sólo algunas de las políticas de carácter económico que deben conformar la gran política que necesitamos y merecemos los ciudadanos españoles y europeos. Hay otras, como la educativa, la de I+D+i, la social, la medioambiental, la de defensa… Pero insisto, todas ellas coordinadas y coherentes con una gran POLITICA que, para ser eficaz, deben contar con el criterio, las herramientas y los recursos la altura de esta nueva y crítica realidad.
*Ricardo Miralles, técnico
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