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Cullera Arena: un proyecto cuestionado

16 de septiembre de 2022 19:57 h

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En mi anterior escrito ¿Rescatar las playas del fondo del mar?   daba cuenta del inquietante anuncio del Ministerio para la Transición Ecológica -en pleno agosto- de un megaproyecto para extraer arena del fondo del mar, a 10 km de distancia de la costa de Cullera. Material que sería después trasladado a una veintena de playas que se encuentran en situación crítica. Tiempo estimado para la realización, 10 años, y un presupuesto, cabe decir siempre inicial, de 1.247 millones de euros.

La arena se ha convertido, según el documental Un mundo sin arena (disponible en Internet) en el segundo recurso más explotado del planeta (como material de construcción y para muchas aplicaciones más). El mismo documental recuerda que las playas son el principal escudo que protege nuestras costas, y que el proceso erosivo del litoral es ya un fenómeno universal causado por factores asociados fundamentalmente al Cambio Climático: una cuarta parte de las costas del mundo han desaparecido.

Es en este contexto donde llama la atención un proyecto como el anunciado para Cullera, sometido de entrada a un inaceptable procedimiento de información pública, en pleno estío, cuyo plazo de alegaciones, un mes,  terminó el pasado 12 de septiembre.

Un improvisado equipo de voluntarios, especialistas en ecología y derecho ambiental*, se puso en marcha para analizar los varios centenares de páginas de que consta el proyecto y su estudio de impacto ambiental. Como resultado, un conjunto de alegaciones que fueron presentadas en tiempo y forma. (¿Cuáles han sido las respuestas de nuestras administraciones locales y autonómicas?)

He aquí algunas reflexiones al hilo de los argumentos que hemos utilizado para solicitar la retirada del proyecto.

1. El proyecto Cullera apuesta de nuevo por una experiencia fracasada, acumulada en los últimos cuarenta años: aportes de arena e intento de fijación, sobre todo, mediante espigones. No se trata de una mera suposición: las lecciones aprendidas y datos de estudios científicos demuestran de forma incontestable que, para zonas como las afectadas, precisamente la acción de relleno de las playas supone una actuación completamente ineficaz.  Así se ha instalado en la opinión pública costera la percepción de que muchas de las operaciones de relleno de playas arruinadas por las tempestades solo se mantienen efectivas hasta el siguiente temporal.

Dichas prácticas dilapidan ingentes cantidades de fondos submarinos. Por tanto, quizás habrá que aceptar la irreversibilidad de algunas pérdidas y centrarse en contener el retroceso de la línea de costa. En nuestro litoral, el equilibrio dinámico entre aportes de los ríos y la acción del oleaje, hace tiempo que se rompió por la disminución de los primeros y por temporales cada vez más agresivos.  Así que deberían abandonarse las políticas de extracción de arenas de fondos marinos y canteras para posteriores aportes a las playas. 

2. La actuación proyectada sigue priorizando la visión de la costa como espacio de ocio y turismo, favoreciendo  la ocupación del dominio público por actividades recreativas y no como un ecosistema vivo, continuo, activo, difícilmente parcelable.

En esta línea, sorprende la ligereza con que se despachan los posibles impactos que las obras puedan tener sobre un importante sector económico: la pesca.

En un momento en que la soberanía alimentaria resulta prioritaria en el contexto ecoclimático y energético actual, resulta vital relocalizar la producción y evolucionar hacia modelos de «kilómetro cero» y sostenibles. Y en ello, un recurso totalmente vital es la pesca que se realiza en zonas como las afectadas por las extracciones. Actividad, no hace falta mucha imaginación, que se verá fuertemente afectada por el trasiego continuado -recordemos, al menos durante 10 años- de extracción y transporte de material sólido: turbidez de las aguas, ruido de máquinas y motores…

Por el contrario, el modelo turístico imperante en las zonas de destino no constituye un recurso de primera necesidad, impone un retorno económico bajo y a su vez, unos impactos ingentes en recursos limitados (agua, energía) infraestructuras de comunicación y, por supuesto, ocupación de una costa totalmente superada en su capacidad de carga.

Todo ello viene a contestar lo inapropiado de las estimaciones que realiza el proyecto sobre la actividad turística en comparación con la pesquera, ya que obvia todos los costes indirectos y externalidades del turismo implantado en la zona.

3. Además de estos argumentos de fondo, el proyecto Cullera infringe el procedimiento de evaluación ambiental y esquiva importantes directivas ambientales. Ahorro al lector los detalles de estas insuficiencias. Ya estamos acostumbrados a que la Administración intente sortear o suavizar este esencial trámite, que para determinados sectores económicos resulta, abiertamente, molesto.

Baste con señalar, además, que a pesar del importante trasiego que podría generar el proceso de dragado y transporte de materiales, en el documento no se hace ningún cálculo de las emisiones totales de gases contaminantes y de efecto invernadero producidos por la obra, dado que prevé el uso de maquinaria basada en combustibles fósiles y supone desplazamientos de materiales hasta a 200 km de distancia del punto de extracción, a lo largo de un mínimo de 10 años.

Digamos, para finalizar, que el proyecto Cullera se plantea en un marco nada favorable para este tipo de experimentos. La elevación del nivel del mar se cuenta entre las principales amenazas del Cambio Climático, como insiste una y otra vez, por cierto, el decreto del 1º de agosto pasado de modificación del Reglamento de Costas.

Parece que el Ministerio ha intentado, con este proyecto, responder a la presión de los ayuntamientos costeros, que a su vez soportan el apremio de sus vecinos ante la situación de crisis de su frente litoral. Y también, puede que se trate, sin más, de satisfacer la (permanente) presión del sector de construcción de la obra pública.

Por todo lo visto, parece más razonable actuar directamente sobre las múltiples causas que impulsan la erosión de la costa, promoviendo la recuperación y regeneración de todas las zonas dunares y de las praderas submarinas de fanerógamas. Y en la medida de lo posible, proceder a la eliminación de algunos espigones y otras barreras impermeables al paso de sedimentos para favorecer su circulación natural hacia las playas situadas al sur.

La solicitud de retirada del proyecto Cullera nos parece una opción plenamente justificada, para dar paso, en su lugar, a la elaboración de un plan integral para el conjunto de las unidades geomorfológicas afectadas por problemas de erosión y daños a los ecosistemas litorales, independientemente de las fronteras administrativas locales o autonómicas.

Cabe esperar, por tanto, un debate amplio, escuchar opiniones independientes y especializadas, comprometer a todas las administraciones implicadas, con el objetivo de salvaguardar el patrimonio común de nuestras costas, más allá de la visión mercantilista dominante.

*Agradecimiento especial a Pau Monasterio, Yolanda Monroig, Pablo Vera, Lucía Moreno y Salvador Martínez Tarín

En mi anterior escrito ¿Rescatar las playas del fondo del mar?   daba cuenta del inquietante anuncio del Ministerio para la Transición Ecológica -en pleno agosto- de un megaproyecto para extraer arena del fondo del mar, a 10 km de distancia de la costa de Cullera. Material que sería después trasladado a una veintena de playas que se encuentran en situación crítica. Tiempo estimado para la realización, 10 años, y un presupuesto, cabe decir siempre inicial, de 1.247 millones de euros.

La arena se ha convertido, según el documental Un mundo sin arena (disponible en Internet) en el segundo recurso más explotado del planeta (como material de construcción y para muchas aplicaciones más). El mismo documental recuerda que las playas son el principal escudo que protege nuestras costas, y que el proceso erosivo del litoral es ya un fenómeno universal causado por factores asociados fundamentalmente al Cambio Climático: una cuarta parte de las costas del mundo han desaparecido.