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Trabajo por entradas: el voluntariado de los festivales de música, en el punto de mira de la inspección laboral

Los grandes festivales de música, que llenan los escenarios de España en verano, cuentan con centenares de voluntarios entre sus filas para hacer labores como control de entradas o limpieza del recinto. Jornadas de 8 o 16 horas, dependiendo del evento y distribuidas según indique la organización a cambio de comida, agua y entradas para ver a los grupos que actúen cada año. Trabajar por entradas.

Muchos voluntarios denuncian su situación a través de las redes sociales o blogs, pero, en caso de prácticas irregulares, luego no llegan a formular una denuncia ante la inspección de trabajo o llevan los casos a los sindicatos. Otros tantos destacan estos trabajos como experiencias positivas y se constituyen grupos por las redes sociales para convencer a más personas de realizar estas labores.

La Inspección de Trabajo está especialmente vigilante durante los últimos años con estas empresas. La pasada semana, motivada por la denuncia de un sindicato, personal de la inspección acudió al festival DreamHack de Valencia para ver si estaba utilizando como trabajadores a 100 voluntarios de la denominada 'crew'.

Respecto a las malas prácticas, la CNT, que sí advertía hace años de esta situación precaria, recuerda que sin denuncia no se puede actuar. Hace diez años, el sindicato alertaba de que la figura del voluntario en los festivales de música “enmascara el uso de mano de obra gratis”. Los sindicatos de música llevan varios años criticando a los festivales por estas prácticas, instando a los trabajadores y a los voluntarios a que denuncien las situaciones que consideren cuestionables.

La agrupación de sindicatos Frente Pop, que aglutina a cinco asociaciones, ha puesto en marcha iniciativas como #FestiLeaks o #Trabajoporentradas para recopilar denuncias sobre malas prácticas y elaborar un informe a finales de año, así como llevar a la inspección de trabajo las faltas que aprecien.

El responsable de la sección musical de la CNT en Madrid explica que su postura “es radicalmente contraria a esta figura que quita puestos de trabajo a cambio de unas labores mal remuneradas y precarias (...) en festivales que mueven tanto dinero es insultante”, recalca el portavoz.

Recaudación

En algunos festivales como el Download, el Low o el FIB, los voluntarios tienen que pagar una fianza -suele ser el precio de un abono, 160 euros en el FIB, 50 euros en el Low y 170 en el Download- si tienen que trabajar los últimos días del festival, ya que les entregan la pulsera antes, para evitar que no se presenten en su puesto. La fianza se devuelve al finalizar el evento.

Los voluntarios controlan entradas y ponen pulseras, están en los puntos de información, limpian las zonas de acampada o hacen las bolsas de bienvenida -welcome packs-, según explican, además de otras funciones sobrevenidas. Por ejemplo, en la edición del Arenal Sound que acabó en inundación, los voluntarios tuvieron que retirar el agua del camping. Las quejas van en función del puesto que se les asigne.

Al ser voluntarios, no cobran por el trabajo realizado, firman un contrato cuya copia se queda la organización del festival y su trabajo tiene una duración de 16 horas, repartidas en dos o tres jornadas, en función del puesto. El portavoz de la CNT recuerda que, según el Estatuto de los Trabajadores, el pago en especie no puede superar el 30% de la remuneración.

Los voluntarios que han hablado con eldiario.es explican que la organización, en caso de eventos como el FIB, sí les pide el número de la seguridad social y reciben un curso de prevención de riesgos laborales de una media hora. Proporcionar los datos y asistir al curso es indispensable para trabajar en este festival. A cambio, la organización les ofrece la entrada, una comida por jornada, bebidas y “contar con valiosas horas de experiencia como voluntario en uno de los eventos culturales más importantes de la provincia”.

Las organizaciones de los festivales defienden que el trabajo de los voluntarios se limita a cuestiones auxiliares y excluye asumir labores técnicas, de riesgo o de responsabilidad en cualquiera de los ámbitos del festival.

“La clase trabajadora no puede permitírselo, bien por el pago de la fianza o por estar varios días trabajando sin cobrar”, recuerda David García Aristegui, portavoz de CNT. Los sindicatos de músicos valencianos no tienen constancia de que se hayan presentado denuncias en la Inspección de Trabajo, pero condenan el exceso de voluntarios. “No puedes aprovecharte de la gente a la que le gusta la música”, apunta el portavoz del SIMUV, que considera que los voluntarios “deberían ser un porcentaje mínimo, con contraprestación económica”.

El año pasado, el diario El Confidencial publicó tres testimonios de camareros que relataban la cara menos amable de trabajar en el festival, donde estos trabajadores reconocían que “los peor parados son los voluntarios, que recogen basura de los 'fibers' también en turnos de doce horas. Algunos cobran algo, otros lo hacen a cambio de acceso al festival”. “”También es triste ver a los chicos que pululan por el recinto con una mochila de veinte litros de Heineken“, añadían en declaraciones al citado diario. Un año antes, varios trabajadores del Marearock denunciaron que estaban trabajando sin contrato y en los madrileños Download y Mad Cool se denunciaban jornadas abusivas que no respetaban los tiempos de descanso.

Las administraciones públicas colaboran gustosamente con estos eventos por lo que suponen para el posicionamiento de sus territorios en mercados extranjeros. Para Castellón, el FIB trae a miles de británicos y franceses, que luego repiten su visita; más de la mitad de los asistentes al festival son extranjeros y buena parte de sendas nacionalidades.

Según la organización, con datos que apoya la Diputación provincial, la última edición generó un impacto de 50 millones de euros en la provincia y el 100% de ocupación en hoteles y campings cercanos al festival, además de 1.300 personas empleadas y 700 periodistas acreditados. El Arenal Sound cerró 2017 con 300.000 asistentes en seis días y un impacto económico de 41 millones de euros, según sus propios cálculos.

Las Universidades también colaboran en estas prácticas. El FIB tiene acuerdos con la Universitat Jaume I por la que desde el consejo de estudiantes se sortean buena parte de las plazas para voluntarios; así como el Rototom, que en su última edición colaboraba con cuatro centros, mientras que el Arenal Sound tenía colaboración con la Universitat Politécnica de Valencia.