El voto inútil

Cada vez que se acercan elecciones empiezo a temblar por dos motivos. Primero porque vivo temerosa de que me llegue la carta para formar parte de una mesa electoral. Puede que sea nuestro deber como ciudadanos pero admitámoslo, es un coñazo. La otra razón de mi nerviosismo tiene que ver con un peligro aún mayor. Que no se malinterpreten mis palabras porque las explicaré a continuación. Lo digo de antemano, antebrazo y ante cualquier otra parte del cuerpo. El peligro al que me refiero es al ejercicio del voto de manera irresponsable. El pasado domingo sólo pude aliviarme de uno de mis temores.

Vaya por delante que mis palabras no son un rechazo a la democracia, más bien todo lo contrario. Mi estima a ella es tal que considero que buena parte del pueblo español cuando llega el día de enfrentarse a una urna está desvirtuando cada una de las letras con las que se construyó la verdad democracia.

Así lo creo, en primer lugar, por los vergonzantes porcentajes de votos que han obtenido PP y PSOE. Que ellos, ambos dos, juntos y revueltos en sus niditos de corrupción, son los causantes de todas y cada una de las desgracias en que vivimos es un hecho objetivo. Puede que mis calificativos no lo sean tanto. El hecho es que ellos de una manera u otra han tenido o tienen el poder, de ahí que el estado de cosas en que vivimos sea su responsabilidad. Ese es un axioma del que sólo puede renegar aquel que ha entregado su conciencia a unas cuantas siglas que nada tienen que ver con su bienestar. Nota a pie de página: síndrome de Estocolmo. O peor, aquel que saca partido del mal ajeno. Nota 2 a pie de página: sociopatía.

Sea como sea, votar PP o PSOE supuso dar el consentimiento a un sufrimiento que se perpetúa. Si estamos mal es porque les interesa que estemos mal. Consentir eso es merecer pasarlo mal. Sabiendo como se sabe ya qué son PP y PSOE, no hay otra explicación. Y las idiotas contras de “y tú más”, “si estuviera otro, haría igual” y “votar a los minoritarios no sirve de nada” no dejan en muy buen lugar intelectual al interlocutor, por frenarme un poco ante el teclado. Sólo recomendaré la búsqueda de un manual de dialéctica.

Por todo ello, por no estar abierto al cambio que objetivamente a nivel de supervivencia necesitamos, el voto a PP y PSOE se convierte en un voto perfectamente inútil.

Del mismo modo, existe otra manifestación de llamémoslo despreocupación ciudadana que en bastantes ocasiones se identifica con el caso anterior aunque no siempre. Hablo ahora de ir a votar sin tener consciencia de aquello que se va a votar, una subcategoría del deporte nacional que es hablar sin saber. Si a pie de urna realizáramos un cuestionario sobre aquello que mueve al elector a depositar su confianza en una determinada candidatura, estoy segura de que el porcentaje de contrasentidos, insensateces y otras heces sería mayor que el de cualquier plató de Telecinco, que ya es decir.

España es el país que más ediciones de Gran Hermano ha emitido. Con eso ya se puede entender el nivel cultural de este país y el punto al que quiero llegar. La gente, esa masa que parece no ser nada pero que acaba por joderlo todo, no tiene ni idea del enorme privilegio que supone poder elegir a tus gobernantes, esos que pueden arruinarte la vida sin saber siquiera de tu existencia. Que se ejerza el voto sin proceso reflexivo previo, que se falte al deber de ciudadano y de persona libre al no hacer uso de las capacidades mentales convierte a quien perpetra estos crímenes en irresponsable y a su voto en inútil.

No trato de imponer mi verdad. Sólo denuncio que mucha gente vive con la verdad que se le ha presentado y no con la suya propia porque ni quiere construirla. Cuando hasta hoy (digo hasta hoy porque cualquier día despertamos con Rajoy como caudillo) podemos acceder a casi cualquier saber pero el saber se ve como una carga, nuestro destino como pueblo está perdido.

Hablaba al principio de mis dos miedos el día de la fiesta democracia. Para huir de la carta, puede que planee cuidadosamente la salida de cuentas de un embarazo para no formar parte de la mesa electoral. Y para luchar contra el voto inútil, tal vez debiéramos empezar por organizar reuniones de “Votantes Anónimos”. Al fin y al cabo, dicen que el primer paso de cualquier problema siempre es admitirlo.