Los 7 errores que cometemos al comprar fresas

Si no ves este contenido puede deberse a la carga en tu dispositivo móvil. Haz clic aquí para recargar la página.

Cuando el invierno está ya a punto de finalizar, empieza una de las épocas más atractivas desde el punto de vista de la gastronomía frutal. Dejamos atrás una temporada invernal de naranjas y otras frutas del frío y empiezan a aparecer en los mercados las tan apreciadas fresas, que viven en esta época su mejor momento.

No solo son atractivas por su aspecto. También son ligeras y de fácil digestión, están recomendadas para personas de todas las edades gracias a su riqueza en vitaminas, sobre todo la C y sus propiedades antioxidantes. Además de sus preciados beneficios, las fresas son muy valoradas porque pueden prepararse de maneras muy diversas, desde macedonias y ensaladas, en infinidad de preparaciones y aliños.

Pero las fresas tienen dos grandes enemigos: el calor y la humedad. Este dúo puede hacer que la fruta pase de estar perfecta a inservible en cuestión de horas. No hay nada más desagradable que hincarle un diente a una fresa insípida y deteriorada. Para disfrutar de las fresas en todo su esplendor hay que elegirlas bien, almacenarlas de forma adecuada y prepararlas sin cometer errores.

Las siete cosas en que debemos fijarnos

Lo primero que debemos tener en cuenta es que nos encontremos en la temporada de la fruta. De esta manera, comprando productos de temporada, nos aseguramos que están en su punto óptimo (en este artículo te explicamos cuáles son las frutas de primavera que no debes perderte). Pero hay otros criterios que no debemos olvidar:

1. No priorizar las de proximidad: aunque su producción en invernaderos nos permite encontrar distintas variedades durante todo el invierno, abril y mayo es la temporada de la fresa y la primavera es cuando las encontraremos más sabrosas. Apostar por las de proximidad, además, nos garantiza que el tiempo transcurrido entre la recolección y la compra es menor, lo que nos asegura una compra más fresca. 

2. Comprarlas en recipientes de plástico porque contribuyen a la humedad y el calor, sus peores enemigos. 

3. Revisar las que están debajo para comprobar que están en buen estado. Como hemos comentado, la humedad y el agua son grandes enemigos, por lo que la presencia de alguno de ellos en el fondo de la caja puede estropear la fruta por condensación. También deberemos comprobar que no presentan hendiduras o golpes porque podría estar defectuosa o estar demasiado madura.

4. No es necesario que las fresas sean muy grandes para que estén sabrosas: el tamaño en este caso no importa mucho ya que dependerá de la variedad y de la propia planta, algo que no influye en el sabor o la calidad.

Lo que hace que una fresa sea más o menos dulce es cuánto tiempo permanece en la planta para que los azúcares puedan desarrollarse por completo. Una vez arrancada, no madura más y el reloj de la frescura empieza a correr.

5. Verificar que estén en su punto óptimo de maduración: es importante que tengan una apariencia fresca, desprendan un buen aroma y luzcan un color rojo intenso gracias a que posean grandes cantidades de antocianina, un pigmento que les da esta tonalidad típica. A medida que maduran, los pigmentos de la fresa se concentran más y se intensifican, lo que indica que una fresa pálida puede ser más sosa o ácida. Por tanto, debemos evitar las fresas que tengan partes blancas o amarillentas. 

6. Prestar atención a las hojas de cáliz: el cáliz debe ser de color verde fresco, no mustio, tiene que tener un color verde potente, lo que indicará que está en su punto óptimo de consumo. Además, debe estar bien unido a la fruta.

7. Olerlas: el olor puede ayudarnos a conocer su estado ya que un ejemplar en su punto óptimo de madurez es intenso.

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines