Alerta ambiental
Alerta por oruga procesionaria: cómo proteger a perros y gatos
Peluda, reptadora y muy peligrosa para perros y gatos. Así es la oruga procesionaria del pino, técnicamente llamada Thaumetopoea pityocampa, un lepidóptero transformado en plaga, que ya campa a sus anchas por las zonas de pinares en España.
“La procesionaria es muy peligrosa para perros y gatos debido a los pelos que recubren su cuerpo y que provocan una reacción alérgica fuerte, incluso necrosante, con muerte de tejidos”, explica Francisco Sánchez, vicesecretario del Colegio de Veterinarios de Sevilla.
La oruga de la procesionaria eclosiona en los pinos en primavera; incluso antes, empujada por el cambio climático. De hecho, el incremento de las temperaturas y la escasez de lluvias han vuelto a adelantar este año la presencia de procesionaria en los pinos, advierte la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (Anecpla).
La procesionaria no solo llega antes y expande su territorio, que ya incluye casi la totalidad del territorio nacional: al ser más numerosa, también actúa con mayor voracidad.
Procesionaria: peligro para perros y gatos
Cuando decimos que la procesionaria es peluda, no es un decir: cada una de estas orugas tiene el cuerpo recubierto por, nada menos, que 500.000 tricomas, que es como se conoce a estas vellosidades: todas listas para liberarse del cuerpo de la oruga, y dejar su toxina allí donde se posen; y hacerlo tan pronto como el insecto sienta que se encuentra en peligro.
Ni siquiera es necesario que perros, gatos u otros animales, (incluidos nosotros, los humanos), toquen la oruga para notar sus efectos: “Cuando la procesionaria se siente amenazada, lanza sus pelos al aire, lo que genera irritaciones y alergias, incluso sin tocarlas; por ejemplo, si alcanzan los ojos”, afirma Jorge Galván, director general de Anecpla.
¿Cómo sé si a mi perro le ha picado la procesionaria?
Nuestros amigos perrunos resultan especialmente vulnerables al contacto con la procesionaria, ya que les gusta olisquear y rastrear el suelo en busca de olores; un comportamiento natural en los perros.
Por eso, es importante reconocer los síntomas. “Lo más frecuente es que provoque un exceso de salivación en nuestro perro y dolor, sobre todo, si ha habido contacto con la boca, la lengua o la saliva”, incide Sánchez.
El veterinario apunta otro síntoma frecuente: la lengua se inflama, lo que se conoce como edema. También puede ocurrir que a nuestro perro se le hinche la cara o los ojos, porque la procesionaria provoca una reacción alérgica en los animales y pica mucho.
Esta reacción alérgica fuerte explica por qué a muchos perros se les hincha la cara. La parte afectada, por ejemplo, un trozo de lengua, puede llegar a caerse, por una muerte del tejido (necrosis). Y, en el peor de los casos, nuestro camarada perruno puede tragar la toxina, lo que le provocaría problemas respiratorios o dificultad para respirar (apnea).
Si no lo tratamos a tiempo, la picadura (o contacto) de la procesionaria puede acabar con la vida de nuestro perro o gato. Bien porque cause un problema inflamatorio tan agudo que acabe en un shock anafiláctico, bien porque las vías se cierren tanto que nuestro amigo peludo no pueda respirar.
¿La procesionaria también es peligrosa para los gatos?
Sí, la oruga de la procesionaria es tan peligrosa para los perros como para los gatos. Pero, a diferencia de nuestros amigos perrunos, los felinos son por naturaleza más cautelosos. Su instinto de supervivencia les dice que deben ser precavidos; lo que les protege algo del ataque de la procesionaria.
“El peligro para los gatos es el mismo; lo que pasa es que ellos son mucho más selectivos que los perros; y no se meten en la boca lo primero que cogen”, dice Sánchez. Cuando se trata de la procesionaria, hay otra protección adicional con la que cuentan la mayoría de los gatos: muchos de nuestros amigos felinos son caseros; lo que físicamente les protege del contacto de la procesionaria, que es una plaga que afecta a las zonas exteriores, como los pinares.
Qué hacer si la procesionaria pica a tu perro
De febrero a abril, el consejo es intentar evitar los paseos con el perro por zonas de pinos. En caso de que esta opción resulte complicada, hay que llevar con nosotros una botella con agua, que tenga un tapón con agujero, para poder expulsar el agua con más fuerza.
“Si sospechamos que nuestro perro ha tenido contacto con la procesionaria, lo primero es lavar la zona o boca muy bien con agua, por presión, sin frotar, para que el ataque desaparezca o, al menos, disminuya”, dice Sánchez.
Si es en la lengua, podemos derramar agua, y deslizar la mano hacia el exterior. Después, conviene ir al veterinario para que pueda darle un antihistamínico que frene la reacción, si lo necesita.
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