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“Espero ver el día en que Amazon nos preste su propia moneda para la hipoteca”

Jordi Sabaté

9 de noviembre de 2018 20:42 h

Ángel Bonet Codina lleva más de 25 años liderando compañías de consultoría de servicios empresariales relacionados con las nuevas tecnologías. Fruto de esta larga experiencia que le ha convertido en testigo de primer orden de la primera revolución digital, surge el libro El Tsunami Tecnológico (Deusto Ediciones), donde Bonet expone su preocupación por cómo los españoles nos adaptaremos a los profundos cambios que están por venir.

Para él, los primeros años de la revolución tecnológica, desde la popularización del uso de internet hasta el smartphone, solo han sido los prolegómenos de lo que está por venir: el asentamiento de estas tecnologías se traducirá en la hiperconectividad entre personas y objetos, la monitorización de nuestra vida y nuestra salud, el final de las finanzas tal como las entendemos, la robotización de la fuerza laboral y otras cuestiones que constituyen lo que él llama “el tsunami tecnológico que se nos viene encima”.

Bonet deja claro en su libro que esta avalancha requiere una respuesta social y política que no está existiendo en nuestro país, con el consiguiente peligro de perder el siglo XXI. Pero también ve en estos fenómenos una gran oportunidad, especialmente entre los consumidores, que según él serán “los grandes empoderados de la nueva era”. Acierte o no en sus predicciones, El Tsunami Tecnológico es un libro ameno y directo que no dejará indiferente a nadie. ConsumoClaro ha entrevistado a su autor para que nos explique cómo pueden los consumidores surfear esta ola gigante de cambios.

¿Qué es el tsunami tecnológico?

El el conjunto de cambios que están por venir con la robotización, la internet de las cosas que propiciarán tecnologías como el 5G, el fin del dinero físico e incluso de las monedas corrientes, etc. Yo apunto en el libro que a la larga estos cambios darán lugar a una nueva sociedad, pero mientras tanto nos toca gestionar este cambio tan convulso para que genere el menor número de víctimas colaterales.

¿Cómo podrá utilizar el consumidor estos avances?

Para el consumidor se avecina una nueva era en la que será el gran empoderado, porque no solo estará mejor informado, e incluso formado, de cara a la defensa de sus intereses, sino que también contará con mejores herramientas de las que ya cuenta para hacer valer sus derechos presionando a las administraciones y a las empresas.

¿Tendrá más posibilidades de elegir servicios más allá de las grandes corporaciones?

Sin duda un futuro tecnológico puede dibujar una creciente diversidad de opciones de consumo. Solo existe un peligro para los consumidores, y es que esta transformación social genere unas tensiones en la distribución de la riqueza que terminen por romper la matriz social en la que se basa la sociedad de consumo. Es decir que se polarice la desigualdad.

En ese caso su poder adquisitivo se vería muy disminuido y probablemente podría optar a las opciones más baratas, que seguramente serían provistas por grandes corporaciones. Para evitar esta ruptura necesitamos plantearnos seriamente implantar mecanismos como la renta universal, además de una orientación social hacia el ocio creativo.

¿Qué mejoras veremos en el campo de la salud con todas las métricas que tendremos?

Auguro un auge de la medicina preventiva en base a los datos de nuestro cuerpo. Implantes internos podrán tomar multitud de métricas y conformar índices que nos permitan prever tanto futuras enfermedades cardiovasculares como determinados tipos de cáncer, quien sabe si muchos. Será un gran ahorro para la sanidad así como para el consumidor, que seguramente a base de buenos hábitos reducirá su consumo farmacológico.

¿No estaremos más monitorizados y por tanto seremos más manipulables?

Esa es la otra cara de la moneda. Si alguien roba nuestros datos, y actualmente los ciberdelincuentes proliferan exponencialmente, puede venderlos a un tercero que los utilice para manipular nuestra percepción, hacernos creer que tenemos determinada dolencia e inducirnos a un consumo farmacológico innecesario. Obviamente, con el volumen de datos que se manejará, el engaño puede ser muy difícil de detectar.

Usted incluye en el tsunami el fin de la moneda física y el advenimiento del pago con bits: ¿no perderemos libertad y privacidad?

Sí si pensamos en que las monedas corrientes actuales están controladas por los distintos bancos estatales, y las cuentas de estos son accesibles a los gobiernos y ministerios de Hacienda. Ahora bien, si no estamos haciendo nada malo, es decir que nuestro dinero es blanco y legal, ¿qué problema hay en pagar con el móvil o el reloj en vez de hacerlo con monedas?

Es incluso más higiénico si se piensa en la cantidad de bacterias que contiene un billete que ha pasado por muchas manos. Además, seguramente la popularización de las criptomonedas eliminará el dinero corriente en un futuro a medio plazo, y se acabará el trazado de su circulación, algo bueno para los que son tan celosos de su intimidad.

¿Serán las criptominedas una alternativa real de uso diario?

Esto seguro de que sí, y no porque escondan el rastro de nuestro dinero sino porque van en favor de la globalización escapando de los corsés de los estamentos bancarios. Probablemente vamos hacia una moneda global, con múltiples equivalentes, con la que podremos pagar tanto en Barcelona como en Tokio a un único valor de cambio universal.

Se acabarán los márgenes para los cambistas y las entidades, y yo creo que un día también se acabarán las hipotecas; quizás cuando Amazon lance un banco con su propia moneda y nos preste el dinero para comprar la casa a cambio de consumir en su plataforma. Espero verlo. Y no es ninguna broma si se piensa que Amazon ya mueve el 5% del comercio mundial, y también que ya hay empresas que ofrecen a sus inversores criptomonedas como forma de compensación accionarial.

Pasemos a hablar de la economía colaborativa, es decir de plataformas como Uber, Airbnb y otras similares. Tienen sus ventajas, pero también un consumo sin las garantías de antaño. ¿No hacemos con ellas un cambalache de menor precio a cambio de menos garantías?

Un taxi viene avalado por el ayuntamiento de turno y unas licencias, etc. Un hotel por los permisos, el nombre de la marca… Es cierto, pero son garantías del pasado. Las garantías en el futuro serán las opiniones de los consumidores, que ejercerán un control mucho más férreo sobre el conductor de un Uber o el casero de un Airbnb. Por otro lado hay unas mínimas garantías que se ofrecen tanto en una alternativa como en la otra y obedecen a las responsabilidades civiles y penales.

Con esto no quiero decir que tanto hoteles como taxis, o incluso diarios de papel, sean obsoletos, sino que deben ponerse al día a toda velocidad para competir con las nuevas normas que ha propiciado la tecnología y que irán a más. Nos guste o no, el escenario ha cambiado e ir en contra de él, por ejemplo limitando la actividad de determinadas empresas, va en contra de los intereses de los consumidores. Yo creo más en las soluciones compensatorias, por ejemplo a quien tiene una licencia por la que ha pagado mucho, que en las imposiciones y prohibiciones.

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“Solo existe un peligro para los consumidores, y es que esta transformación social genere unas tensiones en la distribución de la riqueza que terminen por romper la matriz social”.