Los siete síntomas de que nos está dando un infarto de miocardio
El infarto de miocardio, lo que antes se llamaba ataque al corazón, aumenta su frecuencia de aparición, tanto en hombres como en mujeres, con los años. Pero aunque según el estilo de vida se puede rebajar sustancialmente la edad de entrada en riesgo -por ejemplo en personas con obesidad mórbida, en fumadores compulsivos o en bebedores, y mucho más cuando se combinan los tres factores-, el infarto hace presencia normalmente a partir de los 45 años.
El motivo es que una alimentación alta en azúcares y grasas saturadas, así como la ingesta de alcohol, que eleva el índice de triglicéridos en sangre, va dejando depósitos de residuos precipitados en las arterias y venas, que las ensucian y reducen el diámetro del conducto, dificultando el paso de la sangre. Por otro lado, el tabaquismo y el alcohol, así como el estrés, tienen un efecto pro-inflamatorio que hace que venas y arterias se contraigan, disminuyendo también el diámetro por el que circula el caudal sanguíneo.
En consecuencia, el cruce de ambos fenómenos puede desembocar en un cierre o taponamiento de la arteria o vena, llamado ateroma, que detenga bruscamente la circulación. Si se produce en un capilar, las consecuencias pueden ser un pequeño coágulo apenas visible bajo la piel, pero si se da en venas o arterias, dicha detención incidirá sobre el corazón, que al fin y al cabo es una bomba y, como toda bomba hidráulica, cuando no está cebada “gripa” y entra en colapso. Esto es el infarto de miocardio.
Cada segundo cuenta en un infarto
Es una situación de vida o muerte en la que cada segundo cuenta, puesto que cuanto antes se revierta la situación y el corazón vuelva a bombear, menos daños se provocarán por la falta de oxigenación en el cuerpo. A este respecto, preocupan especialmente los daños cerebrales que la anoxia pueda causar y que, aunque la persona se salve, pueden resultar irreversibles y dejarla seriamente impedida.
Por lo tanto, a partir de una determinada edad es fundamental saber identificar los síntomas de un posible infarto, tanto en nosotros mismos como en nuestros cercanos, para poder actuar con rapidez. La primera medida será llamar al 112 -teléfono de emergencias- y pedir que activen el código infarto, que automáticamente dará prioridad al centro más cercano para que nos envíe una ambulancia que nos preste los primeros auxilios. Adicionalmente, nos darán instrucciones de cómo actuar durante la espera.
Principales síntomas del infarto de miocardio
Los siguientes síntomas se pueden dar con mayor o menor intensidad y pueden venir todos juntos o padecerse solo alguno de ellos. Dependerá de cada persona, pero la conjunción de dos o tres ya es condición suficiente para activar la emergencia.
- Nos duele el tórax: el dolor torácico suele darse también por cuadros de ansiedad; no obstante, en el infarto se produce una irradiación del dolor hacia la mandíbula y el brazo izquierdo, a veces a ambos brazos, cosa que no ocurre en caso de cuadro ansioso. Si aparece tras un esfuerzo, se deberá a una angina de pecho, pero si sucede en reposo, estaremos ante un infarto. En ambos casos conviene llamar al 112.
- Nos falta el aire: el dolor torácico se acompaña de dificultad para respirar sin motivo aparente; por ejemplo, sin que estemos pasando por un catarro o un ataque de asma. Si la dificultad persiste aunque el dolor sea poco intenso, es muy posible que se deba a una cardiopatía.
- Llevamos días con las piernas hinchadas: cuando al dolor de tórax y las dificultades respiratorias se une el hecho de que llevamos varios días con las extremidades inusualmente hinchadas -síntoma de que arrastramos problemas circulatorios-, no debemos dudar de la presencia del infarto.
- Sentimos palpitaciones: en los primeros instantes, ante el menor caudal de sangre, y por tanto la reducción de la oferta de oxígeno, el corazón reaccionará como lo hace, por ejemplo, cuando hacemos deporte intensivo y nos falta el aire: aumento pronunciado del ritmo cardíaco, con palpitaciones notorias. Normalmente las mismas suelen acompañar a la falta de aire y al dolor, y se producen en ausencia de cualquier esfuerzo que pueda motivarlas, es decir, de forma repentina.
- Perdemos la conciencia transitoriamente: podemos tener una pérdida de conciencia transitoria por la deficiente oxigenación cerebral, pero también podríamos sufrir desorientación y no saber dónde estamos o a dónde nos dirigimos. Si la pérdida de conciencia es permanente, es que estamos ante una parada cardiorrespiratoria.
- Padecemos mareos, sudor frío, cefaleas: debido al taponamiento de la vena o arteria y el bombeo subsecuente del corazón, el sistema circulatorio ve disparada su tensión arterial a valores muy por encima de los normales, superando incluso los 180/110 mmHg. Dicha hipertensión nos puede provocar mareos, sudores fríos y cefaleas.
- Sufrimos náuseas y vómitos: pero mucho cuidado porque en el caso de mujeres, lo que se conoce como infarto femenino, a estos efectos de la hipertensión suelen sumarse náuseas y vómitos. Es importante señalar que el riesgo de infarto afecta igual a ambos sexos, pero la recuperación total es menos exitosa en el caso de las mujeres.