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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Lola López Mondéjar: “La revolución digital ha comportado el final de la era de los ideales ilustrados”

Lola López Mondéjar, premio Anagrama de Ensayo 2024

Jordi Sabaté

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Como psicoanalista, Lola López Mondéjar (Molina de Segura, Murcia, 1958) tiene una amplia experiencia clínica que, unida a su convicción humanista, le ha servido de acicate para desarrollar una sólida carrera como narradora de ficción y ensayista. Tras la amplia repercusión de Invulnerables e invertebrados: Mutaciones antropológicas del sujeto contemporáneo (Anagrama, 2022), ahora regresa con Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad (Anagrama, 2024), ensayo que le ha valido el Premio Anagrama en esta categoría.

Sin relato constituye una severa reflexión sobre los efectos que el capitalismo de la vigilancia digital está teniendo sobre nuestra inteligencia y nuestra capacidad de pensar de una manera crítica, pero también sobre nuestra salud mental y nuestra capacidad para sanarla.

En un plano de mayor escala, el libro de López Móndejar plantea que ese mismo capitalismo ha arrasado con los ideales de la Ilustración que ponían a la persona en el centro del debate político, una persona que corre el riesgo de terminar convertida en una mera extensión de los dispositivos tecnológicos que han colonizado su vida.

¿Qué le lleva a escribir este libro?

Sin relato parte de la enorme perplejidad que siento últimamente al observar cómo llegan los pacientes a mi consulta con una gran incapacidad de establecer un nexo entre el síntoma, que a veces es solo una ansiedad generalizada o ataques de pánico, y su biografía. No pueden unir eso, no son capaces de explicar por qué les pasa lo que les pasa. No es que les falten las palabras, sino la capacidad para usarlas y articular el relato.

Y esto, que es algo que siempre se ha producido en determinadas psicopatologías, como los trastornos psicosomáticos, de pronto empecé a ver que se extendía. Al preguntar a otros analistas sí observaban lo mismo que yo –esta imposibilidad de hacer una narración autobiográfica– la respuesta fue abrumadoramente afirmativa. De ahí, enlazando con mi ensayo anterior, Invulnerables e invertebrados, donde hablaba en un capítulo de “los hombres y mujeres huecas”, me di cuenta de que ese era el problema.

¿Cómo se puede explicar?

Como una oquedad que se ha creado en nosotros, una falta de profundidad reflexiva podríamos decir, que depende del sistema social y de producción en el que estamos insertos. Y lo peor es que el sistema propone una forma de llenar esa oquedad que consiste básicamente en anular el pensamiento, lo cual crea todavía más oquedad. Esta es la premisa que he utilizado para la obra.

¿Cree que esa propuesta de anulación del pensamiento es intencionada por parte de los poderes?

Lo es por parte del capitalismo postfordista y, de forma exponencial, por el capitalismo digital. Es decir, las grandes plataformas no son inocentes, sus algoritmos no son así por azar, saben que están sustrayendo el pensamiento e intentan vaciarnos para darnos sus propuestas, que suelen ser de consumo y de un entretenimiento muy hueco que busca capturar nuestra atención.

Las plataformas saben perfectamente que los adolescentes y las personas que pasan más tiempo delante de las pantallas sufren una atrofia del pensamiento y una merma en su capacidad del pensamiento crítico

¿Plataformas como Facebook o X son instrumentos neutros e inocentes?

Claro que no son para nada inocentes y hay muchísimos testimonios de ello. En un programa de Salvados habló Arturo Béjar, el exdirectivo de Meta que desafió a Mark Zuckerberg. Explicó que las plataformas saben perfectamente que los adolescentes y las personas que pasan más tiempo delante de las pantallas sufren una atrofia del pensamiento y una merma en su capacidad del pensamiento crítico, lo que les lleva, por tanto, a un descenso de la capacidad narrativa.

¿Qué entendemos por capacidad narrativa?

La capacidad narrativa es la que nos permite explicar las cosas que nos pasan, explicarnos a nosotros mismos y relatar lo que nos sucede. Y esto engarza con lo que te contaba al principio respecto a mi experiencia clínica: cada vez hay más pacientes que no saben explicar de dónde procede el malestar que les ha traído a mi consulta. Y sin esa explicación no es posible establecer una relación causal con el origen del malestar que permita abordarlo con eficiencia.

El concepto de “hombres huecos” protagoniza un poema homónimo de T.S. Eliot de 1925...

Es que el problema se inicia ya con la era industrial. El vaciamiento es un proceso que viene ligado al cambio tecnológico que produce a finales del siglo XIX y principios del XX, y que ahora se ha acentuado con el capitalismo digital, que explota económicamente nuestra atención.

Sufrimos intensamente la sustitución del pensamiento y del conocimiento por el consumo de información sin contraste

Y también Ortega y Gasset habla en La rebelión de las masas de un hombre nuevo que se comporta como una masa que hay que dirigir...

Ahora ese hombre es guiado desde el exterior con la universalización de las pantallas. Si nos fijamos, estamos todo el día rodeados de pantallas que nos bombardean con información, que absorbemos de un modo pasivo. Sufrimos intensamente la sustitución del pensamiento y del conocimiento por el consumo de información sin contraste.

Y esta sustitución da lugar a hombres y mujeres que se dejan llevar por las propuestas externas miméticamente, de un modo acrítico. Es lo que se conoce como “identidades adhesivas”. Esto explicaría la adhesión a determinadas ideologías extremistas o negacionistas que incomprensiblemente triunfan hoy día y son promovidas desde las redes sociales.

¿Es peligrosa la proliferación de estas identidades adhesivas?

En adultos sí. Hay un deseo mimético en los seres humanos, un impulso de imitar a los otros, de copiar sus deseos. Este deseo es fundamental, por ejemplo, para el primer aprendizaje de los niños pequeños. La cuestión es que en este momento esa adhesión emocional a las ideologías y tesis de otros se produce en jóvenes y adultos y cada vez de forma más mayoritaria.

De este modo, lo que era un ideal desde el renacimiento y hasta finales del siglo XX, el salir de esa infancia de la humanidad para crear una sociedad basada en la iluminación que genera el conocimiento y la razón, se ha dinamitado y nos lleva a un tiempo completamente nuevo.

¿Quiere decir que estamos ante el final de era de la Ilustración?

En efecto, la revolución digital está comportando el final de la era de los ideales ilustrados.

¿Y quizás el hombre está dejando de ser el centro del universo para ser una oveja de rebaño? 

Para ser una máquina, podríamos decir. En el libro hablo de que nos estamos convirtiendo en “cíborgs psíquicos”, con una emotividad y un razonamiento dirigido desde el exterior por máquinas como teléfonos, tabletas, ordenadores, etc., que a su vez están controladas por las grandes plataformas del capitalismo de la vigilancia digital.

Nos estamos convirtiendo en "ciborgs psíquicos", con una emotividad y un razonamiento dirigido desde el exterior por máquinas como teléfonos, tabletas, ordenadores, etc.

Por eso, hacia el final del libro, hablo de volver a poner en el centro de la política lo humano y lo vivo, los animales, pero no el dinero y la tecnología. Y ahora mismo estamos en un proceso en el cual en el centro del debate está la tecnología, y esto es muy peligroso, porque lleva a la deshumanización.

Hay un descenso de la empatía ante el bombardeo informativo y, además, un secuestro del pensamiento crítico, que es sustituido por un deseo de no pensamiento, porque pensar es sinónimo ahora mismo de sufrimiento. Por otro lado, por culpa de la aceleración que nos propone la vida tecnológica, no tenemos tiempo de generar experiencias reseñables que marquen nuestra memoria y, por lo tanto, no tenemos posibilidad de hacer un relato y vamos vaciándonos progresivamente.

Habla usted en el libro del “precariado” un término acuñado por el economista Guy Standing que hace referencia a la pobreza crónica a la que están sujetas muchas personas hoy en día.

Los jóvenes están sometidos a una enorme precarización que les condena a una vida en la que ellos sienten que no tienen futuro. De tal modo que no pueden establecer un relato sobre lo que será su futuro y desarrollar un pensamiento al respecto. Hoy están en una tienda de ropa, mañana quizás sirviendo hamburguesas... Así no se puede establecer una narrativa vital.

¿Qué hacen entonces? Pues desertan de muchas maneras: no quieren estudiar o bien toman posiciones muy rígidas, regresivas, con posicionamientos muy firmes que les eliminan la incertidumbre. Porque les dejamos en herencia un mundo con mucha incertidumbre.

Hoy los jóvenes están en una tienda de ropa, mañana quizás sirviendo hamburguesas... Así no se puede establecer una narrativa vital.

Yo creo que, por ejemplo, la crisis medioambiental es algo que los jóvenes tienen muy presente y les angustia muchísimo. En los colegios se detectan chicas y chicos que están realmente mal debido a la ecoansiedad, adolescentes que no saben cómo actuar frene al cambio climático. Además, cabe sumar el terrible problema de la falta de vivienda... ¿Con qué estímulo, con qué motivación esos jóvenes van a estudiar o con qué motivación van a hacer un activismo si no ven un futuro? La desafección política o la querencia por el populismo que observamos actualmente viene de la mano de todo esto.

Son problemas de solución complicada...

Es cierto. Y parte del problema es que el capitalismo ha arrasado al humanismo, le ha ganado la partida por goleada y nuestros jóvenes sienten una indefensión aprendida de nosotros, creen que, hagan lo que hagan, da igual: no va a cambiar nada. Y, de hecho, en los últimos tiempos todas las señales lo indican así: primero la guerra de Ucrania, después los atentados de Hamás y el genocidio en Gaza, y ahora la victoria de Trump...

Para acabar: ¿Cómo valora la victoria de Trump?

Lo valoro como el triunfo de la ignorancia. Es el final de los ideales ilustrados.

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