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Modificación de embriones humanos: ¿bebés de diseño a la vuelta de la esquina?

La ciencia avanza de manera imparable. Y, a veces, a gran velocidad. En 1987, un científico español descubrió una característica del ADN a la que llamó CRISPR, e hizo falta un cuarto de siglo para que se hallara una técnica de ingeniería genética que permitiera manipularla de manera eficaz. Desde entonces, el desarrollo se aceleró: un lustro después, y gracias a esa técnica, un equipo de investigadores acaba de anunciar la eliminación con éxito, por primera vez, de una enfermedad hereditaria en embriones humanos.

Si bien los embriones sobre los cuales se realizó la prueba fueron destruidos unos días después (así estaba planificado), estas experiencias parecen señalar una camino bastante concreto hacia la posibilidad del desarrollo de bebés “de diseño” o “a la carta”. Muchos expertos plantean, de hecho, un dilema moral que denominan “el problema Hitler”: ¿cómo evitar la búsqueda de un perfeccionamiento genético de la raza humana? ¿Dónde está el límite? Preguntas para las cuales no hay, al menos por ahora, respuestas claras.

“No editen los genes humanos”

En marzo de 2015, un grupo de investigadores de Estados Unidos publicaron en la revista especializada Nature un artículo con un título elocuente: “Don’t edit the human germ line” (“No editen la línea germinal humana”). La línea germinal alude a la información genética incluida en óvulos y espermatozoides: su manipulación genética ocasiona cambios permanentes, que afectan también a la descendencia del organismo en cuestión. “Las modificaciones genéticas humanas hereditarias plantean riesgos serios, y los beneficios terapéuticos son tenues”, advertía el texto.

Pero el avance de esta técnica resultaba inevitable. La revista Science determinó que la edición genética era el descubrimiento más relevante de 2015. En junio del año siguiente, un panel de ética de los Institutos de Salud de Estados Unidos aprobó -por unanimidad- su uso en embriones humanos. China, por su parte, ya se había lanzado a “editar”, con resultados dispares.

El anuncio reciente, publicado también en Nature, fue que se ha logrado corregir una mutación en un gen llamado MYBPC3. Tal mutación es una de las mayores responsables de un problema cardiaco que a menudo provoca muerte súbita en personas jóvenes. El artículo está firmado por una treintena de investigadores de Estados Unidos, China y Corea del Sur. A diferencia de las anteriores pruebas chinas, la eficacia en este caso fue elevada: se curaron todas las células en el 72 % de los casos, y sin causar errores ni inestabilidad genética en los embriones. 

Cambios definitivos en el linaje familiar

CRISPR es el acrónimo de clustered regularly interspaced short palindromic repeats, es decir, “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas”, una característica del ADN detectada por el microbiólogo español Francisco Javier Martínez Mójica, de la Universidad de Alicante. La técnica específica para realizar estas ediciones se conoce como CRISPR-Cas9, ya que cas9 es el nombre del gen que se modifica en la intervención. 

Se habla de “editar” los genes humanos porque el trabajo que se realiza sobre la información del ADN se asemeja al de cortar y pegar en un procesador de texto o en las películas antiguas, cuando se trabajaba con rollos de celuloide. Por eso se utiliza también, como metáfora, la expresión “tijera genética”.

Uno de los líderes de la investigación fue Shoukhrat Mitalipov, quien también dirigió el en equipo que en 2013 obtuvo por primera vez células madre humanas mediante técnicas de clonación. Mitalipov ha explicado que con la técnica del CRISPR-Cas9 “cada generación llevaría esta reparación”, ya que la variante del gen causante de la enfermedad “se eliminó de el linaje familiar”. Por lo tanto, permitiría “reducir la carga hereditaria de la enfermedad en la familia y eventualmente en la población humana”.

En España sería ilegal

Reducir el peso de las enfermedades se presenta como un objetivo deseable, desde luego. Estas investigaciones podrían conducir al hallazgo de nuevas técnicas para tratar ciertos tipos de cáncer y hasta 10.000 enfermedades raras ocasionadas por errores en la información genética. Pero los expertos recomiendan cautela. Por un lado, porque son necesarios muchos más ensayos para comprobar las posibilidades reales del CRISPR en el tratamiento de enfermedades. Por otro, por las ya citadas implicaciones éticas de la cuestión. 

En España, por lo pronto, pruebas como estas no se podrían realizar. Como señala un artículo de Lluís Montoliu, miembro del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, “sería ilegal”. El especialista explica que un experimento así entraría en conflicto con la Ley de Investigación Biomédica, de 2007, que prohíbe “la creación de embriones humanos ad hoc cuyo fin exclusivo sea la experimentación”.

Y también se opone al Convenio de Oviedo, de 1997, que impide “la transmisión de modificaciones genéticas a la descendencia”. Este convenio tiene alcance europeo, pero el Reino Unido, Estados Unidos y China no forman parte de él. Además, Montoliu expresa muchos reparos en relación con estas pruebas, y apunta que sería más apropiado el uso de CRISPR en tratamientos de pacientes con enfermedades congénitas, incurables, raras o no, “antes de abordar los experimentos en embriones”.

Las pruebas continuarán y el dilema planteado por el “problema Hitler” seguirá vigente. Y esto no solo se relaciona con la posibilidad de que en el futuro se puedan diseñar bebés -es decir, personas- “a la carta”, sino que existen muchas otras posibilidades. Hay proyectos para modificar genéticamente animales. Científicos de la Universidad de California ya crearon mosquitos que, a causa de una modificación genética, son resistentes a la malaria. Por lo tanto, no pueden contagiarla.

La multinacional alimentaria Monsanto adquirió una licencia para utilizar el CRISPR con fines agrícolas. Con esta misma técnica, investigadores de Harvard lograron algo tan extraño como insertar un GIF animado en el genoma de unas bacterias. Y hay quienes sueñan con volver a crear mamuts. ¿Cuál es el límite? A estas alturas, es imposible saberlo.

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