¿Sirven de algo los test genéticos de obesidad?
Marta, lectora y socia de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto en un correo electrónico: “He visto que algunos laboratorios ofertan un test genético para combatir la obesidad, y me gustaría saber hasta qué punto puede merecer la pena, ya que son bastante caros, así como si realmente dan una información extra individualizada que no te pueda dar un nutricionista”.
No son pocas las clínicas de adelgazamiento que ofertan este tipo de pruebas. El objetivo, según se anuncia en la mayoría de ellas, es dar un perfil genético de las personas que pueda explicar una mayor predisposición a tener más hambre o a acumular mayores reservas grasas que otras. En algunas se asegura que la genética puede influir entre un 40% y un 70% en la predisposición a la obesidad, y se citan algunos estudios que han venido apuntando en esta dirección en los últimos tiempos.
Mutaciones que influyen en la síntesis de leptina
En efecto, uno de los más destacados es el trabajo de la doctora británica Saraf Farooqi, neurofisióloga y especialista en metabolismo, cuyo equipo en 2013 identificó, en un grupo de personas con especiales dificultades para adelgazar, diversas mutaciones en genes que influían negativamente en la fabricación de la leptina, la hormona que nos hace sentirnos saciados, así como posiblemente en la síntesis de insulina, la hormona que lleva el azúcar a las células y provoca que todo el exceso de comida vaya a fabricar materia grasa.
Según este estudio, estas mutaciones provocarían una baja producción de leptina, la llamada “hormona de la saciedad”, así como una insuficiente producción de insulina, por debajo de los niveles necesarios. Este hecho conduciría por un lado a que la persona con la mutación tuviera más hambre de lo normal y de sus requerimientos básicos, así como a que la comida no se aprovechara con tanta eficacia, sino que fuera en mayor proporción a acumularse como grasa.
Ahora bien, el estudio del equipo de la doctora Farroqi dejaba también claro que la amplitud del estudio era limitada y se había centrado en personas previamente obesas y con dificultad especial para adelgazar, por lo que solo explicaría los motivos de sus problemas. Pero no podía establecer el porcentaje poblacional que puede padecer esta mutación. Además, con los datos en la mano estas mutaciones no son suficientes para explicar los complejos mecanismos por los que unas personas engordan más que otras.
Advertencia de la OCU
Es decir que el estudio es un avance especialmente importante por ser el primero en secuenciar algunos genes que tienen que ver con el control de la obesidad y que pueden sufrir mutaciones, pero no puede explicar por sí somo el hecho de que unas personas tiendan más que otras a ser obesas. Tampoco el supuesto peso genético en la obesidad, y menos en las proporciones expuestas.
Es por ello que la OCU ya advirtió en febrero de este año sobre la creciente moda de las clínicas privadas de dietética y adelgazamiento de ofertar test genéticos de obesidad, que según la organización de consumidores, “solo sirven para sacarnos el dinero”. “Aunque se están haciendo grandes avances en el terreno de la genética, el tratamiento de la obesidad a partir de un estudio genético está aún en fase de investigación”, explica la OCU.
Para la organización, “hasta que se consiga un tratamiento a la carta, la dieta hipocalórica y equilibrada junto con la práctica de una actividad física regular y moderada son la mejor estrategia a seguir en el tratamiento de la obesidad; y estos mismos hábitos de vida saludable son los que tenemos que seguir si queremos prevenir la obesidad, aunque nuestro perfil genético nos 'condicione' para el sobrepeso”
Lo que dicen los expertos
Por su parte, en el libro Comer y correr, escrito por los nutricionistas Julio Basulto y Juanjo Cáceres, se destaca: “una tendencia errónea en torno a la obesidad es que la genética es la clave de su desarrollo. No es cierto: si bien la genética ejerce cierta influencia en el riesgo de padecer obesidad, no es el factor más determinante”.
Los autores del libro también destacan un tuit escrito desde la cuenta de la Asociación Americana contra el Cáncer en el que se destaca: “si la genética carga el arma, los malos hábitos alimentarios y la vida sedentaria aprietan el gatillo”. También la Revista Española de Obesidad, editada por AECOSAN (la agencia de consumo, seguridad alimentaria y nutrición), aseguraba en 2011 que aunque no se podía obviar la predisposición genética, éste no era el único factor que determinaba que una persona fuera obesa.
De modo que a tenor de lo explicado no le recomendamos en absoluto a Marta que se haga uno de estos test, que como ella bien dice son caros -superan a veces los 200 euros- y no sirven a día de hoy -puede que en el futuro sí- para definir si es el peso de la genética el que determina que una persona sea obesa o no. Tal como explican Cáceres y Basulto en su libro, la propensión genética es perfectamente modificable por el estilo de vida.