La portada de mañana
Acceder
Israel no da respiro a la población de Gaza mientras se dilatan las negociaciones
Los salarios más altos aportarán una “cuota de solidaridad” para pensiones
Opinión - Por el WhatsApp muere el pez. Por Isaac Rosa

¿El ayuno intermitente y la dieta cetogénica nos pueden volver más inteligentes?

Darío Pescador

1 de octubre de 2022 22:31 h

0

De nuestros antepasados de las cavernas sabemos dos cosas con total seguridad. La primera es que no tenían frigoríficos ni restaurantes de comida rápida. La segunda certeza es que, a pesar de estas carencias, sobrevivieron, y por eso estamos aquí. Lo que esto implica es que los humanos primitivos no comían tres veces al día, todos los días. Tenían que buscar, recolectar o cazar su comida antes de poder comer. En invierno o durante periodos de sequía, pasaban hambre.  

Si nuestra especie sobrevivió es porque estamos adaptados para poder funcionar en un estado de ayuno. Pero, además, tendría sentido que en esos momentos de privación, cuando más necesitamos agudizar el ingenio para buscar comida, no solo seamos funcionales, sino mejores de lo normal. Y en efecto, eso es lo que las investigaciones han comenzado a encontrar en los últimos años.

La grasa como combustible 

Nuestro organismo puede funcionar con dos tipos de combustible: azúcar (glucosa) y grasa. La glucosa la obtenemos de los azúcares y el almidón (pan, patatas, pasta). Pero, a no ser que fuera verano y encontraran fruta madura o miel, nuestros ancestros no tenían demasiadas fuentes de glucosa. En esos momentos, el organismo utiliza la grasa para alimentar a las células, tanto la que podamos comer, como la que llevamos en la barriga y las caderas.

Sin embargo, las neuronas, que forman el sistema nervioso, incluido el cerebro, no son capaces de usar la grasa como combustible directamente. Aquí es cuando se activa la cetosis. La cetosis no es una enfermedad, sino un mecanismo natural. El hígado descompone los ácidos grasos y los convierte en cuerpos cetónicos. Estas moléculas sirven de combustible alternativo para las neuronas, y según parece, hacen que funcionen mejor que con glucosa.

El cerebro que funciona con cetonas

La dieta cetogénica, una dieta que restringe los carbohidratos al mínimo (por debajo de los 50 gramos al día), y que por tanto proporciona muy poca glucosa, es una forma de provocar la cetosis y conseguir que el cuerpo utilice cetonas como fuente de energía. En cetosis, el cerebro recibe hasta el 70% de sus necesidades de energía de las centenas.

La dieta cetogénica se utiliza con éxito desde hace más de 90 años para tratar la epilepsia en niños. Además, se ha podido comprobar que esta dieta también mejora los síntomas y protege contra las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o Parkinson. La cetosis protege contra el depósito de proteínas amiloides y tau, causantes del Alzheimer. También puede proteger contra la epilepsia, glioma maligno, las migrañas y otros trastornos neurológicos. Por si fuera poco, las cetonas también aceleran la recuperación en los casos de lesión cerebral.

Aunque los mecanismos aún no están bien definidos, se considera que el efecto protector de las cetonas se debe a un aumento de las reservas energéticas de las neuronas, que las protege contra las alteraciones del metabolismo, además, de efectos antioxidantes y antiinflamatorios

En personas con Alzheimer, varios estudios han comprobado que sus capacidades cognitivas mejoran con una dieta cetogénica. En personas sanas, la combinación de una dieta cetogénica y suplementos de ácidos grasos de cadena media (aceite MCT derivado del coco) es capaz de inducir la cetosis más rápidamente. En un experimento con personas jóvenes las medidas del rendimiento mental mejoraron al cabo de dos semanas de incrementar sus cetonas. En otro experimento con personas mayores sanas, una sola comida cetogénica (muy baja en carbohidratos) suplementada con MCT fue suficiente para mejorar sus capacidades cognitivas.

La dieta cetogénica no está recomendada para personas que tienen enfermedades hepáticas o problemas de tiroides, y puede resultar difícil de llevar para otras. Sin embargo, hay otra forma de conseguir que el cerebro funcione con cetonas: el ayuno.

¿Ayuno para pensar mejor?

Se ha demostrado que el ayuno controlado, como el ayuno intermitente, tiene una gran cantidad de beneficios para la salud, desde la pérdida de peso hasta combatir el envejecimiento y la mejora de la inmunidad. Pero, ¿el ayuno es capaz de aumentar las capacidades cognitivas?

Los estudios hasta la fecha han encontrado efectos muy positivos del ayuno intermitente en la cognición y los síntomas de las personas con enfermedades neurodegenerativas. En estudios con animales se ha visto que el ayuno intermitente, con periodos de entre 12 y 48 horas sin comer, protegen contra la enfermedad de Parkinson, el ictus isquémico, el trastorno del espectro autista y los trastornos del estado de ánimo y la ansiedad.

Uno de las explicaciones para estos efectos positivos es su efecto sobre la microbiota intestinal. El ayuno intermitente promueve la diversidad de las bacterias intestinales, lo cual protege contra la inflamación causante de las enfermedades metabólicas, trastornos mentales y enfermedades neurodegenerativas.  

Pero, ¿puede el ayuno intermitente mejorar la capacidad mental de personas sanas? Los resultados de los estudios no están tan claros. En una reciente revisión se comprobó que había experimentos en los que sí mejoraban y otras en las que no había cambios. 

La clave parece estar, curiosamente, en la cetosis. El ayuno intermitente 16:8, en el que cada día se puede comer durante 8 horas y se ayuna el resto del tiempo, incluyendo las horas de sueño, puede no ser suficiente para que aumenten suficientemente los niveles de cetonas. 

Algunos de estos experimentos se hicieron con personas que pasaban bruscamente de comer todos los días a ayunar. Como no estaban acostumbradas, era más probable que sintieran hambre, y la sensación de hambre interfiere con las capacidades cognitivas. En cambio, cuando el organismo entra en cetosis, se suprime la sensación de hambre.  

La sensación de hambre desaparece cuando se practica el ayuno intermitente durante más tiempo, lo que indica que el organismo se ha acostumbrado a utilizar cuerpos cetónicos y entra en cetosis con mayor facilidad. El ejercicio físico también ayuda. En los experimentos se ha visto que las personas que hacían ayuno intermitente de días alternos y añadían ejercicio regular encontraban más fácil controlar su alimentación

Las investigaciones actuales se están centrando en la prevención de las enfermedades neurodegenerativas. La combinación de ayuno con una dieta cetogénica y suplementos de cetonas, como el aceite MCT, parece aumentar la memoria y las habilidades cognitivas en personas con deterioro cognitivo leve, un trastorno que suele anteceder a la demencia.

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

¿En qué se basa todo esto?