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Así afectan los días de calor extremo a nuestro cerebro

Así afecta el calor extremo al cerebro.

Darío Pescador

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Los países a orillas del Mediterráneo, incluyendo España, se están calentando un 20% más rápido que la media mundial, según datos de WWF. Los impactos ejercerán una presión adicional sobre los ecosistemas ya sometidos a presión y sobre las economías y sociedades vulnerables.

El calor extremo es un fenómeno que, debido al cambio climático, se está volviendo cada vez más común en diversas partes del mundo. Aunque los efectos del calor en el cuerpo humano, como la deshidratación y los golpes de calor, son ampliamente conocidos, también se ha visto en estudios que el calor extremo puede aumentar hasta en un 44% el riesgo para las mujeres embarazadas de sufrir un aborto espontáneo. Y que puede incrementar la mortalidad, especialmente en las personas mayores y enfermas. En España, según el informe del Ministerio de Sanidad, en 2022 se produjeron 4.789 muertes atribuibles al calor extremo. 

El impacto del calor en el cerebro y el comportamiento no ha recibido tanta atención. Sin embargo, la ciencia ha comenzado a arrojar luz sobre las preocupantes consecuencias del calor extremo para la función cerebral y el comportamiento humano.

El calor y la función cerebral

El cerebro es extremadamente sensible a los cambios en la temperatura corporal. Bajo condiciones normales, el cuerpo humano mantiene una temperatura interna alrededor de los 37°C, pero la exposición prolongada al calor extremo puede elevar esta temperatura interna, y hay datos que indican que esto afecta la función cerebral. En un experimento realizado en China, las personas que pasaban más horas por encima de los 32ºC a lo largo del año tenían una reducción de su capacidad mental de un 10%. 

El estrés térmico y el rendimiento cognitivo

El estrés térmico se produce cuando el cuerpo no puede disipar suficiente calor a través de la transpiración para mantener su temperatura normal. Esto quiere decir que la temperatura interna del organismo sube, y también la del cerebro, lo que tiene un impacto directo en las capacidades cognitivas. Un estudio publicado en 2018 por la Universidad de Harvard encontró que los estudiantes que vivían en dormitorios sin aire acondicionado durante una ola de calor presentaron tiempos de reacción más lentos y un rendimiento peor en tareas de memoria y atención en comparación con aquellos que vivían en ambientes más frescos. 

Otro experimento en laboratorio, y más controlado, en el que los participantes llevaban un traje con tubos por los que circulaba agua hasta a 50ºC para calentarlos, comprobó que, al aumentar la temperatura interna hasta los 38ºC, se reducía la capacidad de procesamiento del cerebro en pruebas sencillas. 

El calor y el flujo sanguíneo cerebral

El cerebro necesita un constante aporte de oxígeno y glucosa que transporta la sangre. Por eso, cualquier cosa que afecte a la circulación sanguínea del cerebro va a afectar a su rendimiento, y el calor lo hace. El cuerpo responde al calor dilatando los vasos sanguíneos para disipar calor, lo que puede resultar en una reducción del flujo sanguíneo al cerebro. Esto, a su vez, puede llevar a una disminución en la oxigenación cerebral, afectando procesos mentales como la toma de decisiones y el control emocional. 

Un estudio reciente mostró que los sujetos a los que se les provocó un aumento de temperaturas interna hasta cerca de los 40ºC experimentaron una reducción del flujo sanguíneo en el cerebro, lo que produjo un rendimiento más pobre en tareas que requerían coordinación, planificación y juicio.

El calor y su influencia en el comportamiento

El calor extremo no solo afecta negativamente a la función cerebral, sino que también se manifiesta en el comportamiento humano. Esto incluye cambios en la conducta social, el aumento de la agresividad y la alteración de patrones de sueño, entre otros.

El calor extremo ha sido asociado con un aumento en la agresividad y la violencia. Un estudio en Estados Unidos a lo largo de 14 años señaló que cada 6ºC de incremento de las temperaturas se correspondía con hasta un 12% de incremento en los crímenes violentos, sin distinción entre poblaciones y tipos de ciudades. Lo mismo se pudo comprobar en Corea del Sur, donde un estudio cuantificó que por cada grado de incremento de la temperatura, aumentaban las muertes violentas en un 1,4%. 

El calor y el sueño

Sabemos de forma intuitiva que con calor no se puede dormir bien, y que la falta de sueño afecta al comportamiento. Entre otras cosas, la falta de sueño produce una inhibición del autocontrol en el cerebro. Esto quiere decir que es más probable que después de una mala noche de sueño tengamos más antojos y comamos más dulces, estemos irritables, seamos más agresivos con los demás y tengamos más probabilidad de sufrir un accidente. Distintos experimentos han comprobado que el sueño es más reparador y de mayor calidad cuando el dormitorio está entre 20ºC y 25ºC, y que a 30ºC se produce una pérdida de hasta un 10% de la calidad de sueño. 

El calor y el cerebro de las personas mayores

No todas las personas son igualmente vulnerables a los efectos del calor extremo en el cerebro y el comportamiento. Los ancianos, los niños y las personas con enfermedades mentales o crónicas son especialmente susceptibles. Una revisión de estudios comprobó que efecto del calor extremo es acumulativo y colabora a acelerar el declive en las capacidades cognitivas en las personas mayores, especialmente en aquellos que viven en áreas urbanas con poca vegetación, lo que agrava el efecto de la isla de calor.

Cómo proteger nuestro cerebro del calor extremo

Poco podemos hacer para evitar el aumento de temperaturas a causa del cambio climático, pero sí podemos intentar mitigar los daños que el calor produce en nuestro cerebro. Estas son las recomendaciones más inmediatas:

  • Hidratación adecuada: en verano los famosos siete vasos de agua al día se convierten en 12 o 14 debido al incremento de la transpiración y la pérdida de líquidos por el calor.
  • Aire acondicionado o ventiladores: parece una perogrullada, pero si tenemos acceso a estos dispositivos debemos usarlos para ayudar a reducir la carga térmica en el cuerpo y mantener nuestro rendimiento cognitivo y bienestar general.
  • Ropa adecuada: usar ropa ligera y de colores claros, o las prendas con tejidos refrigerantes, puede ayudar a mantener el cuerpo más fresco.
  • Evitar moverse en las horas de más calor: hacer ejercicio con calor puede aumentar mucho la temperatura interna del cuerpo y del cerebro, por lo que conviene limitar la actividad física a las horas más frescas.

A medida que el cambio climático aumenta la frecuencia e intensidad de las olas de calor, debemos ser conscientes de los efectos del calor en nuestro bienestar, y también en la función de nuestro cerebro. Sin una acción concertada, los efectos del calor en el cerebro podrían convertirse en un grave problema de salud pública en las próximas décadas.

Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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