Signos de que estás en modo de supervivencia, y qué puedes hacer

Modo supervivencia

Darío Pescador

20 de junio de 2022 00:42 h

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En 1932 y 1933, millones de ucranianos murieron en el Holodomor (literalmente “muerte por inanición”), una hambruna provocada intencionadamente por el gobierno soviético de Stalin. Las principales víctimas del Holodomor fueron los campesinos y aldeanos, que constituían aproximadamente el 80% de la población de Ucrania en aquella época. El número de muertos se estima en 3,9 millones, pero el horror no acabó ahí.

En 2010 se realizaron entrevistas entre los descendientes de segunda y tercera generación de los supervivientes de Holodomor. Las respuestas revelaron que estas personas decían vivir en “modo de supervivencia”, lo que incluía “horror, miedo, desconfianza, tristeza, vergüenza, ira, estrés y ansiedad, disminución de la autoestima, acumulación de alimentos, reverencia por la comida, énfasis excesivo en la comida, comer en exceso, incapacidad para desechar los artículos innecesarios, indiferencia hacia los demás, hostilidad social y comportamientos de riesgo para la salud”.

Cuando una persona experimenta o presencia un acontecimiento traumático, como un accidente violento, la guerra, una muerte inesperada, un atentado, una violación o una agresión, entre otras cosas, se produce una respuesta de estrés y su cerebro entra en lo que se denomina modo de supervivencia. Se desconectan ciertas funciones no esenciales, como el pensamiento lógico y la empatía, y se activan otras, sobre todo destinadas a la producción de adrenalina. Por lo general, una vez superado el estrés, el cerebro vuelve a la normalidad.

Pero a veces el cerebro se queda enganchado en este modo de funcionamiento, y entonces se habla de trastorno de estrés postraumático (TEPT). Aunque los profesionales de la medicina clasificaban anteriormente el TEPT como originado exclusivamente por un acontecimiento traumático, ahora se reconoce que la exposición continua a situaciones estresantes, o el estrés acumulado, o incluso la transmisión del estrés de padres a hijos también puede hacernos entrar en modo de supervivencia y causar síntomas parecidos. Esto se conoce como trastorno de estrés postraumático complejo.

Se supone el estrés repetido produce una habituación, es decir, el organismo se acostumbra al estrés y tiene una respuesta mucho menos intensa para protegerse de sus efectos negativos. Sin embargo, los experimentos con animales y con humanos han visto que esto no siempre es así. Basta un pequeño cambio en el entorno para que la respuesta al estrés se manifieste una y otra vez en toda su intensidad. En su lugar, a veces se produce una sensibilización, es decir, una respuesta al estrés exagerada, mayor de lo normal. Es lo que ocurre cuando un veterano de guerra se tira al suelo al oír un portazo.

El estrés postraumático complejo no se produce por un trauma puntual como una agresión o un desastre natural, sino por el estrés repetido. Puede ser consecuencia de vivir en un país en guerra, ser refugiado o ser víctima del tráfico de personas. Otras veces el estrés acumulado proviene de vivir en un estado de pobreza persistente, una crisis económica, el acoso en el trabajo o en la escuela, una situación familiar insostenible, un desahucio, la pérdida del empleo o, también, una pandemia mundial y sus restricciones.  

En muchos casos el trastorno de estrés postraumático complejo se desarrolla durante años a lo largo de la vida de la persona, en especial por una sucesión de lo que se denominan experiencias adversas en la infancia, que en los estudios están asociadas a una peor salud y mayor mortalidad. 

El cerebro en modo supervivencia

Normalmente, nuestro córtex prefrontal, la parte pensante del cerebro, se encarga de la resolución ejecutiva de problemas, la organización, la regulación emocional, el pensamiento crítico y la toma de decisiones. Pero cuando experimentamos un trauma o estrés sostenido, esta parte se anula, y entran en juego otras zonas del cerebro que hacen que reaccionemos impulsivamente buscando la autopreservación.

Estos son algunos síntomas del modo de supervivencia:

  • Falta de concentración, aparece la niebla mental y es más difícil terminar una actividad.
  • Una visión negativa de sí mismos, sentimientos de indefensión, culpa o vergüenza.
  • Cambios en la memoria: cuesta más recordar las cosas que han sucedido a lo largo del día.
  • Fatiga física y mental. 
  • Reacciones más emocionales de lo habitual, ataques de ira o tristeza.
  • Descuidar las necesidades básicas como lavarse los dientes, hacer ejercicio o cambiar las sábanas.
  • Impulsividad, como por ejemplo gastar en exceso, comer más, o hacer cosas fuera de lo acostumbrado.
  • Problemas con las relaciones y tendencia a involucrarse en relaciones poco saludables.
  • Alteraciones del sueño e hipervigilancia, estar siempre en alerta.

En el caso de los niños, la reacción del cerebro en modo de supervivencia al trauma es un poco diferente, y se manifiesta con llanto frecuente, agresividad, gritos, depresión, aislamiento de los demás, mentiras, pérdida de concentración e incluso robos.

Las personas a menudo intentan gestionar el estrés recurriendo al alcohol, el tabaco, los medicamentos o las drogas. También se vuelven defensivas y agresivas cuando se las critica, o evitan los conflictos intentando agradar a todo el mundo. En algunos casos pueden recurrir a las autolesiones. 

Los casos más graves de TEPT complejo necesitan de atención especializada y psicoterapia. En muchas ocasiones se recetan antidepresivos del tipo ISRS, pero solo aportan beneficios en la mitad de los casos. Además, los medicamentos resultan menos efectivos que la terapia. En el caso de las benzodiacepinas (ansiolíticos como Lorazepam), pueden incluso empeorar los resultados.  

Pero ¿hay algo que podamos hacer si nos encontramos a nosotros mismos en modo de supervivencia? La Clínica Ceveland tiene una serie de recomendaciones para gestionar el estrés crónico:

  • Ser amables con nosotros mismos: aceptar la situación y ser conscientes de que no estamos haciendo nada mal, sino experimentando una reacción fisiológica al estrés y al trauma.
  • Moverse y hacer ejercicio: mover el cuerpo ayuda a estabilizar las emociones y libera endorfinas. Es importante disfrutarlo.
  • Buscar apoyos en las personas que proporcionan estabilidad emocional y ayudan con los problemas, o simplemente escuchan.  
  • Da prioridad a los aspectos básicos del cuidado personal, como ponerse ropa limpia, comer bien o reservar horas para dormir.
  • Gratitud, reconociendo las partes positivas de la existencia.
  • Relajación, meditación, ejercicios de respiración, yoga o tal chi.

Reconocer cuándo nuestro cerebro entra en modo de supervivencia nos puede finalmente ayudar a encontrar actividades que nos lleven a la calma, buscar el apoyo de los demás o la ayuda de un profesional.

¿En qué se basa todo esto?

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