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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Más vale tarde que nunca: el papel de Alemania en las dictaduras latinoamericanas

Wolfgang Kaleck

Más vale tarde que nunca. Por fin, el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, se ha pronunciado sobre el rol que jugó su Ministerio en los delitos cometidos en Colonia Dignidad. Desde el año 1961, Paul Schäfer -líder y fundador de la mencionada colonia, ubicada en un enorme terreno ubicado en el sur de Chile- sometió a muchos niños de la misma secta y también de pueblos vecinos a drogas para luego abusar sexualmente de ellos. Por si fuera poco, desde el año 1973 la colonia colaboraba con la dictadura de Pinochet y servía de lugar para torturar para opositores políticos.

Es lógico entonces Steinmeier ahora haya generado grandes expectativas. De hecho, después de que en 2010 el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán lanzara la histórica obra El Ministerio y el pasado. Diplomáticos alemanes en el III Reich y en la República Federal de Alemania, la vara quedó bastante alta. En esa oportunidad, por iniciativa del exministro de Asuntos Exteriores Joschka Fischer -del Partido Verde- una comisión de científicos investigó no solamente el rol del Ministerio en la estructura de poder de los nazis, sino también su continuidad personal e ideológica en la República Federal Alemana. Ya entonces, yo hubiese querido leer también un capítulo sobre la diplomacia alemana durante las dictaduras militares en Chile y Argentina. Creo que hay razones de sobra para esperar ahora algo similar.

El exembajador en Buenos Aires, Jörg Kastl, en febrero de 1976 -poco antes del golpe militar- recomendaba “trabajar conjuntamente con el nuevo régimen”. Asimismo, recalcaba la importancia de Argentina como “la piedra angular en un sistema de seguridad, en el mercado y el suministro de materias primas a nivel transatlántico; es el hogar de muchos colonos y capitales alemanes, e incluso un fiel amigo de nuestro pueblo”. En el fondo, es una muestra de la mentalidad de la guerra fría en su máxima expresión: ver al comunismo como enemigo y valerse de todos los medios posibles para combatirlo.

¿Y qué hicieron políticos y diplomáticos alemanes?

Durante años, el Estado Nacional de Santiago de Chile funcionó a la vista de todos como un lugar de tortura para los opositores al régimen de Pinochet. En Argentina sucedió lo mismo, pero de una forma más oculta. Sin embargo, los secuestros y torturas de muchos ciudadanos alemanes después de que los militares tomaran el poder eran hechos sobradamente conocidos en Alemania. A pesar de ello, los diplomáticos alemanes no solo hicieron poco al respecto, sino que hasta ayudaron a divulgar las falsedades que presentaban los militares. Por ejemplo, en el caso del asesinato de la ciudadana alemana Elisabeth Käsemann. Los militares la torturaron terriblemente en “El Vesubio” y luego la asesinaron, haciendo creer que había sido en combate. Para ello, colocaron armas cerca del cadáver de Käsemann y de otros prisioneros, haciendo pasar a las víctimas por guerrilleros.

Es más, a partir de mediados de los sesenta hubo diplomáticos y políticos que visitaron Colonia Dignidad. A pesar de que -gracias a los informes de Amnistía Internacional y a los relatos de testigos y residentes que escaparon de allí- se sabía que era un lugar de tortura y violación de los derechos humanos, los funcionarios alemanes decidieron no tomar cartas en el asunto sino hasta mediados de los ochenta. Estaban obligados a enfrentar el problema, pero hicieron justamente lo contrario. Las pocas personas que lograron escapar de Colonia Dignidad no solo no recibieren ninguna ayuda por parte de la embajada alemana en Santiago de Chile, sino que fueron incluso devueltos a dicho lugar, donde eran castigados duramente por fugarse.

Por si fuera poco, el médico de la secta y mano derecha de Schäfer, Hartmut Hopp, compareció ante el Comité de Derechos Humanos y Ayuda Humanitaria del Parlamento Alemán y fue interrogado por las acusaciones de tortura que pesaban contra Colonia Dignidad. Pero tampoco esto fue suficiente para que las autoridades competentes de la Fiscalía de Bonn iniciaran una investigación seria.

En el año 2011, por fin, la Fiscalía de Krefeld inició una investigación contra Hopp, pues este huyó de la justicia penal en Chile. Concretamente, se escapó a Alemania tras haber sido condenado a cinco años de prisión por complicidad en abuso sexual de menores. Hopp vive hasta el día de hoy en Krefeld (Alemania) sin cumplir su condena.

Son muchos más los involucrados

Pero decimos que hay que analizar el rol de Alemania durante las dictaduras en Chile y Argentina. No basta con hablar solamente de fallos de las autoridades diplomáticas, también fue importante el papel de otros actores: la industria alemana vendió armas y desarrolló la industria nuclear en las dictaduras. Mercedes Benz participó en la desaparición de muchos sindicalistas opositores a la dictadura. Los esbirros de los regímenes criminales no solo fueron instruidos en las técnicas de uso de armas, sino que también fueron recibidos con todos los honores en Alemania. Miembros del partido de la CSU (Unión Social Cristiana) apoyaron verbalmente a las dictaduras, mientras que la mayor parte de la sociedad alemana simplemente hizo la vista gorda.

De modo que más vale tarde que nunca. El papel de los diplomáticos alemanes en las dictaduras en Chile y Argentina, así como el de autoridades como el BND (Bundesnachrichtendienst o Servicio de Inteligencia de la RFA) y el Ministerio de Defensa debe ser investigado a fondo. Las víctimas deben ser compensadas. Además, se deberán adoptar consecuencias, ya sea disciplinarias y penales, como también políticas, con el fin de garantizar que en el futuro los derechos humanos cuenten en la política exterior de Alemania.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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