Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La mesa de diálogo como residuo del pasado
La mesa de diálogo entre los gobiernos catalán y español sigue en el centro del debate en Catalunya y continúa generando cruce de acusaciones en el Estado. Pero ¿en que acabará? Seguramente, en nada. La mesa es una estrategia obsoleta de partidos que siguen entendiendo el conflicto catalán desde una lógica conflictual pre-2017 desfasada, bloqueada, sin recorrido y desconectada de la sociedad catalana actual, en cuyo interior el conflicto nacional está mutando hacia nuevas formas de expresión. Desconectada de la realidad, la mesa acabará muriendo sin producir efectos. Mientras tanto, la acumulación generada en el sí de la nueva lógica conflictual en expansión en la sociedad catalana, puede acabar dando lugar, a medio plazo, a un nuevo ciclo de aceleración de los tiempos políticos y sociales que termine en otro choque democrático. Veamos a que me refiero.
La mutación del conflicto catalán
De 2010 a 2017, el procés se manifestó en forma de conflicto nacional concentrado y de tiempo lineal ascendente. Se caracterizó por tener una contradicción central expresada en la polarización en dos contrarios (Catalunya y España) cuya lucha se percibía como una marcha ascendente hacia un destino final de “emancipación” (la independencia) donde una parte se impone sobre la otra eliminando la contradicción. A partir de 2017 esta lógica se desmorona. Surge una situación de empate catastrófico en la que ninguna parte puede imponerse sobre la otra. La represión e intervención de la autonomía por el art. 155 CE evidencia la incapacidad del independentismo para consumar su objetivo. A la vez que las, desde entonces, ininterrumpidas victorias independentistas en cada elección, pone de manifiesto para el Estado la imposibilidad de una acomodación estable de Catalunya dentro de España sin una reforma del marco autonómico. Este escenario de punto muerto ha dado lugar a una ruptura del continuum temporal político, donde a diferencia del tiempo físico y social que sigue avanzando, el tiempo político-institucional queda bloqueado. El conflicto queda atrapado en un tiempo presente detenido e irresoluble sin posible avance ni retroceso.
Pero a pesar de este bloqueo político-institucional, no se ha producido en Catalunya un vaciamiento del espíritu de lucha y temperamento social en gran parte de la población movilizada durante este tiempo. Ante la imposibilidad de canalizar sus aspiraciones de ruptura a través de un conflicto nacional concentrado y de tiempo lineal bloqueado y sin más recorrido posible, esta parte de los ciudadanos traslada y encuentra ahora en otras movilizaciones sectoriales (respuesta a episodios de represión, la oposición a la ampliación del aeropuerto, etc.) la válvula de escape y nuevos campos de juego donde expresar su malestar. Antes de 2017, el conflicto nacional concentrado y de tiempo lineal era la fuerza fagocitadora capaz de absorber y expresar a través suyo el resto de reivindicaciones sectoriales presentes en la sociedad catalana redirigiéndolos y canalizándolos en forma de enfrentamiento nacional de dialéctica simple. Ahora, pasa a la inversa, las nuevas y múltiples pugnas sectoriales afloran y aflorarán como única válvula de escape a través de los cuales se puede expresar la energía social procedente del conflicto constitutivo, estructural y central bloqueado de la realidad catalana. En consecuencia, el conflicto nacional en Catalunya no desparece sino que muta, dejando de adoptar la forma de conflicto nacional concentrado cuyo centro de atención era un tiempo futuro por llegar, para pasar a expresarse a través de múltiples conflictos sectoriales dispersos cuyo centro de atención es el presente.
La mesa de diálogo, un residuo de la lógica pre-2017
Al mismo tiempo que la mesa entre gobiernos sigue activa, los tribunales mantienen la persecución política contra el independentismo. En cualquier proceso de negociación comparado resultaría impensable que las dos partes sigan sentadas mientras la represión no cesa. Sin embargo, tanto ERC como el PSOE persisten en su compromiso con la mesa al tiempo que ello sucede ¿Por qué? Pues porque, a diferencia de cómo es presentada, la mesa no es pensada por sus actores como un instrumento para la solución acordada del problema, sino como una continuidad del conflicto dialéctico simple pre-2017 por otros medios. Ajenos a la reconfiguración social del conflicto, ERC y PSOE siguen anclados en la lógica pre-2017 de conflicto nacional concentrado y de tiempo lineal, percibiendo la mesa como un instrumento para seguir dando pasos en el interior suyo, como si no estuviera bloqueada.
Por un lado, ERC sabe que no dispone de ningún bien político de intercambio lo suficientemente valorizado para mover al PSOE de su posición contraria al referéndum, sin embargo, cree que la mesa le es útil: en primer lugar, para mantener el procés abierto. Aunque cada una de las reuniones de la mesa por sí solas son una mera teatralización que no generan resultado alguno, los republicanos creen que la acumulación de imágenes de reuniones enlazadas secuencialmente les permite crear un efecto narrativo que sugiere movimiento. Como en un cómic en el que cada uno de los pictogramas por separado son estáticos pero su encadenamiento sucesivo genera movimiento, el objetivo de reunir periódicamente la mesa no es producir objetivamente resultados ni acuerdos políticos imposibles, sino crear un lenguaje visual que permita subjetivamente saltar fuera del tiempo inerte y estático en el que se ha entrado y generar sensación de movimiento mientras se preparan las supuestas condiciones para un nuevo asalto. Y, en segundo lugar, para arrancarle en última instancia al gobierno español, algún tipo de acuerdo que someter a votación y que, al margen de la pregunta formulada, pueda ser socialmente resignificado a una lógica plebiscitaria capaz de mostrar una mayoría de votos a favor de la independencia en el marco de un referéndum con legitimidad plena.
Por otro lado, el PSOE sabe que la estrategia de los republicanos conlleva un problema de origen y uno sobrevenido difíciles de gestionar. En su origen se encuentra el hecho de que el abandono del conflicto social y apuesta por ser garantía de la estabilidad del gobierno español cuando todavía no se ha producido un vaciamiento del espíritu de lucha en una parte importante de la sociedad catalana, genera una contradicción entre estrategia partidista y temperamento social complicada de sobrellevar para ERC. Y a ello, se suma el problema sobrevenido consistente en que con el objetivo de jalar el voto soberanista defraudado, Junts se desmarca de la mesa y deja a los republicanos solos. Consciente de estas contradicciones, Pedro Sánchez trata de acrecentarlas, por un lado, manteniendo la represión como vía para calentar un temperamento social que es, dentro del independentismo, causa de tensiones sociedad-partidos y partidos-partidos. Y por otro lado, alargando en el tiempo una mesa sin resultados hasta que tales tensiones generen la alteración de los equilibrios electorales, una ruptura entre los socios del gobierno catalán y una reconfiguración de la coalición de gobierno que lleve al PSC a la Generalitat.
Ambas partes tienen, en consecuencia, una concepción instrumentalista de la mesa. No perciben ésta como potencial productora de consensos sino como un nuevo campo de lucha abierto desde el que organizar el movimiento de lo social hacia aquella dirección que les permita seguir dando pasos en el interior de un conflicto nacional concentrado y de tiempo lineal, que creen todavía transitable y no bloqueado. Sin embargo, en tanto realmente bloqueado, ni el movimiento que ERC cree generar con la mesa es real ni la posibilidad de arrancarle un referéndum que resignificar al PSOE posible. Ni tampoco la creencia del PSOE de que va a disolver el problema catalán sin necesidad de negociar ningún referéndum factible. La mesa no conduce a nada, ni para unos ni para otros. La mesa es un producto heredado de una lógica de disputa superada que al ya no estar en sintonía con la reconfiguración del conflicto que se está produciendo en la sociedad catalana, no es capaz de producir efectos sobre la misma ni generarle credibilidad.
¿Un nuevo ciclo por fuera de la mesa?
En el contexto de mutación del conflicto catalán, no es en la mesa de políticos de lógica conflictual obsoleta y bloqueada sino en la superposición de los nuevos y múltiples conflictos sociales sectoriales que surgen y surgirán, donde es posible se construya un nuevo acumulado que, a medio plazo, acabe generando una aceleración de los tiempos sociales y políticos y abriendo nuevos contextos de choque democrático que vuelvan a unir al independentismo. No es el acuerdo estratégico entre partidos y actores sociales lo que genera momentos de unidad, sino el advenimiento sobrevenido de momentos y acontecimientos disruptivos los que crean un tiempo común y actúan como momento unificador. Si este nuevo episodio del conflicto llegara a darse, la mesa ya habrá desaparecido sin resultados. Por ahora, mientras la mesa se mantiene como un residuo heredado muerto de una lógica conflictual pasada sin capacidad de generar nada, el inmovilismo del gobierno español y mantenimiento de la represión lleva a que el conflicto catalán se reconfigure socialmente por fuera de la mesa y pueda abrir la puerta de nuevos estallidos a medio plazo.
Sobre este blog
Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
25