Antonio Banderas: “Lo que hemos vivido estos días en la política es un novelón de Shakespeare”
Antonio Banderas es uno de esos actores capaces de compaginar el cine más autoral con el puro entretenimiento hollywoodiense. No se le caen los anillos por hacer de malo malísimo en Uncharted, como tampoco se le caen cuando trabaja con autores como Terrence Malick o su amigo Pedro Almodóvar, junto al que en 2020 lograba su primera nominación al Oscar gracias a Dolor y gloria. Un momento histórico que no ha hecho que se tome más o menos en serio a sí mismo, que engole la voz y apueste solo por películas de arte y ensayo. A Banderas le gusta jugar y pasárselo bien, y la prueba está en Competencia Oficial, la película que se estrena este viernes y en la que da vida a un actor lleno de ego al que solo le preocupan la fama, el dinero y las mujeres. Puro estereotipo que en sus manos se convierte en un artefacto desde el que se ríe de media industria.
Competencia Oficial es la nueva película de Mariano Cohn y Gastón Duprat, que ya habían radiografiado el mundo de la creación artística en El ciudadano ilustre y que ahora atizan al mundo del cine. Una radiografía cruel llena de empresarios que quieren pasar a la posteridad y a los que el arte no les importa, directoras de técnicas extrañas, actores de método que miran por encima del hombro y estrellas vacías con el símbolo del dólar tatuado. Una sátira tan cruel como, por desgracia, real.
¿Cuánto de realidad y cuánto de exageración sobre el mundo del cine y la interpretación hay en 'Competencia Oficial'?
Hay mucho de realidad, más de lo que la gente se puede creer. A mí no me han puesto una piedra de 25 toneladas encima para ensayar ni me han envuelto en plástico, pero sí me han hecho cosas parecidas. No voy a decir nombres, pero una directora en Estados Unidos, en un estudio, me tuvo haciendo de perro una mañana entera y me tiraba trocitos de pan que tenía que coger con la boca. Y yo pensaba, si me vieran ahora en España dirían: no veas el gilipollas este lo que tiene que hacer para conseguir un papel. Era la historia de un tío que sufre un accidente paranormal y se convierte en perro y trata de comunicarse con su familia, que cree que ha desaparecido pero no puede hablar.
¿Una película así también es la oportunidad para reírse de uno mismo?
Sí. Es que hay muchas cosas que hemos vivido de verdad. Por ejemplo lo de decir ‘grajo’ (su personaje grita palabras para ejercitar la voz y que se le entienda bien) me lo enseñó una actriz en el Centro Dramático Nacional que iba gritando 'grajo’ y 'Cartagena’. Esas cosas son verdad. Al principio del proceso nos reunimos en Londres todos durante dos días y pusimos sobre la mesa el guion y todo lo que teníamos de nuestro anecdotario, que eran cosas reales, y ellos iban apuntando y metiendo todos esos trocitos de anécdotas dentro del guion que ya existía. Ellos tienen un ojo extraordinario para la mala leche y el uso de la idiotez. Porque ellos describen muy bien a los idiotas, y el mundo está lleno de ellos, así que es muy interesante verlo. Pero en ese mundo también hay mucho listo que sabe cómo ocupar el terreno de la directora, y se ve cómo se van mezclando todos los comportamientos para conseguir algo.
Aquí hay una tendencia a atizarnos y a darnos mucho con un látigo. Eso es muy español. El éxito en España es un inconveniente
Sí que hay cosas exageradas que yo no he visto, como lo que ocurre al final, pero que quizás haya sucedido en la historia del teatro, de los grandes divos de otra época, que eran más divos porque tenían menos exposición y entonces la figura se mitificaba mucho más. Ahí estaban los cantantes de ópera, los toreros, que no estaban todo el día en la televisión y no les observaban los programas y eran míticos. Las Glorias Swanson de su momento, que vivían en una gloria prácticamente intocable y ese tipo de estrellas ya es más difícil que exista. A las estrellas ahora nos zarandean muy rápido y es que ni se creen que eres tú. El otro día me gritó una señora en el teatro: “Antonio, ¿eres tú de verdad?”. No se lo creía. Vivimos en un mundo de sospechosos, y eso es más complicado, pero ahí se expone que la película habla también de la lucha de la supervivencia que se da en el cine, pero imagino que también en el periodismo y en el mundo de la política ni te cuento, mira lo que estamos viviendo estos días, es fascinante, eso te lo agarra Shakespeare y te hace un novelón, una gran obra de teatro. Esos movimientos que está habiendo estos días son espectaculares, el uso de la prensa, el golpe certero en el momento justo… es fascinante.
En la película se contraponen dos tipos de actor, el de método y la estrella obsesionada con la fama, ¿ha tenido miedo a convertirse en alguno de ellos?
No, lo que siempre he tratado en mi vida es de no perderme a mí mismo y no perder mi naturalidad. Yo creo en la experiencia, en ir añadiendo poco a poco experiencias que me han podido ir haciendo mejor, más tranquilo, tener menos ansiedad… te hablo de interpretación. Pero sí que he vivido diferentes escuelas. Yo estudié cuatro años de arte dramático, y tuve profesores que eran conductistas. Estos días en el teatro he invitado a los alumnos superiores de las escuelas de arte dramático de Andalucía y he tenido un coloquio con ellos. Y ya vas viendo cómo a los chicos les han colocado según un criterio de un profesor, y cuando salten a la vida profesional se van a dar cuenta de que tienen que escuchar otras cosas, porque cada director tiene su librillo, y habrá directores que no te dejarán usar el método Staninlavski por falta de tiempo o porque no se da. Y se encontrarán con actores que tienen otros métodos diferentes al suyo, y ahí tienes que engancharte y sobre todo ser muy flexible, porque no es lo mismo trabajar en una comedia o en un drama, en un idioma u otro… y tienes que acoplarte a eso. Pero los narcisismos no solo existen en mi personaje, el que está con las chicas y los coches, el otro, el actor de método tiene otro tipo de narcisismos, distintos, pero los tiene.
Ahí entra otro de los temas de la película, el ego. ¿Cómo se gestiona el ego cuando se recibe una nominación a un Oscar y se está en películas que arrasan en taquilla?
Los premios son una tontería, pero es verdad que cuando te los dan dejan de ser una tontería. Hace ilusión. Recuerdo cuando me dijeron que estaba nominado al Oscar. Yo había desechado ya esa posibilidad, porque era una película pequeña, en español, venía Robert De Niro por detrás, con el aparato americano, que lo conozco muy bien… y dije: esto es imposible. Me acuerdo que estaba comiendo con el alcalde de Málaga ese día, tenía el teléfono al lado y lo miré un momento y vi que Dolor y gloria estaba nominada, y dije: bueno, pues ya han salido. Y seguí hablando. De repente, el teléfono empezó a sonar todo el rato y ya vi que estaba nominado y en ese momento sentí una alegría extraordinaria que duró segundos. Fue bonito, pero ya está, luego ya sabía quién iba a ganar, porque lo sabía todo el mundo, pero me quedo con eso.
Este año hay cuatro nominados españoles, algo se mueve en Hollywood con nuestro talento.
Claro, eso es incuestionable, pero eso forma parte de algo mucho más grande. Primero, de una comunidad hispana que ha trabajado muy duro para que las nuevas generaciones fueran a los colegios y a las universidades, y esas nuevas generaciones han ido saliendo a todas las profesiones y también al cine. Cuando llego a EEUU se empieza a producir ese fenómeno y empiezo a jugar unos personajes en películas como El Zorro o Desperado. Es un momento en el que se les empieza a dar una oportunidad a los hispanos. Esa puerta se abrió y ahora ya tienen poder, son productores, directores… hay hispanos en todos los sitios y a los españoles se nos respeta, probablemente mucho más fuera que en nuestro propio país, porque eso de no ser profeta en tu tierra ocurre, aunque no solo en España. Pero es verdad que los anglosajones tienen tendencia a quererse mucho, y allí si eres una estrella y has nacido en Norteamérica lo serás siempre, pase lo que pase. Y te recordarán por eso. Aquí hay una tendencia a atizarnos y a darnos mucho con un látigo. Eso es muy español. El éxito en España es un inconveniente con el que hay que luchar, porque puede reportarte muchos problemas.
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