ENTREVISTA | Antony Beevor

“El Valle de los Caídos debe mantenerse por su valor educativo y como símbolo del horror de la arquitectura fascista”

Demasiada arrogancia. Demasiado difícil. Demasiado lejos. La batalla por los puentes de Holanda en septiembre de 1944 con unidades de paracaidistas lanzadas a un centenar de kilómetros por detrás de las líneas enemigas hasta la localidad de Arnhem (mapa) fue el último gran fracaso de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Antony Beevor, que ya nos ofreció Stalingrado, el Día D, y las batallas de Berlín y de las Ardenas, nos muestra ahora la operación Market Garden, condenada al fracaso por la mala planificación, el exceso de ambición y el ego de Montgomery.

Beevor, nacido en Londres en 1946, habla en esta entrevista sobre La batalla por los puentes, publicada por Crítica, el cine bélico, del que no es un gran entusiasta por las libertades que se toma con los hechos reales, y el Valle de los Caídos. Como historiador, Beevor está a favor de retirar el cuerpo de Franco, pero cree que hay que conservar el lugar de forma que sirva para educar a otras generaciones sobre lo que es una dictadura.

Hace unos meses publicó un artículo en The Guardian sobre el cine del género bélico y cómo a veces tiene poco que ver con los hechos históricos. Parece que le resulta muy doloroso ver algunas de esas películas.sobre el cine del género bélico

Porque hay muchas que son realmente malas, lo que me pone furioso (se ríe), y por eso mi mujer se niega a verlas conmigo.

¿Cuál es la mejor y peor película de guerra que ha visto de entre las más conocidas por su relación con los hechos reales?

Probablemente, Salvar al soldado Ryan es una de las peores. Tiene un brillante comienzo, pero el resto incluye los peores clichés de Hollywood. Lo más lamentable es que la industria del cine alega que estas películas están basadas en una historia real. El peligro es que la mayoría de la población cree que conoce esos hechos históricos tras verlas, cuando quizá su idea de la historia es simplemente una ficción. Y creo que esta idea distorsionada que confunde hechos y ficción es peligrosa. Tiene un inmenso potencial comercial, pero las necesidades de la industria cinematográfica son totalmente incompatibles con la historia bien contada.

¿Vio la película Un puente demasiado lejano, de 1977, sobre esta batalla años antes de escribir el libro?Un puente demasiado lejano,

Sí, y la volví a ver después de terminar el libro. Eso es importante porque puedes verte influenciado por estas cosas, aunque sea involuntariamente.

¿Cómo la puntuaría en la escala de películas de guerra buenas, regulares o malas?

No es tan mala como tantas otras. Obviamente, como historiador, hay cosas que criticaría. Por ejemplo, el sufrimiento de los civiles (holandeses) no está bien reflejado, pero es la forma en que se escribía la historia militar en esa época, cuando se ignoraba lo que pasó con los civiles. La historia de la Segunda Guerra Mundial es terrible. Murieron más civiles que todos los soldados juntos. Y eso se suele ignorar.

La película tiene errores que ya aparecían en el libro de Cornelius Ryan, y otros fueron introducidos por Richard Attenborough (su director) y el guionista. Los norteamericanos y los británicos son los peores en las películas de guerra. Los alemanes son mucho mejores, y también los franceses, porque son más respetuosas con la historia. Por ejemplo, El hundimiento es una buena película. Puedes criticar algunos detalles, pero se acerca mucho más a la verdad que las películas británicas o norteamericanas.

En relación a los hechos reflejados en 'La batalla por los puentes', los numerosos errores de planificación y ejecución de la Operación Market Garden, ¿cree que fue otro ejemplo de leones dirigidos por asnos, como se ha dicho tantas veces sobre la Primera Guerra Mundial?

Montgomery no era un asno, en absoluto. No era estúpido, pero tenía otros problemas. Como conté en el libro de las Ardenas, sufría un caso claro de Asperger, era muy estrecho de miras y carecía de flexibilidad. Cuando otros le advertían de problemas, no les escuchaba, y ese es el mayor peligro. Por ejemplo, Eisenhower, que era su jefe, dijo a Montgomery que debía realizar la planificación con el jefe de la Fuerza Aérea. El Departamento de Guerra en Londres también le dijo que la decisión final correspondía a la Fuerza Aérea en el caso de operaciones aerotransportadas. Y se negó a aceptarlo. Y ahí estuvo la principal razón del desastre en la planificación.

¿La relación entre generales norteamericanos y británicos era tan mala como parece en el libro?

Sí, era bastante mala. Había bastante resentimiento. Los generales británicos habían sido muy arrogantes con los americanos al principio: llevamos en esta guerra dos o tres años antes que vosotros, decían, sabemos cómo luchar, estaba esa frase que dice 'los americanos siempre terminan acertando después de probar todas las demás alternativas'. Eso era bastante injusto, porque los americanos experimentaban mucho más que los británicos y aprendían más rápidamente. Los británicos eran muy conservadores, muy tradicionales.

De sus libros anteriores, ya se deduce que usted no es un gran admirador de Montgomery y que tiene más respeto por Eisenhower.

Eisenhower fue criticado a veces injustamente por los británicos, en especial por Montgomery, que pensaba que era un mal general y que no sabía nada de la guerra. Sí, cometió errores, pero la crítica más clara que se le puede hacer es que debía haber sido más duro con Montgomery. En lo que creía de forma intensa es en que había que mantener unida la alianza. El auténtico enemigo era la prensa británica. Habían idolatrado a Montgomery y lo habían convertido en un héroe, y eso le convenció de que era un gran líder y que era él quien debía dirigir todas las fuerzas de tierra.

Y quizá también todo estaba propiciado por el intento de Churchill de sostener que Gran Bretaña pesaba tanto como EEUU en la guerra.

Bueno, no era exactamente una fantasía. Churchill sabía perfectamente que el país estaba arruinado económicamente y estaba desesperado por mostrar que estábamos al mismo nivel más o menos (que EEUU). Pero también pretendía conseguir que hubiera un Ejército después de la guerra con el que tener influencia de cara al tratado de paz y todas las decisiones importantes. Pero irónicamente fue Montgomery y su conducta, en especial después de la batalla de las Ardenas, cuando dijo que la había ganado él solo, lo que enfureció tanto a los americanos que al final Gran Bretaña perdió la influencia que podía haber tenido.

Subestimar al enemigo es uno de los peores errores que se pueden cometer en una guerra. ¿Fue esa una de las grandes razones del desastre?

Sí. A finales de agosto y principios de septiembre de 1944 después de la destrucción del Ejército alemán en Normandía y sobre todo de la inmensa victoria de los rusos, la mayor de la guerra, en la Operación Bagration, sí parecía que el Ejército alemán estaba a punto de venirse abajo. Fue obviamente un error. Americanos y británicos se equivocaron por completo al analizar la conspiración del 20 de julio para matar a Hitler con una bomba. Supusieron que un Ejército que se prepara para matar a su comandante en jefe debe de estar en una situación de desintegración. Pero lo que no vieron es que el fracaso en acabar con Hitler hizo que los nazis, las SS y Hitler tuvieran ya un control absoluto del Ejército, y que por tanto este lucharía hasta que Hitler estuviera muerto.

¿Hubo alguna oportunidad de que la Operación Market Garden tuviera éxito?

Era demasiado ambiciosa la idea de lanzar paracaidistas a más de 100 kilómetros por detrás de las líneas enemigas y luego esperar que las demás fuerzas llegarían hasta donde estaban en 48 horas. Un Ejército como el alemán que se podía recuperar del desastre rápidamente iba a poder colocar suficientes emboscadas en la única carretera en todo el camino hasta Arnhem.

Las dos peores partes del plan eran: uno, lanzar a los paracaidistas británicos de la División Aerotransportada demasiado lejos del objetivo. Los que llegaron perdieron el elemento de sorpresa, y la sorpresa es lo que más favorece a los paracaidistas porque al final tampoco pueden llevar consigo muchas armas. El otro error es pensar que puedes avanzar por una sola carretera, rodeada de marismas y zonas pantanosas, donde si caes en una emboscada deberías poder girar y dar la vuelta. Avisaron a Montgomery de esto, pero se negó a escuchar.

La capacidad de los alemanes de enviar refuerzos desde su país fue un factor decisivo, así como las decisiones del alto mando encabezado por el mariscal Model, un tipo desagradable, muy leal a Hitler, pero efectivo.

Sí, pero el mayor error que cometieron los alemanes fue la orden de Model de no destruir el puente de Nimega. Lo que es sorprendente es que los británicos pensaran que podían capturar fácilmente ese puente. Si hubiera sido destruido, no habría habido ninguna posibilidad de llegar hasta Arnhem. Fue otro gran error del plan, y también el único golpe de suerte que tuvieron. La idea de construir un puente de pontones bajo el fuego enemigo desde el otro lado, donde los alemanes podían concentrar todas sus fuerzas, no era realista.

¿Cuántos generales británicos o de otras nacionalidades habían dicho antes que este no era un buen plan?

Estaba Urquhart, que llegó a decir a Browning que podía ser casi como una misión suicida. Desde luego el general (polaco) Sosabowski fue muy claro desde el principio. Ya con el plan anterior, la Operación Comet (que no llegó a llevarse a cabo), había dicho que estaban ignorando la reacción de los alemanes. Luego estaba el general Gale. Gale tenía mucha más experiencia que Browning en operaciones aerotransportadas. De hecho había dirigido la 6ª División Aerotransportada en Normandía. Gale dijo a Browning: este plan es horrible, no deberíais seguir con él. Y Browning le respondió: no debes decírselo a nadie porque eso socavará la moral.

La razón por la que Urquhart no dijo nada hasta el final es por un problema típico en la cultura militar. Es muy difícil que los mandos militares digan a sus jefes que tienen delante un plan muy malo. Les pueden responder que están asustados si no muestran entusiasmo. Y probablemente hayamos visto el mismo problema en Afganistán, donde los mandos militares no estaban preparados para decir a los políticos que hay cosas que son una mala idea, o que no tienen los recursos necesarios, lo que ha sido un problema real para los británicos en Afganistán.

Al igual que en su libro sobre la batalla de las Ardenas, no oculta que hubo muchos casos de soldados aliados que se cobraron venganza contra las tropas alemanas.

Los americanos, no los británicos. Fue la agresividad en el entrenamiento de las tropas americanas lo que terminó ocasionando esto. También hay que comprender, como muestra la carta de un capitán su familia, cómo los soldados pueden pasar de un nivel extremo de miedo, si lo superan, a otro de gran excitación, donde llegan a pensar que pueden derrotar por sí solos al Ejército alemán. Y se producen situaciones en las que cargan y terminan matando a soldados que son poco más que chicos con uniforme que están intentando rendirse.

¿Qué es lo que lleva a que se produzcan esas represalias entre soldados? No son nada infrecuentes en las guerras.

Ocurren, son más probables cuando se entrena a las tropas de una forma deliberadamente agresiva hasta ese nivel, que es un nivel que los paracaidistas necesitan, porque deben reaccionar con rapidez tras lanzarse sobre una zona. Cómo los controlas en una situación como esa, cuando los hombres están casi en un estado de locura, es otra cosa.

Con respecto al papel de la Resistencia holandesa, hubo otro problema para la Operación Market Garden, y es que los mandos aliados eran escépticos con su información. Y todo venía de la relación anterior de las tropas aliadas con la Resistencia francesa. ¿Fue esa una mala experiencia?

No tan mala. Lo que pasa es que la Resistencia francesa era muy impulsiva y no muy acertada en algunos de sus informes (a los aliados). Cuando al general Patton le preguntó un periodista cómo valoraba la aportación de la Resistencia francesa, respondió: “Mejor de lo esperado, peor de lo que se había publicitado”.

Después del desastre de Market Garden, cuando era el momento de hacer balance, muchos mandos militares se felicitaron por el resultado. ¿Qué pretendían?

Lo que intentaron hacer fue encubrir el resultado.

¿No hizo nada el Gobierno? ¿No fue informado de las verdaderas consecuencias?

Los británicos no podían admitir que había sido un plan tan malo, aunque sólo fuera por las familias de los que habían muerto. No podían dejar que pareciera que habían muerto en vano. Pero me temo que el establishment se ocupó de hacer algo habitual, encubrir los errores cometidos. Creo que por eso los generales británicos trataron tan mal al general Sosabowski, porque no les gustaba la manera en que había dudado de la operación desde el principio. Dijo que era un mal plan y al final tuvo razón.

Usted ha escrito sobre la Guerra Civil española. ¿Qué cree que se debería hacer con el Valle de los Caídos, con un lugar que es un homenaje al franquismo? ¿Hay alguna posibilidad de que ese lugar se convierta en un símbolo diferente?

Estoy convencido de que un monumento como ese debe mantenerse, puramente por su valor educativo y en parte como símbolo del horror de la arquitectura fascista, y que sirva obviamente para educar a otras generaciones. Pueden instalarse algunos carteles o material educativo que expliquen cuántos presos murieron construyendo ese lugar y otras cosas. No estoy tan seguro sobre qué hacer con los cuerpos. Creo que sería mejor que se trasladaran los restos de Franco y José Antonio, y que ya no pueda ser un centro de peregrinación para la extrema derecha. Aunque son ya muchos menos que en el pasado.

No estoy de acuerdo con la tendencia de reescribir la historia usando los valores de hoy para tratar de imponerlos en las personas del pasado. Lo que hay que hacer es intentar entender por qué la gente hizo lo que hizo antes, con independencia de que estés en desacuerdo con ellos. En eso debería consistir la historia.

En Gran Bretaña tenemos un debate similar con algunos símbolos de la esclavitud. ¿Debemos destruirlos porque no los aprobamos? No, creo que hay que conservarlos, pero hay que educar a la gente sobre lo que significaba la esclavitud para que no pervivan ficciones sobre ella.

Aún hay estatuas y placas conmemorativas de Cecil Rhodes en Gran Bretaña y un intenso debate sobre ellas.

Sí. En el caso de las estatuas de Franco, puedo entender que si están en la plaza principal y la gente está harta de ver a Franco, había que quitarlas de allí, pero no necesariamente destruirlas. Pueden estar en otro sitio donde se explique quién era Franco, de qué era responsable, cuántas personas murieron y otras cosas.

¿Pueden los historiadores de izquierdas y de derechas coincidir y dar a la sociedad una idea común sobre lo que ocurrió en el pasado?

No, porque los historiadores deben intentar en la medida de lo posible no ser historiadores de izquierdas o de derechas. El deber de un historiador es comprender y aportar esa comprensión a la gente para que esta llegue a sus propias conclusiones. Creo que la politización de la historia es muy peligrosa. En cierta medida, puede destruir su propia utilidad.

Pero pueden al menos establecer los hechos básicos sobre lo que ocurrió.

Sí, desde luego. Yo discrepo por completo de la definición alemana de la historia, que la considera una ciencia. No puede ser una ciencia. Desde el siglo XVIII y (Edward) Gibbon, los británicos creen que la historia es una rama de la literatura. Por eso, piensan: es mucho mejor que escriba bien un profesor o la persona que escriba sobre historia, a diferencia de la mayor parte de la historia en alemán, que no se puede leer porque está llena de jerga académica. Pero debe haber un intento de objetividad en vez de introducir material ideológico entre los hechos elegidos.