El arte que carga contra la violencia policial
A lo largo de esta entrevista, en la que el colectivo fundado en 2006 ha preferido responder a las preguntas por escrito, se explicará que todo es susceptible de convertirse en un acto artístico. Incluso una protesta policial, porque “el material del arte puede ser cualquier cosa”. Pero la definición más acertada del arte que proponen la dejó escrita el colectivo Preiswert, que actuó en Madrid en los años noventa y que en una de sus acciones intervino uno de los carteles de publicidad en los andenes del metro de la parada de Sol y repartió octavillas con la consigna de saquear El Corte Inglés de la calle Carretas, el 17 de octubre de 1993. La frase dice: “Si te persigue la policía estás haciendo arte”.
Eso es lo que les pasó a Democracia (Iván López y Pablo España, antiguos fundadores y miembros del colectivo El Perro) después de presentar sus trabajos We protect you from yourselves (“Os protegemos de vosotros mismos”), en 2013, y 18 retratos (2014). Utilizaron fotos de antidisturbios de la Policía Nacional en acción —aunque ocultando su identidad— antes de que se aprobara la Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, también conocida como ley mordaza, como reacción al movimiento indignado. Creen que esas imágenes son usadas como “espectacularización de la represión” en prensa. Explican los artistas que en los medios las escenas representan tanto la brutalidad del Estado como la firmeza en la defensa de las libertades constitucionales. Frente a la ambigüedad de este mensaje, ellos presentaron la “ideología no expresada” de las fuerzas del orden con frases incorporadas a las fotos, bajo la estética de una aparente campaña de publicidad.
“Somos el Estado de Derecho”, “Nosotros o el caos” eran algunos de los eslóganes que extrajeron de un texto de Luis Navarro, filósofo y ex policía militar, para analizar la íntima relación entre el orden y la policía. No fueron los eslóganes lo que molestó a la policía, sino el uso de su imagen. Democracia fue demandada por el Sindicato Unificado de Policía (SUP) ante la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), que determinó que el derecho a la creación amparaba a los artistas y no existía, por tanto, una infracción muy grave por la que habrían tenido que pagar una sanción estimada entre 300.000 y 600.000 euros. ¿Perdieron libertad en su proceso legal para defenderse de la autoridad policial? “Hemos ganado en precaución”, responden. Ahora la serie únicamente se expone fuera de España.
Un precio caro
El precio por cargar contra el abuso de poder parece elevado. “No nos vamos a quejar de que por tratar temas polémicos te expongas a posibles persecuciones, querellas, denuncias... además de que resulte más complicado tener mayor visibilidad justo por eso. Nosotros creemos en el arte como acto comunicativo y, como tal, tiene que ser público, sin pensar en consecuencias pero sabiendo hasta dónde te permite llegar la ley”, indican. Con sus propuestas no solo cuestionan los abusos sino la misión del arte en la sociedad.
En We protect you from yourselves eligieron los recursos de la publicidad como estrategia de difusión de las imágenes para que circularan “en el espacio público y no solo en el espacio del arte”. La producción de la serie recuerda a los anuncios de ropa de un gran almacén. “Esta imagen espectacularizada del antidisturbios alude a que la estructura social se aguanta por la violencia legítima que la respalda, que esos son los fundamentos elementales que la constituyen”, explican.
El pasado 27 de noviembre los sindicatos policiales convocaron una manifestación en Madrid para reprochar al Gobierno la reforma de la ley mordaza, que aún no ha iniciado su trámite parlamentario. A la marcha se unieron los líderes de la derecha y extrema derecha. Al grupo de artistas les parece “preocupante” que los policías se manifestaran contra la “derogación” de la llamada ley mordaza. “Que una organización tan poco radical como el Consejo de Europa considere la ley mordaza arbitraria y desproporcionada, ya nos habla de que su defensa busca coartar el derecho a la disidencia, a la libertad de expresión, de reunión y manifestación. Que unos funcionarios públicos se posicionen de este modo frente a parte de la ciudadanía, nos tiene que hacer pensar hasta qué punto la policía está al servicio de esta, respetando sus derechos y libertades o de sus propios intereses”, contestan por escrito.
En 2017 crearon un monumento al antidisturbios realizado en mármol de Carrara y con un tratamiento hiperrealista. El agente aparece con su indumentaria, con una mano agarra la escopeta que cruza sobre su pecho y con la otra mano manda callar. La titularon Working Class. Sobre el pedestal hicieron visible la discusión que mantiene el seno de la izquierda sobre si la policía es o no es clase trabajadora. Por eso Democracia cree que la manifestación de finales de noviembre responde “a algo tan básico como protegerse de las consecuencias de posibles actuaciones irregulares, a través de la difusión de imágenes”.
Estos artistas han padecido las consecuencias de esta protección, que hace un año el Tribunal Constitucional ha limitado al anular la prohibición de grabar policías sin autorización. “Que no se pueda filmar a los policías en el ejercicio de sus funciones es una reivindicación básica de todos sus sindicatos”, dicen y recuerdan que los movimientos por los derechos civiles lo recomiendan. Les gustaría colocar su monumento marmóreo a las puertas de cualquier centro de poder político, porque “todo poder es autoritario y represivo aunque haya sido elegido democráticamente”.
La violencia real
Una de las reivindicaciones de los sindicatos policiales es que se quedan “indefensos” en el ejercicio de sus labores con esa reforma que se plantea. Democracia no ve a la policía indefensa: “Cuando ves que artistas en nuestro país han acabado siendo denunciados, condenados, encarcelados o exiliados por sus creaciones, pues te haces una idea muy clara de dónde está la parte más débil”. Por eso creen que al ciudadano le será muy complicado recuperar los espacios de libertad que le sean arrebatados. Con Silencio, de 2018, insistieron precisamente en cuestionar el mensaje de obediencia a la autoridad. Imprimieron carteles con la imagen de un antidisturbios mandando callar y los pegaron por las calles de Bruselas y la también ciudad belga Charleroi.
Desde hace casi dos décadas el trabajo artístico de Democracia se ha comprometido con la denuncia de las lesiones de los derechos de la ciudadanía, aunque reconocen que el arte no es el único recurso de oposición, que lo más importante es denunciar el autoritarismo y el abuso como sea incluso “pensar y plantear la abolición de la policía”. “Es cierto que en un momento de persecución al periodismo cuando se intentaba documentar las acciones policiales, el arte ha servido como un espacio ”protegido“ desde el que hacer valer el derecho a la creación para hacer patentes estas cuestiones”, reflexionan los miembros del colectivo.
¿Qué genera más recelo y sospecha: un artista o un antidisturbios? “Depende del ambiente. Hay lugares donde un artista es sospechoso, pero por lo general produce más recelo un antidisturbios. Un artista puede ser un pedante o un pesado, su obra puede resultar infumable y que no se pueda ni ver, pero no se te va a saltar un ojo por mirarla”, contestan. La pieza del monumento al antidisturbios también era una crítica a las obras maestras, en las que el canon del arte actúa como una autoridad que exige obediencia absoluta. Y aunque, para algunos artistas, el canon está para destruirlo por ser el símbolo del poder, explican que “no es equiparable la violencia simbólica que pueda ejercer cualquier canon artístico con la violencia real y efectiva sobre los cuerpos”.
¿Para cuándo una serie sobre jueces, leyes y abusos en su interpretación? “No es la primera vez que nos lo preguntan. Pero de momento no está entre nuestros objetivos”.
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