Un proyecto artístico quiere volver a levantar el muro de Berlín, pero su idea divide otra vez a la ciudad
“Es el mayor escándalo que se recuerda en la escena artística en Berlín”, dice a eldiario.es Lisa Benjes, responsable de la asociación cultural berlinesa Iniciativa Nueva Música, dedicada, entre otras cosas, a la promoción de la música clásica experimental. Así habla esta integrante del mundo cultural berlinés de una iniciativa de grandes proporciones que ha quedado aparentemente frustrada por no gozar del permiso de las autoridades.
El DAU-Libertad, nombre del proyecto lanzado por la promotora cultural Berliner Festspiele, planteaba recrear en el centro de Berlín un régimen totalitario dentro de una zona delimitada en la que se iban a reconstruir 800 metros del muro que dividió la ciudad entre 1961 y 1989. Eso, durante cuatro semanas, del 12 de octubre al 9 de noviembre.
A la iniciativa hay asociados grandes nombres del mundo del arte. A saber, la artista serbia y considerada la “madrina” del arte de la performance Marina Abramovic, el guionista y director de cine alemán Tom Tykwer e incluso el ya legendario artista callejero británico anónimo Banksy. El coste estimado de la iniciativa es de 6,6 millones de euros, según el diario berlinés Der Tagesspiegel. De la financiación se ocupa el hombre de negocios y filántropo ruso Sergey Adoniev, alguien a quien se reprocha en Alemania su cercanía con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
La semana pasada quedaba patente que los organizadores del proyecto no habían sabido persuadir a las autoridades del distrito Mitte, en el corazón de Berlín, para salirse con la suya. Allí, en una manzana de la céntrica avenida de Unter den Linden, estaba previsto que se reprodujera un ambiente de régimen totalitario mezclado con instalaciones, performances y vecinos de un barrio de marcado interés turístico.
El proyecto prevé extenderse por unos 35.000 metros cuadrados del centro berlinés. El espacio está concebido para que lo visiten 4.000 personas al día. Todas ellas, según explicaron en su día los organizadores, debían registrarse como visitantes y hacerse así con una suerte de “visado”.
A finales de la semana pasada, los medios alemanes daban cuenta de que la responsable de Tráfico de Berlín, Regine Günter, pensaba decidir en contra de la iniciativa por “motivos de seguridad”. “Estamos esperando a que las autoridades nos comuniquen algo de forma oficial”, asumen en declaraciones a eldiario.es desde la promotora cultural. La decisión última y definitiva de las autoridades se espera, como tarde, para este viernes. Bomberos y Policía ya han mostrado sus reticencias.
Khrzhanovsky, responsable de una macro-performance
El DAU-Libertad es un proyecto con nombres y apellidos. Detrás de él está el artista ruso Ilya Khrzhanovsky. Suya es la película Dau, una obra cinematográfica cuya temática gira entorno a la figura del científico ruso Lev Landau, ganador del premio Nobel de Física en 1962. Para realizar la película, que implicó casi tres años de grabación – totalizando unas 700 horas de rodaje –, se reconstruyó en Járkov (Ucrania) una copia del instituto de investigación moscovita en el que trabajó Landau en su día.
En la cinta no había actores, sino “participantes”, personas que se implicaron en las grabaciones para vivir en esas instalaciones. Muchos interrumpiendo su vida durante dos años para poder contribuir en el proyecto de Khrzhanovsky. Allí vivieron frente a las cámaras bajo las estrictas reglas de una sociedad totalitaria al más puro estilo stalinista.
La reconstrucción de espacios de aires soviéticos también estaba prevista en el DAU-Libertad. Sin embargo, que ésto se hiciera utilizando como motivo el muro de Berlín para cercar la zona en la que Khrzhanovsky quería crear un espacio expositivo de todo tipo formas de arte ha generado una fuerte controversia.
“Cuando Khrzhanovsky me dijo que quería la reconstrucción del muro como parte de su proyecto, aquello me horrorizó. Pero luego pensé: 'eso es lo que estamos haciendo ya en Alemania'”, ha explicado Thomas Oberender, responsable del Berliner Festspiele. “Vivimos en un país dividido, con AfD, Pegida, Chemnitz, (…). Con el muro tocamos esa herida”, según Oberender.
Aludía Oberender a la polarización política que vive Alemania, en buena medida por culpa del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), las movilizaciones xenófobas de los Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente (Pegida), organizaciones de extrema derecha bávaras y los más recientes disturbios a cargo de neonazis en la ciudad de Chemnitz (este alemán). Pese a que Oberender y compañía querían darle un sentido contemporáneo al proyecto, el debate público parece no haber terminado de entender la propuesta.
Acusado de “banalizar los crímenes del comunismo”
Los responsables del Berliner Festspiele han tenido que responder a la acusación de “tener cara dura” y querer “provocar” con una infraestructura que recuerda a uno de los peores capítulos de la historia de la ciudad. También se ha dicho contra el proyecto que “banaliza los crímenes del comunismo”.
Otras voces de la cultura alemana, como la conservadora Monika Grütters, secretaria de Estado para la Cultura, han dado su visto bueno a la iniciativa. “Sólo quien tiene el coraje para experimentar, el que está preparado para cuestionar los límites, consigue dar un paso hacia la vanguardia en el mejor sentido”, ha expresado Grütters, responsable gubernamental salida de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido de la canciller Angela Merkel.
La incertidumbre rodea al proyecto del Khrzhanovsky. Pero en el Berliner Festspiele parece que quieren creer que la iniciativa verá la luz. A finales de la semana pasada ya habían recibido un correo que bien pudiera servir para despedir al proyecto. “Como solicitante, no están en posición de ofrecer los documentos necesarios en el debido plazo. Por eso no puedo prometerles el permiso”, señalaban las autoridades en ese correo.
“No es un rechazo formal de nuestra solicitud”, apuntan los promotores con aire esperanzado. Tampoco reniegan los artistas y responsables de eventos que, dentro del dictatorial espacio imaginado por Khrzhanovsky, iban a protagonizar performances, conciertos, exposiciones e incluso especiales ofertas gastronómicas. “Es arte, arte muy conmovedor lo que tendrá lugar tras esos muros”, se ha esforzado en aclarar Oberender.