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Cuadros que suenan a jazz: Mondrian en el Reina Sofía más allá de líneas y colores

Vista de la exposición 'Mondrian y De Stijl'. Obra: 'New York City, 3 (inacabado)'

José Antonio Luna

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“Uno ha de ser consciente de lo que hace antes de empezar a desprenderse de la tradición, porque uno no puede llamarse ateo sin haber experimentado realmente algún tipo de religión”. Es lo que decía Piet Mondrian en 1917, en conversación con el crítico musical Paul Sanders. Tales palabras también son aplicables a su arte. Su “religión”, la tradición realista de los Países Bajos del siglo XVII, pasó al “ateísmo” del arte abstracto geométrico para remover los cimientos de lo que hasta entonces se entendía como cultura visual. Pero, ¿cómo se produjo esta transición?

Es justo lo que responde la exposición Mondrian y De Stijl presente en el Museo Reina Sofía hasta el 1 de marzo de 2021. Una muestra que aborda cómo surgió el movimiento del Estilo, las ideas de sus integrantes y cómo acabó marcando el rumbo del arte contemporáneo que se realizó a partir de entonces. 

Piet Mondrian nació en 1872 y, aunque sus primeros pasos fueron como autor de bodegones y paisajes holandeses, progresivamente fue incorporando influencias de otras corrientes emergentes como el puntillismo o el fauvismo. “Desde el principio Mondrian está bastante obsesionado con la idea de subvertir la perspectiva. Empieza a pensar en una realidad que tiene más que ver con lo moderno y una vivencia distinta del espacio relacionada con la belleza universal de la armonía y el equilibrio de líneas verticales y horizontales”, explica a elDiario.es Teresa Velázquez, jefa de exposiciones del Museo Reina Sofía.

De esta forma, obras tempranas como Naturaleza muerta con naranjas (1900) o Tarde en el Weesperzijde (1901- 1902) dejan paso a otros trabajos más geométricos y abstractos. “Creo que es posible, mediante el uso de líneas horizontales y verticales, construidas deliberadamente y guiadas por una intuición profunda, lograr la armonía y el ritmo, y creo que el uso de estos elementos básicos de belleza crean una obra de arte sólida a la par que verdadera”, decía el propio Mondrian en una carta de 1914 al crítico de arte holandés H.P. Bremmer, una de las primeras personas en interesarse por el coleccionismo de su plástica. “No deseando decir nada en particular, uno dice realmente lo más particular, la verdad”, señalaba el pintor neerlandés sobre la abstracción que defendía a través de sus trazos. 

La primera Guerra Mundial y el nacimiento de De Stijl

Mondrian pasó varios años en París buscando una belleza universal únicamente deudora del color o la línea, pero hay un suceso que interrumpe esta indagación: la Primera Guerra Mundial. El conflicto estalla en 1914 mientras se encuentra en los Países Bajos, lo cual le impide regresar a la capital de Francia y continuar con su formación en el por entonces epicentro del arte.  

Entonces el pintor se establece en Laren, un pequeño municipio a unos 30 kilómetros de Ámsterdam, donde se encuentra con el artista Van Doesburg o el arquitecto Johannes Pieter Oud, con quienes comienza a trabajar en un proyecto en común. “Les empieza a influir un filósofo de la naturaleza que se llama Schoenmaekers que habla de las líneas verticales y horizontales en el universo como líneas de energía universales. Esto les marca bastante, primero porque coinciden en la misma pequeña ciudad, y luego porque sus escritos tienen mucha influencia en el nacimiento del Estilo”, observa la jefa de exposiciones del Reina Sofía.

Fue así como se fraguó la publicación en 1917 de De Stijl (El estilo), una revista publicada por Van Doesburg que acabaría sirviendo de plataforma para un grupo de artistas en busca de una nueva plástica que superara el tradicional provincialismo holandés. “Lo interesante del movimiento es que empieza como una pequeña revista que acabó convirtiéndose en una plataforma de difusión muy importante en la promoción de lo moderno”, apunta Teresa Velázquez. 

El objetivo de sus defensores era abolir la jerarquía entre las diferentes artes y que todas funcionaran en armonía como una sola. Es así como vislumbraban el mundo que estaba por llegar, el de la modernidad. “Abren la pintura a una nueva realidad que se refleja en creaciones de otro tipo, como la publicidad, la poesía, la arquitectura y, por supuesto, a las artes aplicadas. Todo es transdisciplinar”, señala la portavoz de la pinacoteca. De ahí que los colores primarios (rojo, amarillo y azul) sean tan característicos de este movimiento: estuvieron presentes en todo tipo de obras, de cuadros a edificios, hasta que se convirtieron en su sello de identidad. 

“Menos es más”

La heterogeneidad de artes era una de las virtudes de De Stijl, pero también acabó siendo el síntoma de su declive. Lo que inicialmente se entendía como un movimiento unánime acabó siendo un amplio abanico de opiniones en continuo conflicto. Por ejemplo, Van Doesburg lanzó su propio estilo, el elementarismo, con el que incorporaba el uso de la diagonal para intentar modificar el rigor del dogma neoplástico.

Esto provocó que De Stijl acabara difuminándose a mediados de la década de 1930, aunque realmente su arte nunca había contado con un mercado importante a excepción de uno de sus miembros: Mondrian. “Estaba como solo en su búsqueda y no dependía tanto del movimiento. Quizá tuvo más éxito desde el principio y logró no desviarse, porque otros artistas acabaron haciendo obras más variadas mientras que Mondrian permanece fiel al neoclasicismo”, asegura la experta en arte. 

Pero permanecer fiel a un estilo no implica tener siempre el mismo significado. De hecho, el traslado de Mondrian a la Nueva York de 1940 hace que sus cuadros comiencen a reflejar las consecuencias de estar en una gran metrópoli en consonancia con la música moderna. “En la última etapa sus piezas empiezan a vibrar. Ya no es el equilibrio clásico de las composiciones de antes del 30. Ni siquiera el equilibrio dinámico que luego dirá que persigue. Eso ya tiene que ver más con la experiencia del jazz, al que también fue muy aficionado”, aclara Velázquez.

Las líneas que atraviesan sus composiciones cambian. Ahora los trazos horizontales son más anchos que los verticales y sugiere matrices que transportan al lienzo la energía de la urbe. Un estilo ya convertido en canon y cuyo legado abarca la cultura visual de nuestros días en forma de merchandising, ya sea de camisetas o de mascarillas con las características líneas de Mondrian. 

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