La Transición, con mayúscula, se encuentra en el centro de la discusión política desde al menos el 15M, que puso de actualidad tan intocable asunto. Dentro de esa Transición, la cultura ha recibido una atención muy especial, seguramente porque siempre ha sido más fácil charlar sobre lo superestructural que sobre lo estructural. Al fin y al cabo, no todo el mundo se siente cómodo hablando de economía, pero nadie se corta un pelo para sentenciar sobre cultura, incluida su política.
Bastantes críticos se conforman con ridiculizar aquella Movida (madrileña, además), supuesto destilado de superficialidad, tontería y falta de conciencia.
Sin embargo, la cultura durante la Transición fue algo muy complejo y cuya investigación tal vez ayudaría a comprender mejor ese periodo en general y lo que puede/debe hacerse ahora en particular. Soltar chascarrillos descalificadores sobre sus aspectos más chirriantes no deja de ser tan falsamente nostálgico como presentar esos aspectos como un ejemplo de esplendor cultural. Como toda nostalgia vicaria, de aquello que ni se ha vivido ni se ha estudiado, esas posturas no ayudan a entender los hechos.
Por suerte, hay quien no se aviene a repetir lemas ramplones y trata de investigar lo que unos y otros ocultan, poniéndolo a disposición del público. Esta vez hablamos de artes visuales pero se puede extender a otros terrenos.
Hace casi un año en Sevilla se inauguraba una exposición sobre la Agustín Parejo School, un colectivo malagueño que representaba bien esa otra cultura de la Transición. En La Casa Encendida y en el reducido marco de Inéditos, Luis Berzosa apuntaba en Madrid, activismos la relación entre cultura y política en el Madrid de aquellos años. En noviembre abrió en el MACBA de Barcelona Gelatina dura (hasta el 19 de marzo), comisariada por Teresa Grandas y que trata parecidos temas de forma más amplia y genérica.
El periodo que cubre Gelatina Dura discurre entre 1977 y 1992. La segunda fecha podría ser objeto de discusión, pero esta se justifica en que 1992 representa el epítome de esa idea de Transición, con los JJOO, la Exposición Universal de Sevilla y Madrid Ciudad Europea de la Cultura. Es un momento de fastos tan abrumadores que debe aceptarse como punto pivotal.
Quienes temían que esta exposición del MACBA entrara en la polémica nacionalista catalana deberían tranquilizarse desde el principio. Gelatina dura toma su título de una poesía del maldecido y muy madrileño Eduardo Haro Ibars, “allá tras las montañas de gelatina dura” (en Empalador, 1980). Gelatina dura fue también un proyecto de banda de música de Haro Ibars junto a su hermano Eugenio y el luego famoso Jaime Urrutia (Gabinete Caligari). Todo se relacionaba.
A partir de ahí se traza un trayecto no muy largo pero sí muy heterogéneo, porque mientras las historias oficializadas suelen se monolíticas y lineales, la cultura de aquellos años años trató de explorar todos los senderos posibles. Incluso aquellos que conducían a precipicios.
Un viaje por siete caminos
La exposición se divide en siete secciones, la primera de las cuales marca las siguientes: La memoria olvidada, la omisión del pasado reciente. Esta sección se abre con el Informe general (1976) de Pere Portabella. Se trataba de una larga serie de entrevistas donde personajes del momento planteaban los que se planteaba tras la muerte del dictador. Informe General II, realizado apenas el año pasado y centrado en la cultura, es la obra que cierra Gelatina dura y la comparación entre ambos Informes resulta desoladora. Allí donde se abrían campos cuando España salía de un siniestro cercado, ahora se reflexiona desde lugares institucionales sobre lo que estaba sucediendo en la calle.
El informe general de hoy es sobre todo aburrido. De lo cual puede ser culpable Portabella, sus invitados, ambos o que ese es el espíritu de los tiempos. Igual lo último.
La segunda sección es Los ángulos ciegos. De las luchas autónomas a la institucionalización democrática y trata de unos momentos en que luchas vecinales, asociativas, otras de orden anarquistas -muy importantes en Barcelona-, se daban la mano con el espectáculo/performance de pura transgresión que ofrecían casi cada noche Nazario y Ocaña en unas Ramblas que aún operaban como punto de encuentro ciudadano y donde los turistas aún eran pocos y mochileros.
Varios de los trabajos recogidos aquí, como 143.353 (los ojos no quieren estar siempre cerrados) (2010) de Marcelo Expósito o El Camp de la Bota (2004) de Francesc Abad son reflexiones desde el presente de hechos pasados. Sobre lo que no pudo siquiera pensarse en su momento.
Del mono azul al cuello blanco. De la desarticulación de los movimientos obreros
al neo-liberalismo junto a En el barrio de mis sueños. Del urbanismo feroz a la ciudad espectáculo, refleja un espíritu que en primer lugar conduciría a la fiesta del 92 y por otro lado a la burbuja inmobiliaria, que opera en realidad como signo de una burbuja mucho más general, del sistema surgido de la Transición y de su para-ideologia acompañante. Tiempos cuando dirigentes del PSOE afirmaban lo adecuado e incluso aconsejable de tratar de forrarse en el momento (Pata Negra), seguidos sin tanta publicidad por sindicalistas o incluso miembros de una izquierda aún marxista. Esto es, los que no se habían pasado con armas y bagajes desde organizaciones maoístas al PP.
Los hermosos vencidos. De drogas y prisiones va de otras luchas existentes y como fueron desactivadas cuando colectivos como la Copel (Coordinadora de presos en lucha) peleaban contra una Ley de Peligrosidad Social. Y también de cómo esa lucha, como la de demasiados barrios marginales, se deshizo en un chute de heroína. Esas cosas se recogían en documentales en fotografías como las de Colita o en dibujos de los mismos presos.
Las letras arrebatadas. La contracultura versus la institución arte trata del momento en que se abren grandes instituciones del arte como el Reina Sofía, el mismo MACBA o ARCO y de como junto a la continua celebración de lo espectacular se producían alternativas que, por supuesto, fueron ignoradas. El estado gaseoso. La otredad trata, finalmente de lo diferente en una sociedad que buscaba una imagen homogeneizadora y tranquilizante. Zush en sí mismo o los gitanos en obra de Daniel García Andujar son solo dos ejemplos.
Y, ha de destacarse, toda la exposición esta recorrida por la obra Preguntas al pueblo español por un americano ignorante que Francesc Torres redactó en 1990 y que plantean todas las paradojas que envolvieron aquellos tiempos. Siendo de lo más alarmante y triste que aquellas preguntas (más algunas añadidas ahora) sigan hoy de sangrante actualidad. Por ejemplo: “¿A qué se debe que en la España democrática se pueda impunemente dejar de vuelta y media a Fidel Castro y, en cambio, no pueda hacerse lo mismo con Franco o Carrero Blanco sin intimidaciones por parte de los poderes fácticos que ganaron la guerra pero perdieron la paz?”.
Artistas olvidados
Todo lo anterior se cuenta en obras de, además de los ya mencionados, 5QK's; Marcel·lí Antúnez; Txomin Badiola; Antonio Beneyto; Miguel Benlloch; Tino Calabuig; Alan Carrasco; Colita; Societat U de Barcelona; Pepe Espaliú; Joan Gelabert; Eulàlia Grau; Isaías Griñolo y Angustias García; Federico Guzmán; Joaquim Jordà; José Juan Bartolomé y Cecilia Bartolomé; Lluís Juncosa; Manolo Laguillo; Laia Manresa; Muntadas; Antón Patiño; Carlos Pazos; Pere Portabella; Preiswert; Manolo Quejido; Joan Rabascall; Arturo-Fito Rodríguez, Gabriel Villota; Pedro G. Romero; María Ruido; Fernando Ruiz Vergara; Pepe Sales; Mireia Sentís; SIEP (colectivo artístico); Llorenç Soler; Albert Subirats; Carlos Taillefer; Taller Llunàtic; Steva Terrades; Adrià Trescents, Isidoro Valcárcel Medina; Jordi Valls; Ventura Pons; Vídeo-Nou; Jaume Xifra o Zush.
Es una larga lista, pero aunque algunos de estos nombres hayan recibido el reconocimiento que merecen, otros no. Y como esa movida que no fue la Movida, sin tener su trabajo en cuenta estaremos repitiendo solo una determinada parte, la más chispeante y alegre de una realidad que no lo fue tanto.