García Andújar, arte y política sin sermones
Daniel García Andújar (Almoradí, 1966, aka Technologies to the People) es un artista político. Obviamente político. Pero su mirada es sesgada, dejando lo obvio a los comportamientos y hechos que analiza. Como que no es necesario explicar que lo estúpido es estúpido y muchas veces criminal. “El público no es tonto y sabe sacar sus conclusiones” comenta el artista.
García Andújar es un artista tecnológico. Pero no esperemos ver aquí fenómenos físicos curiosos ni demasiados desarrollos digitales de ultimísima generación. La tecnología es solo una parte consustancial de nuestro presente y tiene todo el sentido utilizarla como cualquier otro material o soporte. Sobre todo si se aprovecha para poner en solfa algunos de sus mismos rasgos y usos. Que a veces, véase el Apple de Steve Jobs, se convierten casi en objeto de culto.
También usa a fondo la interactividad, pero no estableciendo algún tipo de obligatoriedad. Si el visitante decide hacer uso de alguno de esos elementos interactivos, tanto mejor. Pero no es un juego recreativo, al menos que se haya instalado un taller de hacking indica que los tiros van por otro lado.
Artistas comprometidos, políticos y, además, artistas
Estas tres advertencias vienen a cuento de la exposición de García-Andújar, de nombre Sistema Operativo, que se inaugura hoy en el Reina Sofía. Aunque alguno pretenda ignorarlo, la nómina española de buenos artistas plenamente comprometidos con lo social y/o político es abundante y variada.
Está Santiago Sierra, de los más rotundos y mediáticos, pero sus trabajos no son los únicos ni, cabe argumentar, los más interesantes. El mismo Juan Luis Moraza, cuya exposición La República aún permanece, vecina a la de García Andújar, es un ejemplo. Pero además tenemos un plantel que abarca, desde Antoni Muntadas o Francesc Torres hasta Fernando Sánchez Castillo, Cristina Lucas o Pepo Salazar, pasando por Rogelio López Cuenca entre muchos otros que ofrecen una amplitud de visiones más que notable.
La de García Andújar quizá se defina en parte por la aportación-obra de su catálogo, de Isidoro Valcárcel Medina. “No son, desde luego, políticas culturales las que conocemos, pero roguemos para que no devengas en culturas politizadas, las de las precisiones insalvables, carente de neutralidad, las propias de un arte de partido” escribe Valcárcel Medina. Y es tanto programa como actitud. Esta referencia a Valcárcel Medina descarta unos cuantos males del arte político poco o mucho conceptual. No cabe esperar sermones, pero sí sentido del humor. Tampoco dedos justicieros, sino acentuar lo auto-paródico de algunas situaciones. Menos ocurrencias que sistematizaciones y un penoso trabajo de investigación y producción que, en sí mismos, ya representan una denuncia de lo irracional de lo expuesto.
Sistema Operativo, el título de la exposición, ya sugiere algo más que un programa informático, algo más fundamental, un entorno. No hace falta imaginar mucho para extrapolar de esa expresión una parábola del mundo en que vivimos, repleto de disposiciones absurdas cuyo único final cierto es el recorte de libertades. Y posibles cortocircuitos como, paradójicamente, como los generados por el mismo Sistema Operativo.
Sistema Operativo, la exposición, no está concebida como una retrospectiva ni como una megainstalación completamente nueva, sino como un trayecto por diversos aspectos de un trabajo en último extremo muy consistente y casi plenamente actual. En este caso, el comisario de la exposición ha sido el mismo director del Reina, Manuel Borja Villel y su aportación en este aspecto concreto ha sido importante. Por cierto y hablando de comisariado, decir que el montaje dirigido sobre todo por el artista es impecable.
Antes de empezar, una querella por derechos de autor
El total de obra expuesta se eleva a 50 trabajos, que van desde principios de los años 90 hasta fechas mucho más recientes y bastantes, prácticamente la mitad, producidos para esta exposición. Pero, aunque muy diferentes en lo formal y en sus soportes, hay ciertas constantes que añadir a las ya reseñadas, una de ellas el apropiacionismo. Muchas de estas obras parten de la apropiación de imágenes, textos o audios preexistentes y ello, entre otras cosas, le ha valido a García Andújar sufrir una querella por derechos de autor interpuesta por nada menos que VEGAP, ¡la sociedad que vigila el copyright de los artistas! Un complemento, desagradable pero significativo, de esta exposición.
Hay ejemplos realmente geniales y llenos de buena-mala intención. En Infiltrados (2014) García Andújar analiza vídeos de manifestaciones localizando a los infiltrados de la policía. Es fácil porque responden a un mismo patrón: pantalones vaqueros rotos, capucha, rollo… Y porque cuando hay cargas sacan una porra extensible. Así se crean una serie de tipologías, amenazadoras, pero vulgares y son la menor imaginación. Dándole una vuelta de tuerca al tema, en Games Killer (2014) se hace ver como hoy en día se pueden extraer los rasgos faciales de cualquiera y sustituir con ellos los de un manifestante pacifico, un terrorista o un policía. “Todavía no sé cómo los jueces siguen admitiendo los videos como prueba de nada. Todo es manipulable”, comentaba García Andújar durante la larga pero entretenida visita guiada con la que se inauguró la muestra.
Otra constante, relacionada con la anterior es la vigilancia. En Guernica, Picasso comunista (2012) se expone buena parte de los informes secretos del FBI sobre Picasso, ya descalificados. Solo que descalificados a medias, porque buena parte de lo escrito aparece censurado. Es decir, que cuando la ley obliga a dar información, tampoco podemos estar seguros de que nos van a dar toda la información, sino que dicha información simplemente ha pasado a otro capítulo de la ocultación.
En Not Found, 1000 casos de estudio aparece el Error 404 es uno de los mensajes más famosos del ámbito digital. Todos estamos familiarizados con él. Aparece cuando, conectado a un servidor, resulta que el objeto al que quiere accederse ya no existe. Aquí, ese error de lo no-encontrado se aplica a lo que sería una gran imagen de orden publicitario, a un vídeo, a una valla, y acaba dibujando un mundo lleno de callejones sin salida, en los que solo cabe una frustrada vuelta atrás. Esta es una forma típica de afrontar un tema: huir de obvio, elaborando por medios artísticos y oblicuos lo que generalmente se ofrece como una respuesta potencialmente brutal a cualquiera de nuestras pretensiones.
Otro botón de muestra sería Objetos de Deseo (2010), una escultura, casi la única en esta exposición. Tiene que ver con un terreno de Félix Millet, durante 30 años director de la fundación Palau de la Música de Barcelona que estafó a medio Barcelona y dejó en evidencia que los catalanes pueden ser tan corruptos como cualquiera, algo que antes se negaba. La obra son sucesivas capas que curvas de altura forradas con billetes de 500 euros, paisaje en el cual hay dos pequeñas construcciones, una la casa Millet y otra un paralelogramo transparente que iba a ser su ópera privada y en el que se proyecta el interior del Palau. La prensa lo cogió al vuelo y la tal pieza y los edificio mismos pasó a denominarse de “Can Millet” a “Can Billet”.
Vamos a ir acabando. Además de lo que se muestra, del catálogo, su puesta en la Red y demás parafernalia de una exposición, García Andújar ha ayudado a planificar desde los talleres hasta las visitas colegiales. Actividades en las que deposita incluso enorme confianza. García Andújar tiene la vocación del espacio público, físico y digital/comunicacional; del recibir y compartir; del cuestionar con una dosis de humor lo que se pretende incontestable. Y eso debe valer también para el museo.