El grado y medio que ahogaría al caballo más famoso de Velázquez y llenaría la playa de Sorolla de peces muertos
Ecologistas en Acción y otras organizaciones internacionales incluyeron al Museo del Prado en su Toxic Tour, un recorrido por empresas e instituciones que pactan con los gigantes contaminantes que también patrocinan la Cumbre del Clima. En su opinión, Endesa e Iberdrola estarían usando a la mayor pinacoteca española para “lavar su imagen”. En la jerga activista esto se llama greenwashing y ni siquiera el arte se ha librado de sus dardos.
Sin embargo, desde el Prado mantienen que su compromiso con el cambio climático va más allá de colgar unas lonas con el logo de las eléctricas y aseguran que no son solo “un mero contenedor de obras de arte”. Por eso, han lanzado una campaña en colaboración con WWF, la mayor organización de conservación de la naturaleza del mundo, en el marco de la COP 25 celebrada estos días en Madrid.
Bajo el nombre +1,5ºC lo cambia todo, ambas fundaciones han querido involucrar al arte clásico de forma directa con una de las mayores preocupaciones del presente. La crisis climática ha sido representada en la pintura desde hace décadas a través del pincel de Claude Monet, Emil Nolde o Paul Gauguin. En esa ocasión, en lugar de escoger obras que reflejan esta amenaza aún vigente, han decidido alterar otras igual de conocidas.
“El primer paso fue buscar las causas que queríamos reivindicar y qué cuadro nos podía ayudar a representarlas. Y así llegamos a los cuatro temas de la campaña: refugiados, sequía, inundaciones y la pérdida de vida en los mares”, cuenta Carlos Chaguaceda, jefe de Comunicación del Museo del Prado, a eldiario.es.
Las cuatro obras a las que se refiere Chaguaceda son El Paso de la Laguna Estigia de Joachim Patinir, El Quitasol de Goya, Los niños en la playa de Joaquín Sorolla y Felipe IV a Caballo de Velázquez. Cada una de ellas sirve para alertar sobre la desaparición de los ríos y cultivos por la sequía extrema, el drama de los refugiados climáticos, la extinción de las especies o el aumento del nivel del mar, respectivamente.
“Queremos aprovechar la oportunidad para enviar un mensaje de acción a través de un lenguaje universal como es el arte. Para ello, no puede haber mejor aliado que el Museo del Prado, una institución reconocida y una caja de resonancia mundial que además está celebrando su 200 aniversario”, señaló Juan Carlos del Olmo, Secretario General de WWF España.
Chaguaceda destaca precisamente la proyección internacional de la campaña, que se entiende “muda” y a través de cuadros que forman parte del imaginario popular de todas las generaciones del mundo, aunque su autoría sea de mayoría española. “Nos pareció una oportunidad fantástica para poner el patrimonio de todos los españoles, en este caso obras muy icónicas, al servicio de una causa de concienciación ecológica”, opina el responsable del centro.
La transformación corrió a cargo de la agencia de publicidad CHINA, asociada con WWF, pero siempre bajo la atenta mirada del Prado: “Aceptamos la intervención en los cuadros siempre que no fuese cutre, y que respondiese tanto al espíritu de la campaña como a la solemnidad y al valor que le damos al arte”. El resultado ha sido un reto para los ilustradores -Pedro Veloso (Goya), Julio Fagan (Patinir), Marta Zafra (Velázquez) y Conspiracy (Sorolla)-, que tuvieron que estudiar atentamente los trazos y la técnica de los cuatro estandartes del arte a los que procedían a retocar.
Ante la pregunta de si esto podría convertirse en un recorrido temático, como el que hizo el Museo Thyssen el pasado septiembre, el portavoz de comunicación afirma que estuvo entre los planes pero que no se puso en marcha por cuestiones de tiempo. Al fin y al cabo, Madrid tuvo que improvisar sus acciones para este evento mundial en poco más de un mes.
Sin embargo, Chaguaceda confía en que las campañas no acaben cuando la Cumbre del Clima eche el telón y recuerda que siguen dispuestos a sumarse a iniciativas que sensibilicen a la sociedad en estos asuntos. “El museo debe tener personalidad y ser una dinamo de cambio y de progreso”, concluye.
Las cuatro obras de concienciación
Sorolla pintó Chicos en la playa en el verano de 1909 durante su fecunda etapa en Valencia. En estas obras, el artista valenciano plasmó su fascinación por el Mediterráneo, donde el reflejo de la vida en la orilla se hace prioritario por encima del horizonte o de la multitud en la arena. Rodeando a los chicos desnudos de peces muertos y algas, WWF y el Prado pretenden alertar del preocupante aumento de la acidez del mar.
La reducción de la alcalinidad de los océanos es una de las consecuencias del cambio climático que resuena desde hace años por su impacto en el fondo marino. Como consecuencia, “el 30% de las especies podrían no adaptarse al aumento de la temperatura” y “hasta el 90% de los arrecifes de coral podría desaparecer”, lo que quedó demostrado el pasado verano con la catástrofe mediterránea del Mar Menor.
El paraguas verde con el que el majo de Francisco de Goya protegía a una joven del impacto del sol, sirve ahora para denunciar una realidad que viven 64 millones de personas en todo el mundo que la ONU considera refugiados climáticos. El bucólico paisaje del cuadro original, datado en 1777, es sustituido por un campamento de tiendas en el que varias personas se protegen con mantas del frío y la lluvia, y preparan la cena en rudimentarias cocinas de gas.
Por desgracia, la estampa está lejos de ser un fenómeno imaginario, pues de subir la temperatura un grado y medio habría “consecuencias climáticas extremas y más de mil millones de personas se convertirían en refugiados”, como asegura WWF en su página web. De hecho, la deforestación, el aumento drástico de las temperaturas, la desertización de los terrenos donde trabajaban o las catástrofes naturales asociadas a las condiciones climatológicas de la zona ya han obligado a millones de personas a abandonar sus hogares de manera forzosa.
El cuadro que abre es uno de los retratos ecuestres más famosos de Velázquez, en el que Felipe IV monta a caballo frente a un paisaje dominado por los azules y verdes. En el nuevo Felipe IV inundado, ilustran lo que ocurriría en caso de que “el nivel del mar aumentase hasta un metro de altura, lo que haría desaparecer estados enteros obligando a millones de personas a desplazarse porque desaparecerían sus pueblos y ciudades”.
Por último, la impresionante obra de Joachim Patinir, datada a mediados del siglo XVI, reúne en una única composición imágenes bíblicas junto a otras del mundo grecorromano divididas por una laguna azul. Sin embargo, en la realidad actual que esquiva el grado y medio decisivo, “aumentarían las sequías amenazando los ríos y los cultivos en el mundo”, así como la Laguna Estigia que imaginó el artista flamenco en 1520.
En España, un 20% del territorio ya se ha desertificado, el 76% restante está en proceso, según datos publicados por el CSIC en 2016, y en 2018 sufrió la denominada peor sequía de las últimas dos décadas. Una realidad que cada verano inunda de imágenes terroríficas los telediarios con el incendio de algunas de las zonas más frondosas de la península y las islas.