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Entrevista

Antonio de la Torre: “Nunca he perdido mi condición de pobre”

Javier Zurro

15 de marzo de 2024 22:52 h

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Antonio de la Torre tiene tanta energía que sacude todo. Sus respuestas son como muñecas matrioskas que se van abriendo una tras otra. De una contestación pueden surgir cuatro temas diferentes. Habla de todo, sin tapujos. Con la seguridad que le han dado años de profesión y de estar al pie del cañón. No solo se notan las tablas, sino también ese resquicio de periodista que queda en él y que hace que se adelante a muchas de las preguntas que se le van a hacer.

Ocurre cuando habla de su nueva película, Tratamos demasiado bien a las mujeres. Una comedia negra ambientada en la posguerra española donde da vida a un maqui atrapado en una estafeta que se enfrenta a una franquista que quiere matarles a todos, y tiene el rostro y el cuerpo de Carmen Machi. Un acercamiento diferente y arriesgado a la Guerra Civil, un tema que según la derecha siempre aparece en nuestras películas pero que, como recuerda Antonio de la Torre sin que haga falta preguntarle por ello, solo aparece en apenas un 1% de los títulos que se ruedan.

Tratamos demasiado bien a las mujeres es una adaptación de un texto de Raymond Queneau que originalmente se ambientaba en Irlanda y que la directora Clara Bilbao -que debuta en el largo tras una carrera llena de premios como diseñadora de vestuario- se lo lleva al Valle de Arán. Allí encierra a un reparto donde Antonio de la Torre, Isak Ferriz, Oscar Ladoire y Diego Anido, entre otros, se enfrentan a una Machi con traje ensangrentado de novia -a lo Kill Bill- que encarna lo peor del nacionalcatolicismo español. 

La película tiene algo que mezcla a Berlanga con Tarantino

Me encanta que digas esto. El proyecto me llegó porque coincidí con Clara Bilbao, la directora, en un festival de cortos donde ella competía con el suyo, Prohibido arrojar cadáveres a la basura. Era una maravilla y ya tenía ese universo que se ve en esta película. Me acuerdo que le dije: “Oye, si haces una peli llámame, porque tú tienes un mundo que yo quiero formar parte de él”. Y cuando me mandó el guion y me reuní con ella y con las productoras Mamen Casal y Mamen Quintas justo les dije, “esta película tiene que ser como si la dirige Tarantino”. Que yo ya sabía que ni yo soy Brad Pitt ni ella es Tarantino, pero que íbamos a intentarlo.

Hacer humor negro con la Guerra Civil de fondo no es fácil, ¿cómo se enfrenta uno a eso?

Yo creo que un actor consciente de la comedia no tiene ni puta gracia. O sea, tú tienes que pisar el plátano y caerte y ya veremos si eso tiene gracia o no. Cuando arrancó el proyecto yo dije, “esto hay que defenderlo a muerte”. Si entras a juzgar o a pensar si estás haciendo gracia… Eso es hacerse el gracioso. Creo que para hacer comedia no hay que hacer comedia.

Menuda paradoja.

Sí, pero es que yo creo que si eres consciente es una cagada. Si tú eres consciente de que vas a hacer gracia, no tienes puta gracia.

Esa es un poco la esencia para mí del periodismo y del arte. Es preferible, aunque sea duro, que alguien cometa un error y se exprese, a tener una sociedad amordazada.

Volviendo al tema de la Guerra Civil en el cine, ¿es necesario el tiempo para hacer humor sobre un tema como este?

Lo hablé con José Luis Rebordinos, el director del Festival de San Sebastián, y me recordaba que Vaya semanita, un programa de la ETB, hacía bromas sobre ETA y ETA aún seguía en activo. Yo le conocí en 2006, él no era todavía director del festival todavía, y en una cena ya hablamos de Vaya Semanita y me dijo que este país necesitaba que nos riéramos de nosotros mismos. 

¿Nos sigue haciendo falta?

Es muy importante tener la sensibilidad, y esto no tengo ni puta idea de cómo se hace. Esa es la dificultad del arte, tener la sensibilidad para poder hablar de lo que sea. Nunca se está libre de herir alguna sensibilidad. Tienes que tener la sensibilidad para ser respetuoso, pero siempre, en algún momento corres ese peligro. Pero al mismo tiempo creo que arte y censura, igual que periodismo y censura, son términos contrapuestos.

Ha mencionado a la censura, que es otro de los temas que sobrevuelan el contexto cultural actual ¿Cómo está viviendo todo este momento actual?

Pero, ¿por qué lo dices?

Por las obras de teatro que se han censurado en ayuntamientos de PP y Vox. No de autocensura, sino una censura a otro nivel.

Bueno, la peor censura siempre es la autocensura, porque de esa ya no eres ni consciente. La otra, si eres consciente, siempre la puedes sortear. Te puedes buscar la vida. Pero bueno, me parece terrible. Dicen que Voltaire decía: “Estoy en absoluto desacuerdo contigo, pero daría mi vida con tal de que tú tengas la capacidad para poder estar en desacuerdo conmigo”. Yo creo que esa es un poco la esencia del periodismo y del arte. Es preferible, aunque sea duro, que alguien cometa un error y se exprese, a tener una sociedad amordazada.

Uno de los temas que siguen molestando a un sector es, precisamente, el de la película, la Guerra Civil, ¿qué le pasa a España con la Memoria Histórica?

Bueno, pues que la Transición la hicieron los ganadores. Tan sencillo como eso. No quiero ser de estos que se cargan la Transición. Cuando yo nací Franco todavía estaba aquí. Pero claro, yo era un niño. Yo tenía siete años cuando murió Franco. Tengo los recuerdos de la escuela franquista, de que me pegaban, de que la violencia en las aulas era algo aceptado. Y luego, de una manera muy indirecta, la herencia del franquismo donde más dolorosa me ha resultado es en mi madre. Mi madre, una ama de casa porque ese era el modelo. Yo lo he dicho en alguna entrevista y lo repito aquí, si me lo permites. El franquismo, sobre todo, atentó contra mujeres pobres. El nacionalcatolicismo fue un régimen terrible para las mujeres pobres, porque había abortos, las ricas iban a abortar fuera de España. Pero las mujeres pobres… a las mujeres pobres las educaban a su manera, las sacaban del colegio y las educaban para cuidar a los maridos.

Eso todavía sigue de alguna forma.

Sí, hay una reacción. Es evidente que hay una reacción. La gente que dice eso de 'feminazis' no tienen ni idea. No saben lo que es el feminismo. Ni yo tampoco sé lo que es el feminismo.

También hay una reacción respecto a los prejuicios contra el cine español, que parece que vuelven a aflorar. ¿Se nota que esos mantras renacen?

Yo no soy muy consciente. También tengo una edad, me va razonablemente bien y cada vez tengo menos miedo. Esto es una ventaja que tiene cumplir años, que ya tienes menos que perder. Yo me recuerdo con más miedo cuando tenía 20 años, cuando estaba empezando. Recuerdo esa angustia de si podré vivir de esto, o si podré tener una familia. Pero esta angustia ya no la tengo. Yo no tengo miedo. Tengo alguna otra cosa, pero a mí ya me la pela y hay cosas que no digo por educación, porque podría decir barbaridades, pero yo no tengo miedo a a decir ciertas cosas.

¿Hacer esta peli le hubiera dado miedo hace 20 años?

No. Lo que sí que pensé, y esto sé que va a parecer contradictorio, pero como dijo Pepe Mujica, igual que te digo una cosa, te digo la contraria. Esa es una frase que, para mí, define lo que es ser adulto, lidiar con la contradicción. Asumir que eres contradictorio. Pero lo que sí pensé es que si esta película no la dirigiera una mujer, ¿cómo coño se promociona?. Porque ves un lenguaje que puede ser sexista, y la peli es otra cosa, pero tiene ese título, que si la ves se entiende, pero es que eso de Tratamos demasiado bien a las mujeres se presta a que te lo coja un Vito Quiles o un Javier Negre y se hagan un texto y te hagan el lío. A mí me intentaron hacer un lío en la alfombra roja de los Goya preguntándome por Fermín Muguruza.

¿Cómo se vive eso, una provocación en una alfombra roja?

Me preguntaron algo así como que qué me parecería que mataran a tu madre, una de esas preguntas cuya respuesta va en la propia pregunta. Algo tipo, ¿estás a favor de la violencia? Me acuerdo que por suerte no lo pensé demasiado. Yo tengo un defecto, o una virtud, que es que en general yo trato a las personas como si fueran potenciales amigos. Yo a mis 56 años, o mis 40 y 16, como diría Sabina, confío en la gente. He tenido malas experiencias, pero en general yo te diría que todo el mundo es bueno.

El franquismo, sobre todo, atentó contra mujeres pobres. El nacionalcatolicismo fue un régimen terrible para las mujeres pobres

Es muy Un tranvía llamado deseo esto. Ese “siempre he confiado en la amabilidad de los extraños”.

Sí, yo tengo un buen concepto de la gente. Me he dado cuenta, y es un consejo que no me has pedido, que si contestas de buena fe, ganas. Si no entras al barro, ganas. A mí luego la gente me felicitó, y lo analicé y es porque en ningún momento yo entré, no me cabreé. No perdí los nervios. Fui tranquilo y sereno y dije lo que pensaba, que no siempre me pasa, desgraciadamente. Ojalá pudiera ser siempre así. En mi experiencia, si estás tranquilo y sereno y contestas de buena fe tu argumentario, ganas.

Creo que la última vez que le entrevisté me contó que es actor gracias a Alberto San Juan y me quedé con las ganas de saber más. 

Pues muy resumido, porque es una historia larguísima. Alberto y yo nos conocimos el primer día de clase en la facultad. Esto sí que es muy peliculero, pero te juro que es tal como te lo cuento. Yo llegué el primer día de clase. Un chaval con 18 años, con mi padre recién fallecido… Yo era una mezcla de soledad, de abandono y al mismo tiempo muy esponja. Toda esta energía que tengo, imagínate multiplicada por la juventud. Y Alberto era como tímido, taimado. Lo hemos hablado un montón de veces, que no teníamos nada que ver pero nos hicimos amigos. Para mí Alberto, es mi hermano. Entonces nos hicimos muy amigos y él me empezó a hablar de ser actor, porque yo ya había estado en una compañía de teatro y había coqueteado ya.

Osea, que el gusanillo estaba ahí antes.

Es que yo tengo una anécdota brutal. Yo estuve en una compañía de teatro infantil y lo dejé porque los niños del barrio me comieron la cabeza. Yo tenía 11 años, era el Año 79. 35 años después, en el año 2012, estaba rodando Caníbal en Granada y un día en un bar me toca alguien por detrás. Me vuelvo y era Antonio Galeote, un hombre de mi edad. Nos dimos un abrazo, me preguntó qué hacía por allí, y me dijo que cómo había triunfado en el cine y me preguntó, ¿te acuerdas de don Joaquín? Don Joaquín era el director de aquella compañía de teatro que se llamaba Teatro Arlequín, que a mí me parecía como la Royal Shakespeare Company. Y me dijo después: “Cuando te marchaste Don Joaquín dijo, qué pena que se haya ido ese niño porque tiene madera de actor y no tenía que haber dejado la compañía”. Se me puso la piel de gallina. Me resultó muy emocionante. De hecho, me emociono ahora al recordarlo porque me sentí como un personaje de una película. Tuve la fantasía, nunca lo sabré porque él ya se murió, de que él me vio y dijo “Ah, mira, ves como yo tenía razón”. Pero esto nunca lo lo sabré. 

¿En qué momento fue cuando pensó que lo había logrado, que ya era actor?

Yo creo que cuando gané el Goya por Azuloscurocasinegro. Aparte, luego Pedro Almodóvar me llamó para hacer un pequeño papel en Volver, que era un papel pequeño, pero tenía bastante importancia en la trama. Así que yo creo que fue con esa conjunción de Azuloscurocasinegro, que gané todos los premios interpretación, y Volver. El estar en con Almodóvar era… Me empezaron a llamar para currar aquel verano, y de hecho, para que veas lo que es el síndrome del pobre. En aquel momento yo tenía una cosa en Canal Sur donde me hicieron fijo, y eso era como un paracaídas. Me costó mucho irme, porque dejar Canal Sur tenía un peligro… es que el hambre es muy mala. Una vez se lo leí a Almodóvar y me encantó, que dijo que él aunque tenga mucho dinero no había perdido su conciencia de clase. Y yo, salvando las distancias, y a un nivel más 'marca Hacendado' me pasa algo parecido, aunque me vaya bien y sea un actor con cierto reconocimiento, nunca he perdido mi condición de pobre.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres