Ni buenos, ni malos; sólo víctimas
Cinco años antes de que naciera Yann Demange, el domingo 30 de enero de 1972, 15.000 personas protestaban en Derry contra el encarcelamiento sin juicio a los sospechosos de pertenecer al IRA, una norma que había sido aprobada por el gobierno de Irlanda del Norte. Lo que empezó siendo una marcha pacífica convocada por una organización de derechos civiles se convirtió en una tragedia. Un pequeño grupo de jóvenes comenzó a lanzar piedras a los soldados, lo que era bastante habitual entonces. Los militares sobre el terreno recibieron la información de que había en la zona un francotirador del IRA y permiso para usar sus armas de fuego. Sin que estuviera justificado, los soldados dispararon sobre la marcha y mataron a 14 personas. A ese 30 de enero se le llamó Domingo Sangriento.
A Yann Demange no le enseñaron nada sobre el conflicto irlandés en su colegio de Londres, según ha declarado él mismo en una entrevista a RTVE. Esta falta de información se puede suplir leyendo o viendo películas. En 2002 se estrenó Bloody Sunday, un filme que relata los hechos ocurridos ese día. Una película rigurosa, creíble y también muy emocionante con la que Paul Greengrass conquistó el Oso de Oro de Berlín (compartido con El viaje de Chihiro, la obra maestra de Miyazaki). Esta cinta, que enseñaba con crudeza las barbaridades que comete el hombre por ideología, por religión o por una cuestión de identidad, ha sido una de las mayores inspiraciones de Demange para filmar ’71, un thriller político, con un ritmo endiablado y una tesis rotunda, sobre otro hipotético motín ocurrido en Belfast, en 1971.
'71 es una de las pocas películas sobre el IRA (o sobre el terrorismo en general) que maneja su argumento para denunciar el abuso cometido contra las víctimas. Demange se sirve de la brutalidad y del derramamiento de sangre innecesario, y a veces, verdaderamente estúpido, de unos y otros. Exenta de posicionamientos, la película nunca se centra en la política, no defiende ni ataca ninguna ideología, no respalda la actuación de los soldados, los intelectuales o los rebeldes.
La estupidez (y crueldad) humana
Pero tiene precedentes. Desde el comienzo de ’71, cuando los soldados británicos llegan a territorio del IRA para rebuscar en una casa en la que supuestamente hay armas escondidas, se aprecia que el filme es deudor del propio Greengrass en cuanto al tono confuso, casi de documental, de sus escenas. Con unos aturdidos primeros planos, el director consigue filmar unos enfurecidos disturbios en el que participan hombres, mujeres y niños. El cruel enfrentamiento termina con el abandono del soldado Gary Hook (Jack O’ Connell) por parte del Ejército británico. Desamparado, tendrá que recorrer las calles y los laberínticos túneles de Belfast para salvar su vida mientras le persiguen terroristas del IRA, los servicios secretos británicos y los militares.
Demange coloca la cámara siempre al lado del protagonista, O'Connell, un actor que hace un trabajo soberbio y que, si les suena, es porque salía en la segunda saga de Skins y también protagoniza la recién estrenada Invencible. Con este recurso, el director crea una atmósfera angustiosa en la que el espectador acompaña al soldado en una desesperada huida. Pero sobre todo nos hace testigos de forma irremediable de toda esa estupidez humana que desgraciadamente acaba con la vida de muchos inocentes. Falta la gloria pero no la crudeza. El realizador no se corta cuando tiene que enseñar el cuerpo mutilado de un niño, cuando las bombas caseras explotan en las manos de los que las fabrican o cuando las puñaladas son impulsadas por el rencor de un pueblo.
Las distintas piezas de esta guerra se nos van presentando a lo largo del periplo del soldado por este gueto irlandés: los católicos proIRA, los protestantes, la policía, los líderes terroristas y los jóvenes repletos de odio. Demange elabora un tapiz expresionista con los restos de sociedad que aún quedan en ese barrio casi abandonado de Belfast y utiliza la cooperación entre el servicio secreto británico y los líderes del IRA para definir lo sucia que era esta guerra de intereses políticos.
Sin maniqueísmos
Como ocurre en casi todas las películas sobre el terrorismo, el del IRA o el de ETA, el director lucha con todas sus fuerzas para no posicionarse, pero casi siempre pierde esa batalla. El resultado son cintas bienintencionadas y maniqueas sobre un conflicto político. El viento que agita la cebada, una película desgarradora rodada por Ken Loach e interpretada por el gran Cillian Murphy, es apasionada y evocadora. Sin embargo, la historia sobre el enfrentamiento entre ideologías y ese exagerado tono sentimental con el que el director inglés contamina este fratricidio nacional ensombrece el regusto de un público harto de que le digan lo que tiene que pensar.
En el nombre del padre de Jim Sheridan o Hunger de Steve McQueen son dos reconocidísimas películas sobre el IRA. Dos excelentes retratos políticos que intentan relatar hechos históricos con objetividad pero que no dejan de acusar una tremenda carga concienciadora. En '71 solo existe acción y sangre derramada. Los inocentes se ven envueltos, por distintos motivos, en este tremendo lío donde todos quieren acabar con la vida del soldado extraviado. A Demange le interesa, sobre todo, hablar de esos niños cegados por un odio irracional y contagioso que irremediablemente marca sus vidas. Para este debutante en la dirección no hay buenos, ni malos; sólo víctimas.