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Los creadores de 'B': “Se trata de entender y sentir de qué va esto de la corrupción”

Septiembre 2015 y Luis Bárcenas está en la calle, a la espera de todo. Mientras tanto, regresamos a la escena del crimen, el escenario del Teatro del Barrio en Madrid, donde Alberto San Juan concibió con Jordi Casanovas la obra Ruz-Bárcenas, en la que se llevaba a libreto la declaración del ex tesorero del Partido Popular en la Audiencia nacional durante el verano de 2014. Se sientan sus protagonistas, Pedro Casablanc (Bárcenas) y Manolo Solo (juez Ruz) y el director de la adaptación al cine, el debutante David Ilundain. Ahora el artefacto ya no se llama Ruz-Bárcenas, ni es teatro, sino B, y es celuloide, pero mantiene la idea de atravesar la cuarta pared y meterse en uno de los juicios más podridos, de meterse, mejor, de lleno en la corrupción de la última España.

David, ¿cuándo notas que Ruz-Bárcenas podría ser adaptada a la pantalla como B?Ruz-BárcenasB

David Ilundain: Les vi a poco de estrenar, en junio de 2014, y ya entonces me quedé pensando, porque salimos del teatro y estuvimos con mis amigos como dos horas hablando. Eso era buena señal y, después, volví en septiembre y ya se lo propuse. A partir de ahí, tras muchas llamadas y la aventura del crowdfunding, que salió bien, aquí estamos.

Pedro, ¿a partir de la obra de teatro, cómo os planteasteis la locura que os contaba David? ¿Cómo afrontaste el Bárcenas de teatro frente al del cine?

Pedro Casablanc: En principio, era una locura porque no sabíamos si eso iba a salir adelante con el crowdfunding, viendo que no se conseguía la producción por otros medios. Esa era la aventura. Yo no me planteé ninguna locura, sino seguir haciendo lo mismo que hacíamos aquí solo que con otro director que no era Alberto San Juan. De hecho, un día estábamos rodando, vinimos, hicimos la función... y seguimos rodando. (Nos reímos) No supuso una gran dificultad.

¿Y la primera vez que te dicen que interpretases a Luis Bárcenas? Porque ahora es fácil asociarte pero...

P.C.: Hace muchos años, Andrés Lima también decía que el único que podría interpretar a Copito de Nieve era yo. He oído tantas cosas raras, que cuando Alberto me llamó para interpretar a Bárcenas pensé que sería un experimento, una lectura... Y fíjate a dónde hemos llegado.

¿Y quién es para ti Bárcenas?

P.C.: Un extesorero del PP, amigo de lo ajeno, que parece ser que ha embolsado bastante dinero público como privado... Pero también un grandísimo personaje de ficción.

¿Y para ti, Manolo, quién es el juez Ruz?

Manolo Solo: Primero, es alguien menos conocido. Es un profesional de la judicatura al que, un día, le dicen “Te ha tocado un caso que arde, soluciónalo como puedas... ya verás lo que haces”.

Al verla me acordaba de Estudio Uno pero también, cómo no, de Lumet y sus hombres sin piedad, con ese juego de que nunca sabes la verdad porque, a lo mejor, tampoco importa.

D.I.: Evidentemente, Doce hombres sin piedad fue un referente, la vi varias veces. Pensé que, curiosamente, estábamos ante un género que ya casi no se hacía y que ahí había algo interesante que rescatar y ser fieles a ello. Pero también estábamos ante un caso peculiar: el guión, como la obra de teatro, está sacado de las transcripciones de la declaración real de Bárcenas ante Ruz. Con lo cual, estos dos señores tenían que hacer un trabajo bestial para trabajar con algo que no es un texto pensado, sino que es un texto espontáneo, que se pisa, que va adelante y atrás... y que además hay que interpretar sobre algo frío. Es decir, que no es tanto lo que dices, sino cómo lo dices: investigar y especular qué hay en el texto y en el subtexto. Al final, en un juicio, lo que está en juego es la verdad y como decimos en el tagline del cartel ¿La verdad no cambia nada?.

Para quien ha visto la función, la película de alguna forma, la amplía. Esa última parte del interrogatorio con los abogados de las acusaciones particulares...

D.I.: Una diferencia clave es, evidentemente, que en la obra son ellos dos frente a frente y la forma de concebirla es más conceptual. En la película tiene más peso Bárcenas porque es su recorrido de arco dramático el que marca todo, no solo con el juez sino también con el microcosmos que había en la sala y las pequeñas anécdotas que estaban documentadas. Eso hace que tengamos un código pretendidamente hiperrealista.

Si el teatro intentaba ser teatro documental, nosotros teníamos la idea de que el cine pareciese documental. Desde el trabajo de cámara intentábamos que fuera un lenguaje documental, que el espectador tuviese esa sensación de voyeur invitado a aquella sala donde se puso un poco patas arriba la política de este país... Aunque luego las cosas se recolocaron.

Pedro, ¿cómo describirías el trabajo de este señor, Manolo Solo?

P.C.: He visto la película y puedo dar fe de que lo que hace es fantástico. Es un grandísimo actor pero es que, además, en la película es la contención, el trabajo, la mirada de este tipo al que le han dado un marrón, como decía antes él. Con apenas gestos, con una moderación muy elegante, transmite escepticismo, incredulidad, autoridad, porque hay una serie de personas que quieren defenestrar a Bárcenas y él, con sutilidad, consigue manejarlos. Curiosamente, el personaje de Ruz es uno de los que consiguen que el público empatice más con el extesorero.

Al revés, Manolo, ¿cómo describirías el trabajo de este señor, Pedro Casablanc?

M.S.: Como actor tiene un peso...

P.C.: Estoy tratando de quitármelo... (se ríen)

M.S.: Tiene un empaque... Ya no por este personaje, que está muy poco al alcance de estas personas, sino por toda su carrera. Si yo estoy bien, es en gran parte por el trabajo de Pedro.

P.C.: Llevamos un año y pico haciendo esto en un teatro y uno de los grandes logros de la película es que David nos haya puesto frente a frente y, sin un gran ensayo, en seis días, se haya controlado tantísimo texto y resultando esa facilidad de diálogo que se ve en la película. Eso no se podría haber hecho sin un ensayo de meses, una cosa que nos facilitó el llevar tantos meses en escena. Hubo un momento, cuando creíamos que el crowdfunding no salía, que les dije: “¡Qué lo haga Bardem!”.

De entre todos los momentos que pueden ser o no mentira, hay uno en el que Bárcenas parece que dice la verdad: cuando se siente molesto porque amenacen a su familia. ¿Cómo abordas eso, Pedro? Es uno de los momentos más duros de la película...

P.C.: Se aborda como padre que soy. Obviando el personaje que me toca y haciendo sustituciones como ocurre en la interpretación. No eres Bárcenas porque yo no sé cómo siente Bárcenas la paternidad, ni el matrimonio, no lo sé ni me importa. Solo te queda poner un poco de uno mismo.

¿Y cómo se dirige a estos dos?

D.I.: Al revés, no sé cómo confiaron en mí. Creo que nuestra grúa de tres pisos, que son ellos, es la que sostiene toda la película. Cualquier persona, y si es de esta profesión más, va a apreciar muchos detalles de su trabajo.

B tiene, como la obra, ese punto didáctico de tratar de explicarnos cómo es España y su corrupción. Y suele ser cómica.B

D.I.: La corrupción en España es muy cutre.

P.C.: Un momento de la película cuenta perfectamente la chapuza de este país, cuando el comisario entra en la sala para interrumpir la comparecencia porque alguien se está comunicando desde dentro, que parece un astracán. Esa entrada de abrir la puerta y golpear al abogado de al lado...

D.I.: Quiero lanzar una advertencia, ya que parece que también ha pasado en teatros: hay públicos que tienen mucho respeto a esto, parece que es una cosa superseria. Ni es seria, ni deja de serlo. A quien le entre la risa, que se ría. Yo me he reído mucho en montaje, cuando estaba harto de verlo. Se trata de mirarles la cara, el estar ahí dentro, el entender y sentir de qué va esto de la corrupción.

M.S.: Y te da una idea de cómo funciona el cotarro.

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