'Earwig y la bruja': la historia detrás de una película que no traiciona el espíritu de Studio Ghibli ni el legado de Miyazaki
Cada nueva película de Studio Ghibli es por sí sola una buena noticia para el séptimo arte. La factoría responsable Mi vecino Totoro, La tumba de las luciérnagas o El viaje de Chihiro no estrenaba un largometraje en nuestro país desde marzo de 2016, cuando llegó a nuestras pantallas la discreta pero bella El recuerdo de Marnie, dirigida por Hiromasa Yonebayashi.
Aunque es cierto que lo más parecido a su estilo se estrenó en 2018 cuando Studio Ponoc —formada por extrabajadores de Ghibli— tuvo a bien hacernos llegar Mary y la flor de la bruja, tantos años sin un filme propio habían inquietado a muchos fans ante el fallecimiento de Isao Takahata —la otra cara visible de la compañía—, y las constantes despedidas de Hayao Miyazaki del arte de animar.
Por suerte su hijo, Goro Miyazaki, estrena este fin de semana su nueva cinta: Earwig y la bruja. Una adaptación de la novela homónima de Diana Wynne Jones, novelista británica a quien su padre adaptó ya en El castillo ambulante. Una película que resulta ser la primera realizada íntegramente mediante 3D en el seno de la compañía y que, debido a ello, ha despertado suspicacias entre los amantes de la animación japonesa.
La supuesta traición: un drama shakesperiano
Mucho antes de estrenarse, Earwig y la bruja ya se enfrentaba a un juicio sumario por parte de su público potencial que iba a lastrar el futuro de la película. Las pruebas: unas imágenes que mostraban un diseño en 3D de los personajes, muy alejado de la estética habitual del estudio. La acusación: traición al 'espíritu de Ghibli', sea cual fuere el significado del término.
Como en cualquier juicio de este tipo, ese tribunal etéreo que son las redes sociales resolvía el caso con una limitación obvia de conocimiento sobre la cuestión, puesto que no había visto la cinta. Y las partes implicadas tenían limitada sus posibilidades de alegación y prueba, dado que no podían mostrar el filme para calmar los ánimos.
El resultado no difiere en exceso de cuando el tráiler, de poco más de un minuto, de Sonic provocó que los fans del personaje de SEGA pusieran el grito en el cielo por el diseño del erizo. En aquella ocasión, se terminó con un severo retraso del estreno y millones de dólares invertidos en rediseñar al personaje a la medida y gusto del fan. La película resultó ser ni más ni menos que una bienintencionada aventura cómica de regusto noventero.
Por suerte, a Goro Miyazaki no le han obligado a rehacer su cinta con animación tradicional para conseguir una película que se pareciese más a las precedentes del estudio en el que produce, anima y dirige a la sombra de su padre, Hayao Miyazaki. Y lo cierto es que ambos cuentan con antecedentes de una complicada relación familiar minada por sus distintas aproximaciones al arte de la animación.
Goro y Hayao Miyazaki cuentan con antecedentes de una complicada relación familiar minada por sus distintas aproximaciones al arte de la animación
En 2005, y como consecuencia de una búsqueda de talentos que continuasen la labor de Miyazaki y Takahata, el productor Toshio Suzuki propuso a Goro Miyazaki que dirigiese la adaptación de Cuentos de Terramar, basado en el universo creado por Ursula K. Le Guin. El proyecto se enfrentó a una oposición frontal por parte de Hayao, que no entendía que el productor hubiese confiado en su hijo. Y posteriormente, también a la desaprobación de la autora de la saga de libros en la que se inspiraba.
Tras la primera proyección de la cinta, el padre del realizador de Earwig y la bruja llegó a decir “está bien que haya hecho una película, pero con esta debería dejar de hacerlas”. Goro por aquel entonces publicó una entrada en su blog en la que afirmaba: “Si tuviera la ocasión de poder decir algo con mi propia voz, sería lo siguiente: deseo que vean la película terminada, solo eso”.
Un deseo compartido por Suzuki, que le animó a intentar dejar atrás la influencia de su padre y le dijo que para que su obra se defendiese por sí misma debía “hacerles saber a todo el mundo que no eres 'el hijo de Hayao Miyazaki' sino solo un ser humano llamado Goro Miyazaki”, declaraciones que recoge Laura Montero Plata en su libro El mundo invisible de Hayao Miyazaki.
La colina de las amapolas, la segunda película de Goro, se estrenó con discretos números en taquilla y sin embargo es su película más equilibrada y profunda hasta la fecha. Un slice of life con una concepción formal de belleza innegable y un desarrollo narrativo que no tenía como referente ninguna película de su padre: sus coordenadas se rastreaban si acaso en Puedo escuchar el mar, de Tomomi Mochizuki, Susurros del corazón de Yoshifumi Kondô o toda la obra de Isao Takahata.
A pesar de la oposición frontal de su padre, Goro Miyazaki ha seguido dedicándose a la animación marcando distancias
En su siguiente proyecto, una serie de televisión, Goro Miyazaki quiso seguir marcando distancias formales con su padre. Hablamos de Ronja, la hija del bandolero que ya era una producción de Ghibli realizada íntegramente mediante animación digital: una serie en la que aparece acreditado como director hasta en nueve episodios, y que supone un claro punto y aparte técnico que, como describía Charles Bramesco en The Verge, oficiaba de avanzadilla para lo que estaba por venir: la animación 100% 3D de Earwig y la bruja.
¿Por qué aquella serie no fue acusada de alta traición por los guardianes de las esencias de Ghibli? Tal vez porque su narrativa recordaba al tempo y la voluntad humanista de obras de su padre como Heidi o Marco, de los Apeninos a los Andes. O porque a pesar de utilizar imágenes generadas por ordenador, éstas no alzaban el vuelo: seguían pegadas a la animación tradicional como un pingüino al suelo de la Antártida. Al fin y al cabo, la técnica predominante en aquella producción era el cel-shading, que fundamentalmente sirve para que los gráficos computerizados 'parezcan' o simulen estar dibujados a mano. De hecho, esta técnica ya estaba siendo utilizada para otras obras relacionadas con Ghibli como los videojuegos Ni no Kuni.
El CGI lleva 30 años en Ghibli para asegurar su futuro
Lo cierto es que abominar de las imágenes CGI —generadas por ordenador— y el 3D pero amar incondicionalmente las producciones de Studio Ghibli es una severa contradicción de términos: el estudio lleva utilizando animación por ordenador desde hace casi treinta años.
Las técnicas digitales de procesado de imagen ya se habían utilizado en 1994 con Pompoko y en 1995 con Susurros del corazón. Durante la producción de La princesa Mononoke se creó en Ghibli el primer departamento correspondiente con trabajadores especializados en este ámbito y aquella película integraba elementos modelados digitalmente, adoptando una apariencia formal que combinaba movimientos y planos imposibles en el dibujo en 2D.
Este departamento funcionó a pleno pulmón con películas tan celebradas de Hayao Miyazaki como El viaje de Chihiro o El castillo ambulante —el castillo del título, sin ir más lejos, se animó mediante ordenador—, o de otras películas del hogar de Totoro como Arrietty y el mundo de los diminutos para el que llegaron a desarrollar su propio programa de procesado de imagen en 3D llamado Toonz Harlequinn 6.0.
Abominar del CGI y el 3D pero amar incondicionalmente las producciones de Studio Ghibli es una severa contradicción de términos
Hayao Miyazaki, de hecho, terminó tan exhausto por las implicaciones que lo digital andaba adquiriendo en sus filmes que en 2008 quiso eliminar prácticamente cualquier rastro de CGI en su película Ponyo en el acantilado. Con todo, la animación tradicional sigue resultando costosísima no solo en lo monetario: también en la formación de animadores que trabajen según los criterios de autoexigencia y excelencia del director de Mi vecino Totoro. De ahí que su nueva película How Do You Live?, prevista para estrenarse durante los Juegos Olímpicos de Tokyo, haya ido retrasando su fecha de estreno y probablemente no vea la luz antes de 2023, siendo optimistas.
Mamoru Hosoda, hoy en día uno de los animadores japoneses de más proyección mundial, pudo haber realizado El castillo ambulante en Studio Ghibli, pero abandonó el proyecto por diferencias creativas con el padre de Goro. “El Studio Ghibli es una estructura que ha sido creada esencialmente para permitir al señor Miyazaki producir sus obras y, desgraciadamente, no para crear otras cosas”, decía Hosoda en 2012 según recoge el libro de Montero Plata antes mencionado.
Y eso es justamente lo que pretende hacer Goro Miyazaki: transformar la estructura de Studio Ghibli para diversificar su producción, abriendo las puertas a nuevas sensibilidades estéticas y nuevas técnicas de animación, más acordes con los tiempos que corren. Porque tras el fallecimiento de Isao Takahata, la compañía parece demasiado atada a los designios de una persona de 80 años que ha anunciado su retirada de la animación en múltiples ocasiones. Tanto es así que largometrajes de Goro Miyazaki como La colina de las amapolas o la misma Earwig y la bruja siguen contando con la firma de su padre en los guiones.
Goro Miyazaki pretende transformar la estructura de Studio Ghibli para diversificar su producción, abriendo las puertas a nuevas sensibilidades estéticas
Como contaba el mismo Goro en The Wrap, “hemos tenido que crear un equipo nuevo y una infraestructura de cero”, para realizar la película que ahora llega a los cines españoles. Un grupo formado fundamentalmente por trabajadores freelance, dado que el grueso de los animadores de Ghibli trabaja en la película de su padre, que no ha dedicado sus recursos al largometraje de su hijo.
Porque de lo que se trata es, precisamente, de encontrar un camino propio. Con Earwig y la bruja Goro miyazaki quiere hacer valer su propia voz ante el ensordecedor eco de la de su progenitor. “Creo que era necesario hacer algo nuevo, porque si no probablemente no haya espacio para nosotros en el futuro”, se sinceraba el director en una entrevista en Polygon. Y seguía: “Probablemente mi próxima película también sea en 3D, como la próxima película de mi padre será en animación tradicional. No sé cuánto tiempo más seguirá haciendo esto, pero tengo la esperanza de que en Ghibli podamos hacer películas de animación tradicionales tras él”. El futuro de Ghibli, según Goro Miyazaki, pasa por producir películas en ambos formatos.
Si las oficinas de Studio Ghibli fuesen el escenario de un whodunit de Rian Johnson, Hayao Miyazaki bien podría ser el Harlan Thrombey de Puñales por la espalda: un creador con un vasto legado que prefiere que sus hijos se busquen las lentejas antes de que parasiten su obra. Y eso es lo que está haciendo Goro Miyazaki: buscarse la vida y construir algo nuevo, que puede ser peor o mejor, pero sin duda será suyo.
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