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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Cuando adaptamos una novela, los cineastas somos más traductores que otra cosa”

A mediados de los cincuenta, el respetado actor británico Charles Laughton contactó con el novelista James Agee, responsable entre otros del guion de La reina de África, porque quería hacer una película inspirada en la novela La noche del cazador de  Davis Grubb.

Se trataba de una historia basada en el caso de Herman Drenth, un granjero holandés que asesinó a dos mujeres y tres niños en 1931. Laughton convirtió los hechos en una película absolutamente inclasificable en la que Robert Mitchum dio vida a un trasunto de Drenth. Junto con el libreto de James Agee, que utilizaba arquetipos de cuento infantil para narrar el drama, crearon sin pretenderlo uno de los films de culto más libérrimos del cine negro de todos los tiempos. También un fracaso en su momento, apaleada por la crítica y fracasada en taquilla, que hizo que Laughton no volviese a ponerse detrás de las cámaras. Con todo, La noche del cazador es un clásico gracias al responsable último de todo reconocimiento: el tiempo.

Sin pretender tal estatus, Jacques Audiard estrena ahora una película que dialoga ampliamente con aquella por cuanto fábula y cuento de hadas subyace en su narración y sus poderosísimas imágenes. Y también se basa en una novela, esta escrita por Patrick deWitt. Hablamos de Los hermanos Sisters, un western laughtoniano que golpea con hostilidad al espectador mientras narra una historia de redención y esperanza con aliento infantil.

En ella seguimos las desventuras de Eli y Charlie Sisters -John C. Reilly y Joaquin Phoenix respectivamente-, dos cazarrecompensas que reciben el encargo de dar con un misterioso químico -interpretado por Riz Ahmed-. Para ello, contarán con la ayuda de un detective al que da vida Jake Gyllenhaal. Sin embargo, los problemas de los hermanos para lidiar consigo mismos y la perspicacia del científico, les pondrán en más de un aprieto que les cambiará la vida.

 

¿Cómo llega la novela de Patrick deWitt a sus manos? ¿Por qué decide embarcarse en un western tan atípico sin haber rodado nunca ni en inglés ni con grandes presupuestos?la novela de Patrick deWittwestern 

Pues todo esto empezó con una propuesta de Alison Dickey y su marido, John C. Reilly. Nos conocimos en Toronto cuando estaba presentando De óxido y hueso, y ambos me recomendaron la novela de Patrick. John había reservado un restaurante entero solo para nosotros, para que nos conociésemos. Solo estábamos nosotros allí. ¡Parecía una cena de gángsteres! [Ríe]

Por aquel entonces yo había empezado a escribir Dheepan [película con la que ganaría la Palma de Oro en Cannes en 2015] pero tenía interés y deseo de trabajar con actores norteamericanos. Nunca pensé que haría un western, pero el libro me encantó y les contesté que sí, que me gustaría convertirlo en una película.

¿El hecho de que su primera película con actores norteamericanos sea un western influyó en su manera de abordar un género tan arraigado en la cultura popular norteamericana?western

¿Sabes qué pasa? Que no me considero un gran espectador del western. No soy aficionado al género. Así que no abordé la película pensando en el gran mito del cine norteamericano, ni respetando la genealogía propia del western. Desmitificarlo fue uno de los retos.

Quería partir del hecho de que sí, el género del oeste tiene un imaginario propio de hombres con sombrero y pistola, pero lo que más me interesaba de la novela eran los personajes, así que empecé a trabajar por ahí sin temer alejarme de los códigos del western.

En este sentido, tanto la novela como el film muestran a unos personajes en tránsito. ¿Cómo da con un casting tan acertado, sabiendo que los personajes mutarán durante el rodaje?

John [C. Reilly] me presentó el proyecto con la intención de interpretar a Eli. Y además, quería trabajar con Joaquin Phoenix, así que contactó con él para interpretar a su hermano Charlie. Obviamente, ¡yo no tenía absolutamente nada en contra! [ríe]

Por mi parte, conocí a Jake Gyllenhaal hace unos años en Los Ángeles, y me manifestó su deseo de trabajar conmigo. Así que le llamé. Fue todo sorprendentemente fácil. El personaje más complicado de situar fue el de Warm [El químico al que persiguen los protagonistas]. Había visto a Riz Ahmed en una serie de HBO llamada The Night Of  y me había parecido fantástico. Y de repente me pareció que podía ser buena idea meter a un anglopakistaní para hacer de este científico.

En la novela, Warm es un señor mayor alemán y pelirrojo. Pero al cambiar su procedencia y hacerlo más joven, encarnaba de alguna manera un posible futuro y una inherente modernidad. Su papel, de hecho, mantiene paralelismos crísticos: es una figura profética que trae esperanza y cierto idealismo a un mundo sumido en la barbarie.

La película arranca con un gran plano general en plena noche y un tiroteo en el que apenas vislumbramos nada. Desde entonces se mantiene una apuesta formal muy arriesgada. ¿Cómo fue trabajar eso? ¿Se puede sorprender en un género en el que parece que ya está todo inventado?

Es la primera imagen que tuve del film, ese inicio. Ese tiroteo nocturno es la génesis de todo. En algún momento, durante el proceso de adaptación, comprendimos que la película narraba la historia de dos hermanos que, en el fondo, siguen siendo niños. Ahora convertidos en dos asesinos a sueldo, sí, pero poco maduros en el sentido emocional. Y eso le otorgaba al conjunto un aire de cuento, de fábula del oeste que, desde entonces, tenía un tono mucho más estimulante. Empecé a manejar referencias más en consonancia con películas como La noche del cazador, que tiene ese aliento de cuento.

De ahí que haya construcciones visuales propias de un cuento, como el río que se ilumina mágicamente o la araña que se mete en la boca de uno de ellos. O ese caballo en llamas, que es casi apocalíptico.

¿Fue ese aire de fábula lo que le atrajo de la novela?

Hay signos de esto en la novela, pero creo que está tratado de otra forma. Nosotros teníamos que traducirlo en imágenes, que es al final lo que hemos trabajado en guion. Cuando adaptamos una novela, los cineastas somos más traductores que otra cosa, intermediarios entre el texto literario y las imágenes cinematográficas.  

En este cuento en concreto, la violencia de un oeste despiadado se mezcla con construcciones típicas de narraciones infantiles. Personajes idealistas enfrentados a una realidad muy cruda. ¿Cómo fue manejar lo brutal y lo bello sin que resultase extraño?

Creo que el sujeto de la película es el cambio en todos sus aspectos. Me refiero a que asistimos al cambio entre dos hermanos, entre dos vaqueros y dos personas de fe, entre la fe y la ciencia. Y en toda esa evolución, en ese movimiento perpetuo, subyace una pregunta: ¿Cuál es el precio del cambio? ¿Qué sacrificamos por evolucionar emocionalmente?

Los idealistas se dejan la piel, mientras que los brutales asesinos descubren sus heridas y traumas familiares, e intentan curarlos. Todos sacrifican algo. La historia la dirigen esos personajes que no están aislados: el mundo cambia con ellos y ante sus ojos. Es un mundo en plena transformación, en el que la ciencia parece cosa de magia y todo se soluciona a punta de pistola. En la época de la película, Oregón no era parte de EEUU sino de Canadá, y California era Mexicana. Pero todo estaba a punto de cambiar.

Ese cambio que menciona hace que la película juegue a fusionar géneros, de tal forma que su historia resulta mucho más contemporánea de lo aparente. ¿Es porque hoy también vivimos una época de cambio?

¡Es porque todas las épocas son épocas de cambio! El mundo en el que se desarrolla esta historia es nuestro mundo, porque no ha dejado de transformarse. Lo que ocurre, y supongo que es algo humano y es muy difícil desasirse de eso, es que cuando imaginamos, cuando escribimos algo sobre el pasado,  lo hacemos desde el ahora. Lo hacemos con una mirada absolutamente contemporánea. Pensamos el ayer desde el hoy.

No soy antropólogo ni historiador ni sociólogo, soy cineasta. Me limito a buscar las formas adecuadas para representar determinadas ideas. Pero supongo que en el fondo, da igual si haces una película de época, porque terminas hablando de tu sociedad y lo que te preocupa, de la misma forma que Sergio Leone hablaba de la sociedad de los setenta aunque hiciese películas del oeste.

Hablando de Leone, sus dos protagonistas no son el arquetipo de héroe del western. No son ni el bueno, ni el malo, sino el feo. ¿Cómo fue perfilar sus personalidades?western

Creo que sí empiezan siendo arquetipos. Uno es gordo, el otro flaco. Uno es reflexivo, el otro impulsivo. Uno es sano y el otro un borracho... pero luego se desarrollan de formas insospechadas. Son niños con graves problemas freudianos. Pero lo fascinante es que de estos arquetipos, estos personajes van deviniendo personas.

Tras la recepción de Los hermanos Sisters y su premio a la mejor dirección en Venecia, ¿volvería a rodar un western?Los hermanos Sisterswestern

Es muy osado afirmar que nunca volveré a hacer un western. Pero te confieso que si me preguntas hoy te diría que mis heridas aún no están sanadas, ha sido un esfuerzo enorme dirigir esto. Hay muchísimos factores a tener en cuenta cuando diriges un western o una película de época que van desde los modelos de pistolas adecuados, a la cantidad ingente de caballos que había por el rodaje [ríe]. Pero también ha sido un auténtico placer ver cómo iban cuadrando las cosas. Así que... no lo sé.