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'Un día más con vida', viaje al centro de la guerra de la mano de Kapucinski

Póster de 'Un día más con vida'

Francesc Miró

En 1975, la Revolución de los Claveles parecía haber puesto fecha de caducidad al colonialismo portugués en el mundo. Tras la caída de la dictadura salazarista llegó el alto el fuego de uno de los conflictos más sangrientos de la historia de África: la Guerra de la Independencia de Angola.

El país del sur de África fijó la proclamación de su nuevo estatus el 11 de noviembre. Tres meses antes, el periodista, escritor e historiador Ryszard  Kapuscinski se había instalado en Luanda para narrar el 'éxodo blanco' de los colonialistas, mientras asistía al recrudecimiento entre las guerrillas independentistas que querían hacerse con el poder una vez la descolonización fuese efectiva. Aquello estaba hirviendo delante de sus ojos y no podía resumirse en uno de los télex que enviaba a su agencia, así que escribió Un día más con vida. Su pluma fue testigo de lo que terminaría siendo la Guerra Civil angoleña que no se daría por terminada hasta el 2002.

En 2008, una productora y un documentalista españoles descubrirían el libro - publicado en España por Anagrama-, y decidirían adaptarlo al cine. Pero lo iban a hacer en formato animado con determinadas partes del relato en imagen real. Una locura que una década, 26 financiadores, más de 500 personas implicadas y cuatro países en coproducción después, ve por fin la luz en nuestros cines.

El esfuerzo titánico de animar a Kapuscinski

“Desde el mismo momento que decidimos embarcarnos en este proyecto tuvimos claro que queríamos hacer un largometraje de animación”, cuenta Amaia Remírez, productora, coguionista y alma mater de la cinta. “Pero además queríamos que participaran los protagonistas reales que estuvieron con Kapuscinski en Angola. No podíamos dejar que el espectador perdiera de vista que todo aquello sucedió realmente”, describe.

Así, ella y el documentalista Raúl de la Fuente empezaron a andar un camino que aún no ha concluido. Contactaron con Agata Orzeszek, la traductora de todos los libros del célebre cronista al castellano, y ella les llevó hasta Alicia Kapuscinska, su mujer. “Para nosotros era muy importante que nos dijese qué opinaba del film”, cuenta Remírez, “y nos dijo algo que se nos quedó grabado: 'Esta locura le hubiese gustado'. Eso nos animó a comenzar”.

En 2011 ambos viajaron a Angola, donde conocieron a los protagonistas del relato original. Entrevistaron a Farrusco, comandante portugués que con 23 años se enroló para luchar por la independencia de Angola. También a Artur Queiroz, que acompañó a Kapuscinski por la llamada 'carretera de la muerte' hacia el sur de África, y a Luis Alberto, reportero que coincidió con el polaco y con una guerrillera angoleña llamada Carlota durante el peligroso viaje. Todos sus testimonios perviven en el film.

“Han sido diez años de muchísimo trabajo. Es lógico que tuviésemos la sensación de que se nos había ido de las manos”, confiesa Remírez, “a veces tienes una idea pero no sabes la dimensión que puede llegar a tomar”. Y la que ha cogido Un día más con vida es enorme, “pero teníamos un compromiso con nosotros mismos, con Alicia, con los protagonistas reales y con Angola. No había vuelta atrás, así que seguimos avanzando”, describe la productora.

Durante los diez años que ha costado financiar y estrenar Un día más con vida, Remírez y de la Fuente han creado y pulido juntos un método de trabajo que les ha llevado a hacer nada menos que doce documentales. Entre ellos se cuentan relatos sobre conflictos en todo el globo. Películas como La fiebre del oro, Minerita -Goya a mejor corto documental-, Alto el fuego  o I am Haiti. Voces olvidadas como las que gustaba de escuchar Kapuscinski.

“Esta película ha sido una constante. Nos ha ayudado a enfocar otros trabajos”, explica la productora. “Producir animación es completamente diferente a todo lo que hemos hecho porque la dimensión de las tareas es muy distinta”, añade. “En un largo de animación cada paso hay que sopesarlo y requiere muchísimo tiempo y esfuerzo de muchísimas personas. Sin embargo, en un documental, la producción requiere inmediatez y flexibilidad: lo que más demanda es la capacidad de adaptarse a los imprevistos”, explica la productora. “No ha sido nada fácil levantar Un día más con vida, pero ha valido la pena”, concluye.

El viaje interior de un héroe clásico

Un día más con vida  es a la vez documental, drama bélico de raíces literarias y película de animación para adultos. Sin embargo, ninguna de sus naturalezas se superpone a otra: pesan lo mismo en términos de desarrollo. Pero para lograr el equilibrio, Raúl de la Fuente y Damian Nenow tuvieron que lidiar con no pocos problemas. Ambos figuran como codirectores de Un día más con vida.

“Era difícil fusionar animación y documental porque a priori son géneros antagónicos”, explica de la Fuente. “La animación es diseño, preparación y creación, mientras que el documental es algo vivo, se mueve y cambia constantemente”, describe el realizador español. “Unir ambos mundos era complejo y el trabajo de montaje fue eterno porque el objetivo era conseguir una sola película. Tenía que funcionar en términos narrativos como si fuese una canción: que pudieras cerrar los ojos y solo con el sonido siguieras la historia sin percatarte de cuando es imagen real y cuando no”.

“La animación nos permitía explorar ideas imposibles como la psique del protagonista, su universo poético, sus traumas, sus miedos”, opina Raúl de la Fuente sobre por qué optar por animar un relato como el de Kapuscinski. “Todo eso ya estaba presente en el libro: el narrador pasaba por ensoñaciones y situaciones del todo oníricas”.

Estas secuencias, lo más impresionante del acabado formal de la película, rompen la narración para transportar al espectador a realidades que sólo ocurrían en la mente de un reportero sobrepasado por la brutalidad del conflicto angoleño. Un periodista que, además, no sólo se veía obligado a presenciar injusticias, también a narrarlas. “Estas imágenes reforzaban la idea de crear un lenguaje que rompiese barreras constantemente”, explica Raúl de la Fuente. “Eso formaba parte de la filosofía de Kapuscinski: la vida es cruzar barreras y afrontar retos”.

Sin embargo, lo que visualmente es una peripecia complejísima, narrativamente no es más que un viaje de ida y vuelta. Kapuscinski tiene que bajar al sur de Angola y encontrar al comandante Farrusco, igual que el Capitán Willard debía dar con el Kurtz de Marlon Brando en Apocalypse Now.

“Su esquema es el de una película de acción y aventuras”, dice de la Fuente, “el objetivo era hacer partícipe al espectador de un viaje al corazón de las tinieblas acompañado por el gran maestro del reportaje bélico”.

Un viaje en el que Ryszard Kapuscinski cambió para siempre. Ante la injusticia de una realidad que debía transmitir objetivamente, el anclaje emocional de Un día más con vida nos permite explorar qué pasa cuando quien informa decide posicionarse, comprometerse con la realidad.

En este sentido, el autor polaco ya decía que las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Raúl de la Fuente cree que esto también se aplica al cine: “un documental es una creación colectiva que nace de la colaboración de quien te encuentras en el terreno. Si esas personas no abren su corazón a la cámara, no hay nada que hacer. Así que si no consiguiese empatizar con la gente como realizador, no podría hacer las películas que hago”, defiende.

Un día más con vida, más que una película, es el resultado de muchos viajes. Es el que hizo Kapuscinski en busca de Farrusco. También es el que hicieron Amaia Remírez y Raúl de la Fuente al corazón de Angola. Pero, sobre todo, es el que ha hecho su proyecto a lo largo de diez largos años hasta llegar a ser lo que es: un ambicioso homenaje sin reservas a una forma de ver y narrar el mundo.

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