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CRÍTICA

'Hunt for the Wilderpeople', una de las mejores comedias que NO ha pasado por nuestros cines

Julian Dennison interpreta a Ricky, el gran protagonista de 'Hunt for the Wilderpeople'

Francesc Miró

Los caminos de la distribución cinematográfica son inescrutables y a través de ellos a nuestras salas llegan unos títulos y otros no. Ante la imposibilidad de estrenar comercialmente todo el cine que se mueve en el mercado, el espectador inquieto suele buscar constantemente alternativas a la lógica de los multicines en plataformas de VOD que a veces, solo a veces, nos dan un respiro. Pero otras... ni así.

Es el caso de Hunt for the Wilderpeople, una comedia indie neozelandesa que el pasado año se movió estupendamente por el circuito de festivales de medio mundo coleccionando críticas positivas. Algo que no le ha servido para hacer taquilla, pues sus datos son tan discretos que nadie diría que resulta ser uno de los títulos más comentados del año pasado.

Esta película dirigida por Taika Waititi llega a nuestro país con el nombre de Hunt for the Wilderpeople, a la caza de los ñumanos, directamente a dvd editado por Sony Pictures. Con todo, resulta ser un soplo de aire fresco en la comedia indie que la temporada pasada estuvo marcada por filmes como Don't Think Twice de Mike Birbiglia, Wiener-Dog de Todd Solondz y la más destacada de todas: 20th Century Women de Mike Mills. Adivinen cuantas se han estrenado en nuestras pantallas. Exacto, ninguna.

Hacia rutas (casi) salvajes

Ricky Baker es un niño de doce años al que han echado de cada casa de acogida en la que ha vivido. Un día, es adoptado por Bella y Hec, una pareja que vive en una pequeña granja en mitad de la más imponente naturaleza neozelandesa. Tras un tiempo de adaptación a su nueva familia y entorno, un accidente le hará percatarse de que aquello que más teme no es vivir sin las comodidades de la vida urbana. Entonces emprenderá un viaje sin retorno por la naturaleza que le rodea.

Consciente de que su historia no tiene en la originalidad un gran aliado, Hunt for the Wilderpeople opta por mostrarse sincera en todo momento. A medio camino entre Hacia rutas salvajes y Moonrise Kingdom, su apuesta por acercarse al espectador mediante la hilaridad y la simpatía funcionan hasta el punto que todo nos resulta familiar pero refrescante. La producción es una especie de paradoja cómoda en la que su realizador, el neozelandés Taika Waititi, echa el resto sin mirar atrás.

Así, pronto nos descubrimos siguiendo las aventuras de un niño que se cree macarra, pero que escribe haikus cuando se siente mal. Que quiere convertirse en gánster, pero que se siente fascinado por la ornitología. Le acompaña un duro cazador -estupendo Sam Neill-, que sabe pescar una anguila sin anzuelo y con la pierna rota, pero es incapaz de leer. Personajes llenos de contradicciones en un entorno que no entiende de nada de eso.

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”, decía Henry D. Thoreau en las primeras páginas de su mítico Walden. Fiel al poeta y filósofo estadounidense, Waititi entiende que los imponentes montes neozelandeses -lo salvaje-, es un escenario fértil que no sirve sino para sentirse vivo.

La vida gansta, la vida mejor

gansta“I didn't choose the skux life, the skux life chose me”, repite como un mantra Ricky Baker. La frase bien podría traducirse del neozelandés urbano al castellano urbano como “Yo no elegí la vida gansta, la vida gansta me eligió a mí”, y lejos de quedarse en un gag, sintetiza una de las razones que convierten este film en una pequeña joya.

Hunt for the Wilderpeople sabe que es una comedia moderna y, como tal, es inevitablemente complaciente con el espectador del siglo XXI. No reniega de los referentes de la cultura pop actual, ni de su lenguaje, y llena de referencias una alegato a favor de la vida salvaje y nómada.

En contra de la escuela atemporal y expedita de Wes Anderson, su estética premeditadamente kitsch es absolutamente actual. Y, además sirve para encapsular gags sobre Terminator y El señor de los anillos sin que se le noten las costuras. Taika Waititi es consciente de que  las formas no hacen al mensaje y que un pastiche puede decir más que un producto que intenta sorprender forzadamente.

No sirva esto para pensar que su película no tiene cimientos. Como casi todas las buenas comedias, es el drama lo que mueve su desarrollo: más allá de la superficie cómica, es la superación de la pérdida y la dificultad de abrirse a un ser querido cuando se está herido, lo que se juega en el bosque. Ricky Baker, un personaje absolutamente entrañable gracias a la interpretación del joven Julian Dennison, recorre las montañas para encontrarse a sí mismo, y encontrar a alguien que le acepte así.

Taika Waititi y la caza del talento indie

indieParece que de un tiempo a esta parte, la industria se ha  llenado de ojeadores que van a los festivales independientes como un cazatalentos a un partido de básquet. Observan, apuntan y luego fichan a talentos independientes para seducirlos con el dulce aroma del blockbuster.

El reciente caso de Jordan Vogt-Roberts, director de una película de gran presupuesto como Kong: La isla calavera, es uno de los ejemplos más significativo. Este realizador arrancó con otro relato de la llamada de lo salvaje -The Kings of Summer- y ahora ya se perfila como director de la esperada adaptación hollywoodiense de la saga de videojuegos Metal Gear Solid.

En lo que respecta a Taika Waititi, hace cinco años le conocían más bien pocos, pero hoy es uno de los talentos más codiciados de Hollywood. Después de años realizando cortometrajes y moviéndose por la televisión neozelandesa, probó suerte con un film llamado Boy, un debut que cayó sin levantar demasiado polvo en Sundance allá por 2010. Sin embargo, su gran reconocimiento llegó con Lo que hacemos en las sombras, comedia vestida de falso documental que narraba los avatares de un grupo de vampiros que compartían casa.

La película le valió multitud de premios -entre ellos el del Público en Sitges- y fama de realizador original. De hecho, a pesar de ser una revisión apócrifa de la belga Vampires, Lo que hacemos en las sombras resultaba ser una comedia insólita por su habilidad en el tono. Aunque si bien su energía se desinflaba pasado el efecto sorpresa, se veía en ella un realizador a punto de florecer.

Con todo, este mismo año le veremos capitaneando un blockbuster con el sello de Disney, Thor Ragnarok, tercera aventura del Dios del Trueno de Marvel protagonizada por estrellas como Chris Hemsworth, Cate Blanchett o Anthony Hopkins. Veremos si para entonces su talento sigue intacto. Mientras tanto, nos quedamos con su película más conseguida: Hunt for the Wilderpeople, a la caza de los ñumanos, una de las mejores comedias que no han pasado por nuestros cines últimamente.

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