En el análisis de más de 1.100 personajes de ficción en cine y series españolas durante el años 2020, solo el 7% representaba algún colectivo de la disidencia heteronormativa. Se han analizado las películas estrenadas en cines o plataformas con un mínimo de 25% de producción española y series emitidas en prime time o distribuidas en grandes plataformas. Para analizar los personajes, se considerado que aparezcan en al menos el 50% de los episodios de una serie o tengan al menos tres escenas de diálogo en una película.
El balance supera al año anterior gracias a 'Veneno' y por tanto arroja una conclusión mejor para las series que para las películas.
La deficiente cobertura de la epidemia de SIDA por parte del New York Post provocó en 1985 el nacimiento de la Alianza de Gais y Lesbianas contra la Difamación (GLAAD). Este organismo se extendió por Estados Unidos mientras estimulaba una conversación que nunca antes había acogido cauces tan mediáticos, y que acabó derivando en la celebración de unos Premios GLAAD anuales que reconocían las imágenes “veraces y objetivas de la comunidad lésbica, gay, bisexual y transgénero”. Uno de sus fundadores era Vito Russo, autor de The Celluloid Closet —manual básico para investigar la homosexualidad dentro de la industria de Hollywood— que además había ideado un método específico para estudiar la materia.
Se trataba, propiamente y a semejanza del informal test de Bedchel que evalúa el machismo en la ficción, del test de Vito Russo. Para poder superarlo, cada obra debía contener un personaje claramente identificable como LGBTIQ+, al tiempo que esta orientación sexual o identidad de género no fuera lo único que lo definiera, y la posible eliminación del personaje tuviera un efecto significativo en el argumento. El test de Russo se marcaba, así, unos objetivos tanto cualitativos como cuantitativos para valorar la representación de diversidad en una ficción cualquiera, y es precisamente la estrategia que han seguido los miembros de ODA para aplicar un escrutinio análogo al audiovisual español.
Las siglas ODA corresponden al Observatorio de Diversidad en los Medios Audiovisuales, iniciativa que nació en España inspirada por GLAAD y que acaba de presentar su segundo informe, correspondiente al audiovisual producido en nuestro país durante 2020. Dicho informe nace del análisis de 49 películas y 49 series, y para su segunda edición ha incorporado como objeto de estudio la presencia de personas discapacitadas como fruto de una alianza con CERMI. Es decir, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad, en cuya sede ODA presentó su informe ante los medios de comunicación. Con una conclusión fundamental: las series le sacan muchísima ventaja al cine.
La importancia de la ficción
Además de la colaboración con CERMI, ODA ha contado este año con el apoyo de Netflix, y su estrecho vínculo con GLAAD ha desembocado en que el acto de este 11 de noviembre sea introducido por Mónica Trasandes, su directora de medios. “En GLAAD sabemos que las historias que todes vemos en el cine, la televisión y otros medios no son solo entretenimientos, sino un modo clave para aprender del mundo y explicar nuestra cultura”, asegura Trasandes. “Éramos conscientes de nuestra escasa representación, pero necesitábamos entenderlo mejor. Para combatir la injusticia, hay que entender la injusticia”.
ODA busca entender y combatir, y para ello —con la ayuda de un numeroso voluntariado— ha elaborado este informe. No con un ánimo acusador, destaca el director del estudio Emilio Papamija, sino ansiando mostrar un camino posible. “ODA quiere ser un territorio creativo, y solo denunciamos para hacer entender que hay cosas mal, con el fin de evitarlas o hacerlas de otro modo”. Según Papamija, la necesidad de una iniciativa de estas características es explicable desde una sencilla cifra: “A partir de un estudio hecho hace tiempo en EE. UU. supimos que solo una quinta parte de la población conocía a una persona trans; el porcentaje restante se hacía una idea lo que era a través de las series y las películas que veía”.
“La ficción puede guiar la realidad”, asegura, y por ello conviene que se desarrolle una descripción fidedigna de todas esas identidades. Más cuando, como señala la activista y cineasta Isabel Durán, añadimos a la ecuación unas preocupantes dinámicas sociales. “En el caso de los personajes LGBTIQ+ es importante esa representación porque vivimos en una sociedad cada vez más polarizada, donde el 35% de los delitos de odio son contra la orientación sexual y la identidad de género”. Durante 2020, y ciñéndonos al ámbito televisivo, no ha habido serie más reveladora y triunfal en este ámbito que Veneno, desarrollada por los Javis (Ambrossi y Calvo) para ATRESplayer.
De los 1.171 personajes analizados 83 pertenecen al colectivo LGBTQI+, en lo que supone una considerable mejora desde el año pasado. Ciñendo los datos al ámbito trans nos topamos asimismo con 16 casos, apareciendo 10 de ellos en la serie dedicada a La Veneno y desempeñados por intérpretes trans. “Una decisión valiente” según Durán, pues tristemente no es la norma. Fuera de lo visto en Veneno, todos los personajes trans han sido encarnados por intérpretes cis, dándose además tesituras problemáticas como que la gran mayoría de las tramas apelen a su transición —“Tenemos que ser personas, no somos nuestras transiciones”, defiende Papamija—, cuando no directamente enarbolan una insensibilidad galopante.
Es lo que ocurre con la película de terror Malasaña 32 —cuyo fantasma vengativo resulta ser transgénero— o en una serie tan exitosa como La que se avecina, donde la mujer interpretada por Víctor Palmero intenta evitar la discriminación durante su búsqueda de trabajo quitándose la peluca… y contribuyendo a la idea de que las mujeres trans son hombres disfrazados. Son los ejemplos más dolorosos con los que se ha topado ODA, aunque ampliando el espectro a otras identidades el resultado siga sin ser muy satisfactorio. Hay, por ejemplo, una llamativa escasez de mujeres lesbianas, y muy pocas —Irene Larra (Cayetana Guillén-Cuervo) en El ministerio del tiempo o Nerea (Teresa Riott) en Valeria— disponen de tramas propias.
Los personajes gais sí tienen una presencia holgada —cabe destacar el film Isaac, de Ángeles Hernández y David Matamoros— y, a título curioso, siempre suelen trabajar como camareros o artistas. En cuanto al colectivo bisexual, Papamija admite lo complicado que es medir su visibilidad, puesto que en muy pocas ocasiones esta orientación es representada de forma explícita. “El problema de sus tramas es que el mensaje que le puede llegar a la gente que no está en contacto con la comunidad LGBTQI+ es que son personas confundidas, caóticas, promiscuas”. Aún lidiando con estas dificultades, todo apunta a una presencia bastante escasa, y muy circunscrita a personajes femeninos.
Combatir los estereotipos
En su informe sobre la ficción audiovisual de 2020, ODA destaca por último la total ausencia de personajes intersexuales y de género no binario, insistiendo repetidas veces en la representación errada o directamente nula que se percibe en el cine frente a las series. De 49 películas, concretamente, solo cuatro pasan el test de Vito Russo. No obstante, su estudio también se hace eco del reciente auge de mujeres directoras —representado por la victoria de Pilar Palomero y Las niñas durante la pasada ceremonia de los Goya— y de una tesitura muy particular: el cómputo total de mujeres en películas sobrepasa actualmente el de los hombres.
Hay una letra pequeña, y es la escasa diversidad de estas apariciones. Las mujeres suelen ser blancas, heterosexuales y cis, con un porcentaje mínimo de personas racializadas, y habitualmente limitadas al papel de madres o esposas. Series como Vis a vis, Las chicas del cable o la citada Veneno se oponen a estas representaciones, y dibujan un panorama en cualquier caso optimista, que ilustra una tendencia: hay ganas de narrar, de reflejar estas vivencias tanto tiempo eclipsadas, y el audiovisual español se está nutriendo de ellas. También en lo referente a las identidades racializadas y discapacitadas, volviendo a tener una mayor presencia las primeras en el ámbito televisivo.
ODA destaca el elemento interseccional de la aparición de hombres gais musulmanes (Omar y Malick en Élite, Kasim en Skam España), y recoge que los grupos con mayor representación audiovisual son los latinos y los árabes; estos últimos gracias a series como La unidad o El Cid, que por otra parte tampoco suponen modelos muy elocuentes. Por último, previo a valorar la ficción de personajes discapacitados, el periodista Juan Antonio Ledesma —presidente de la comisión de Medios e Imagen Social de CERMI— ha destacado la importancia de su vínculo con ODA a la hora de dar a conocer estos datos. “Abogamos por la defensa de los derechos, pero también por ser proactivos y buscar alianzas”, declara.
En 2020 hubo un 2% de personas discapacitadas en pantalla, frente a —según datos de CERMI— el 10% total de este sector de la población. Hablamos, pues, de una identidad infrarrepresentada, y sujeta a unos estereotipos que nunca han perdido vigencia. La organización destaca tres personajes tipo: quienes ejercen de alivio cómico, quienes poseen poderes sobrenaturales, y quienes impulsan la trama con su maldad, como pudiera ser Mario Casas en El practicante. “Se siguen perpetuando una serie de etiquetas que no reflejan la realidad de las personas con discapacidad”, asegura Ledesma. “Ese estereotipo de villano, de que aquel que va en una silla de ruedas es claramente malvado y no te puedes fiar de él”.
“Pero también están las personas con discapacidad intelectual, que siempre aparecen como bonachonas y generan ternura desde una arraigada tradición paternalista”. ODA concluye su informe insistiendo en mantener una mirada ilusionada hacia el futuro, con el deseo próximo de abordar otros ámbitos del audiovisual como los cortometrajes, los documentales y los videojuegos. También, de cara al cómputo de 2021, con algún que otro título al que observar con atención. “Nos emociona Todo lo otro, creada por Abril Zamora, y nos gustaría que no fuera un caso aislado”, comenta Papamija sobre la reciente serie de HBO Max para mostrar su confianza, igualmente, en lo que a todas luces apuntan a ser “dinámicas de cambio”.